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En general, aquella actitud teórica que sostiene que el único auténtico conocimiento o saber es el saber científico. Le caracteriza una actitud crítica ante la filosofía tradicional, en especial la metafísica, y afirma que también la filosofía ha de ser científica. Para ello, el «espíritu positivo» es fiel a unos principios orientativos o reglas (L. Kolakowski), que se mantienen en todas las filosofías positivas de las diversas épocas: la regla ontológica del fenomenismo, según el cual la realidad se manifiesta en los fenómenos, obliga a rechazar cualquier concepción de una esencia oculta más allá de los fenómenos; la regla del nominalismo, según la cual el saber abstracto no es saber de cosas en sí o universales, sino de meras cosas individuales generalizadas; la regla que obliga a renunciar a juicios de valor y a enunciados normativos, en cuanto carentes de sentido cognoscitivo y, finalmente, la regla de la unidad del método de la ciencia, según la cual cabe pensar en un solo ámbito del saber, reducible a la observación y a la experiencia, en definitiva a una única ciencia, preferentemente la física.

A. Comte

La principal aportación de Comte al positivismo es la idea de que la realidad humana es social y también ella debe poder ser conocida científicamente. A la ciencia que estudia esta realidad como síntesis de todos los conocimientos humanos llamó Comte «sociología». Este positivismo sociológico, junto con el positivismo biológico de Claude Bernard, la ética positivista de John Stuart Mill y el positivismo evolucionista de Herbert Spencer son los principales representantes del espíritu positivo europeo del s. XIX. En el último cuarto del siglo pasado, el empiriocriticismo de Mach y Avenarius defiende la necesidad de una filosofía científica y, en el período que transcurre entre los años veinte y los treinta de este siglo, tras la primera guerra mundial, se desarrolla el denominado positivismo lógico, empirismo lógico o neopositivismo. Este neopositivismo, que representa la tradición positivista germánico-austríaca, y que cristaliza en torno al llamado Círculo de Viena, cuyos representantes más destacados son M. Schlick, R. Carnap, C. Hempel y O. Neurath, además de inspirarse en Hume, Comte y Mach, se distingue del positivismo del s. XIX por centrar su estudio, no en los hechos, objeto de las ciencias naturales, sino en el análisis lógico del lenguaje. Su característica más positivista es, sin embargo, el criterio empirista del significado, o principio de verificación, según el cual sólo tienen significado, y producen conocimiento, por tanto, aquellos enunciados que son susceptibles de verificación, esto es, aquellos para los cuales existe un método de comprobar si son verdaderos o falsos. El Círculo de Viena propugna, además, la tesis de la unidad de la ciencia, o de la ciencia unificada y, por lo menos algunos de sus miembros sostienen también la afirmación, propia de Comte, de que la sociología ha de seguir los mismos métodos que las ciencias de la naturaleza; esta afirmación constituye el núcleo del llamado «positivismo sociológico».

Bibliografía sobre el concepto

  • Kraft, V., El círculo de Viena. Taurus, Madrid, 1977.
  • Adorno, Th. (ed.), La disputa del positivismo en la filosofía alemana. Grijalbo, Madrid, 1973.

Relaciones geográficas

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