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Nacimiento:20 mayo 1806en LondresMuerte:8 mayo 1873en Aviñón

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Filósofo y economista inglés, nacido en Londres, uno de los principales representantes del neoempirismo inglés del s. XIX. Tempranamente educado por su padre, James Mill (Stuart es apellido añadido en agradecimiento a un bienhechor de la familia), no frecuentó prácticamente la escuela, pero a los 14 años disponía ya de una educación clásica rigurosa. A los 16 años ingresa en la «East India Company», empresa en la que logra cargos de responsabilidad y en la que permanece hasta su disolución, en 1858. Rechaza un cargo oficial para asuntos exteriores de la India y es miembro del Parlamento durante el trienio 1865-1868. Vive entre Londres y Aviñón, donde había fallecido, durante un viaje por Francia, la que desde 1852 era su mujer, Harriet Taylor, con quien había convivido platónicamente y compartido intereses intelectuales desde 1831 y con quien se casó tres años después de que enviudara de su marido.

Muy influido filosóficamente por su padre y por las ideas de Bentham, cuyas obras, que le habían entusiasmado de joven, había contribuido a difundir -funda con su padre y Bentham, en 1821, una «Sociedad utilitarista», reemplazada tres años después por una «Sociedad de debate»-, tras una depresión sufrida a los veinte años, se interesa por las nuevas orientaciones que le llegan de lecturas de Wordsworth, Saint-Simon y A. Comte: a sus ideas de siempre y a la formación estrictamente intelectual recibida de su padre, añade una mayor apertura hacia la sensibilidad de sentimientos y a una mayor valoración de la dimensión social e histórica del conocimiento teórico y práctico.

La filosofía de John Stuart Mill es, como consecuencia de todas estas influencias, una reelaboración de la tradición empirista y liberal inglesa, del utilitarismo y del espíritu positivista.

En el Sistema de lógica raciocinadora e inductiva (1843), obra que le dio una rápida y sólida fama, sostiene la tesis de que el empirismo y una filosofía basada en la experiencia obtienen mejores resultados, en orden a mejorar la sociedad, que cualquier otra. Frente a la teoría de la deducción clásica, basada en el silogismo, cuyo carácter de razonamiento circular ataca, sostiene que todo conocimiento llega por la experiencia, construye su propia teoría de la inducción, conocida como métodos o cánones de Mill y defiende la razonabilidad de la creencia en el principio de la uniformidad de la naturaleza. Distingue, además, entre leyes de la naturaleza, esto es, leyes causales, y meras leyes empíricas, que son generalizaciones de la experiencia.

En su tratado de lógica argumenta que la vida humana y social tampoco debería quedar excluida de los planteamientos científicos empíricos; aboga por la existencia de una nueva ciencia, que debería llamarse etología, y cuyo objeto habrían de ser las leyes de la sociedad. Y, adoptando la perspectiva de la ley de los tres estados de Comte, considera el estado actual como el estado especulativo de la humanidad, del que ha de surgir un conocimiento científico de la realidad social.

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El conocimiento científico de las leyes empíricas que determinan la realidad humana y social es totalmente compatible con la intervención del hombre en los asuntos sociales y políticos y con la afirmación decidida de la libertad humana individual. En Los principios de la economía política (1848), hace de la distribución de la riqueza el problema fundamental de la economía política, y en Consideraciones sobre el gobierno representativo (1861), señala la característica esencial de la democracia, que es ser suficientemente representativa de las minorías; sólo así es mejor que cualquier gobierno monárquico o aristocrático. En Sobre la servidumbre de las mujeres (1869), destaca que uno de los fallos de representatividad está en no reconocer el derecho de voto a las mujeres; tesis sumamente bien recibida por las sufragistas de final de siglo. Sobre la libertad (1859) es otra de sus grandes obras, comparable a Sistema de lógica. La libertad de la que se ocupa es la libertad del individuo en sociedad, la de acción, que se exterioriza en libertad de pensamiento, expresión, asociación y el ejercicio de los demás derechos civiles, pero no aquella que supone defensa y protección del individuo frente a los abusos u opresión del poder -que se supone que ya ha de estar defendida en un estado democrático-, sino la que ahoga la «tiranía de la mayoría», o de la masa, o de la opinión dominante (ver texto).

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La cohesión moral que necesita una sociedad ha de provenir de la ética. La que propone Mill, en Utilitarismo (1863), es la ética del principio utilitarista (ver texto), según el cual la bondad de una acción corresponde a la mayor cantidad de felicidad del mayor número posible de personas, y donde «felicidad» es presencia de placer y ausencia de dolor. A las ideas de Bentham al respecto, añade Mill la de la cualidad del placer. Al egoísmo ético que supone el principio utilitarista, contrapone Mill, como contrapeso, la reflexión de que no hay felicidad propia sin la percepción de la felicidad de los demás (ver texto). Representa esto la aportación del altruismo de Comte al principio utilitarista.

El empirismo epistemológico de Mill procede de Hume y de Berkeley; es fenomenista, por tanto. El conocimiento del hombre alcanza sólo los fenómenos. En este contexto, causa (que indaga justamente con sus «cánones» inductivos) es el «antecedente, o concurrencia de antecedentes, del que depende invariable e incondicionadamente el consecuente». De parecida manera, define la materia como «posibilidad permanente de sensación».

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Bibliografía

Del autor

  • Mill, J. S., Sobre la libertad. Alianza Ed., Madrid, 2000.
  • Mill, J. S., El utilitarismo. Alianza Ed., Madrid, 2001.

Relaciones geográficas

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