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(del latín esse, ser, existir)

«Lo que hay, o existe», el concepto más genérico de cuantos es posible tener y el más fundamental en la historia del pensamiento occidental, de Parménides a Heidegger. Indefinible, por su generalidad, va adquiriendo a través de la historia diversas maneras de ser comprendido. Parménides (ver cita) lo identifica con toda la realidad, que describe como una, continua e inmóvil, y lo opone simplemente a la nada, o a lo que no es.

Para Platón es la «verdadera realidad» de la idea (ver cita), pero también una más entre un conjunto de ideas fundamentales (la de existencia, junto con el movimiento, la quietud, la igualdad y la diferencia; Sofista).

Aristóteles, verdadero padre del concepto de ser occidental, lo constituye en objeto de estudio de la metafísica, ciencia «que estudia lo que es, en tanto que algo que es» (òn hei ón) y una de cuyas características fundamentales es que «se dice de muchas maneras» (tò òn légetai pollakhos ): siendo todo ser, no todo lo es del mismo modo (ver texto 1 y texto 2 ).Aristóteles, que baja el cielo de Platón a la tierra (sobre la «verdadera realidad» de Platón, dice que la verdad y la falsedad no son de las cosas, sino del pensamiento (ver cita) identifica al ser con la sustancia (ousía), o entidad, que es su sentido fundamental y la primera de las categorías; cada una de las sustancias es sujeto o sustrato y es aquello que algo es propiamente, esto es, la esencia (tò tí ên eînai); las sustancias, además, están compuestas de materia y forma, pero la sustancia propiamente es acto y forma,(ver hilemorfismo). Una de las sustancias o entidades -el primer motor- es acto puro, carece de materia y de movimiento, pero mueve, como mueve el Bien a quien lo desea, todo el universo (ver texto). La tradición cristiana y escolástica desarrollará estas nociones aristotélicas abriéndolas a la idea de creación, y el ser se convierte en «acto de ser» o «acto de la esencia»; ser es existir por otro o existir por plenitud de la propia naturaleza: en el primer caso hablamos de los entes creados, que tienen ser por participación, y en el segundo, del ser subsistente, Dios creador (ver cita y texto ). Aparece la distinción entre esencia y existencia, y la multiplicidad aristotélica de sentidos de ser se convierte en el concepto fundamental de la filosofía y teología escolástica: la analogía del ser (ver texto).

Con la época moderna, el interés filosófico se desplaza del ser al sujeto y al objeto del conocimiento y a la noción de sustancia. Tanto el racionalismo como el empirismo se preocupan por saber qué son las cosas (qué tipo de sustancia son, y cuáles son sus cualidades primarias y secundarias) y cómo es posible conocerlas (a través de la razón o a través de la experiencia, a priori o a posteriori).

En el s. XVIII el racionalismo alemán renueva el interés por «el ser en general». La Filosofía primera u ontología (1729), de Ch. Wolff es sintomática de este renacer. La aportación significativa a la historia del concepto de ser se debe, sin embargo, a Kant los dos sentidos tradicionales del verbo «ser» (ver texto ), el atributivo o copulativo (como en «Sócrates es inocente», y el predicativo («la reunión es a las cinco») y, dentro de éste, el existencial («Dios es»), Kant, que hace de las categorías, y no del ser, el concepto fundamental de su filosofía, elimina el uso de «ser», o existir, como predicado: una cosa existente -los cien táleros reales- no tiene las mismas características que una cosa meramente pensada -los cien táleros pensados- más la característica, o el predicado, de la existencia; existir no es un predicado o una perfección del objeto, sino sólo un modo de presentarse el objeto a la experiencia (ver texto ). La crítica a la noción de ser y la crítica a la metafísica emprendida por Kant en la Crítica de la razón pura (1781) abre paso al interés de la filosofía por la ciencia, característica del período contemporáneo: la superación de la metafísica abre el camino a diversos humanismos, al positivismo, al historicismo, al vitalismo, la antropología, etc. Hegel reemprende el enfoque y el interés clásico por el ser, aunque lo piensa no como lo más genérico, sino como lo más inmediato, lo que simplemente se piensa sin compararlo -oponerlo- con nada; es la primera de las determinaciones de la realidad, o del todo -o del pensamiento de la realidad-, y se concibe como lo que «todavía no es nada y tiene que devenir algo» (ver texto ), y sólo las sucesivas determinaciones y mediaciones hacen del ser idea, naturaleza y espíritu. La introducción de la oposición, o contradicción -todo lo contrario de la antigua analogía- en la noción misma de ser, como fuerza del devenir de todo, es decir, la concepción dialéctica, ha constituido una manera radicalmente nueva de pensar la realidad, que ha tenido su versión sociológica e histórica en el marxismo.

La filosofía del s. XX ha vuelto sus espaldas a la filosofía clásica del ser, por lo menos en su dos mayores orientaciones: el neopositivismo y la fenomenología, aunque en ésta con matices. Es sintomático al respecto el estudio de Carnap sobre La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje (1932), donde sostiene la tesis de que las proposiciones metafísicas son «totalmente carentes de sentido» y que la mayoría de pseudoenunciados lo son debido a un mal uso del concepto «ser». La fenomenología, después, esto sí, de que Nietzsche sostuviera la falta de sentido universal y el entero enfoque de la filosofía occidental desde Platón, critica por obra de Heidegger, la orientación de la metafísica y, con ella, la noción de ser tradicional. Acusa a la filosofía tradicional de haber caído en el olvido del ser, por no haber sabido distinguir entre en el «ser» y el «ente», distinción que llama diferencia ontológica, y ocuparse sólo de los entes, como ontología y teología; equivale esto a decir que la metafísica occidental habla de cosas, de entes, y del ente supremo que es su causa, cuando de lo que tiene sentido hablar es del hombre, el único de los entes que es capaz de preguntarse por el ser, de aquel ser a quien «le va en su ser» saber qué es el ser. La metafísica se convierte en análisis existencial, y queda abierta la puerta para los diversos existencialismos de la edad contemporánea, que identifican el ser (del hombre) con la existencia (humana).

Para la lógica moderna, «ser» no es el predicado que se aplica a un sujeto, u objeto, sino una modalidad del predicado, el cuantificador, existencial (ver ejemplo), que se escribe [math]\exists{x}[/math] y se lee "existe por lo menos un x tal que...", y afirma la existencia de por lo menos un miembro de la clase de la que se habla en el enunciado.