Filósofo francés. Nació en Saint-Martin-de-Villéreal en el seno de una familia modesta. Estudió en Lyon con el kantiano Arthur Hannequin. Durante la Primera Guerra Mundial fue hecho prisionero en la batalla de Verdún, y mientras estuvo preso redactó las líneas básicas de su tesis sobre La dialéctica del mundo sensible (que defendió en 1922). Dicha tesis provocó una fuerte polémica en el tribunal que la juzgó y Lavelle no pudo optar a entrar en la universidad como profesor. Trabajó como periodista en Le Temps, publicación de la que fue el encargado de la sección literaria y filosófica. Junto con su amigo René Le Senne, y por encargo de la editorial Aubier, fundó la colección «Philosophie de l'Esprit». Entretanto fue profesor en diversos institutos de París e inspector general de enseñanza secundaria. Durante los cursos 1932-1934 fue encargado de varios cursos de filosofía en la Sorbona, y en 1941 fue elegido miembro del Collège de France en sustitución del bergsoniano Edouard Le Roy.
Junto con el ya mencionado René Le Senne es el principal representante de la llamada «filosofía del espíritu» francesa, opuesta al ambiente del positivismo y del neokantismo, y que en Lavelle se expresó fundamentalmente a través de su obra La conscience de soi (1933). La filosofía del espíritu representada por Lavelle y Le Senne era, a su vez, heredera de una larga tradición que se remonta a Maine de Biran, a Ravaison y a otros autores, pero que en su caso concreto procede más bien de una cierta interpretación mística de la filosofía de Bergson con fuertes componentes neoplatónicos, y es una teoría del ser -bien diferente de la ontología de tradición aristotélica, cartesiana y kantiana- en la que se inscriben todos los actos humanos, que pretende «buscar lo absoluto en sí mismo y no fuera de sí, es decir, en la experiencia más íntima, más profunda y personal». A Kant le reconoce el mérito de haber señalado la imposibilidad de pensar el ser como cosa más allá de los fenómenos, de donde Lavelle infiere que el ser pertenece plenamente al sujeto, donde aparece como acto, que es el origen interno del propio yo. De esta manera, para Lavelle sólo se da un conocimiento metafísico a partir de una penetración intuitiva en el acto puramente espiritual de la conciencia, que participa de la actualidad infinita del ser divino y que manifiesta una relación del tiempo con la eternidad. No es, pues, posible una metafísica de lo objetivo, sino que ha de basarse en la intimidad espiritual, a través de la cual se encuentra la idea del ser, a partir de la que mediante una demostración próxima a la del argumento ontológico, nos quiere mostrar que dicha idea posee realidad, hasta el punto de afirmar que todo cuanto existe, existe por participación en el ser, que identifica con Dios.
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