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Aristóteles
F. Bacon
Galileo Galilei
R. Descartes
I. Newton

(del latín causa, proceso judicial, responsabilidad moral, que traduce el griego αιτία, aitía, en su doble sentido de responsabilidad y explicación, sobre todo usado en plural: aitiai). En general, la acción capaz de producir algo, que llamamos efecto o resultado, o aquello que es la razón de que algo ocurra. En el ámbito filosófico, se la concibe como uno de los términos de una relación (la de causalidad) que explica la existencia de un término por la del otro: A es causa de B, si la presencia de A explica la presencia o existencia de B, noción que puede reforzarse diciendo que la existencia de A es suficiente o necesaria, o ambas cosas a la vez, para la existencia de B; esta relación, de hecho, puede precisarse de muy diversas maneras. En todo caso, en nuestra vida práctica y en las explicaciones racionales o en metodología, usamos el concepto de causa suponiendo alguna suerte de necesidad entre A y B. Así, somos agentes que actuamos para obtener los fines que nos proponemos, consiguiendo que lo que consideramos que es una causa lleve a término su efecto, y sabemos también que hay cosas que no podemos lograr, porque obedecen a una imposibilidad física y, por tanto, están sometidas a sus causas naturales. La ciencia, por su lado, puede definir sus objetivos como el estudio y el conocimiento de las causas de los fenómenos, que formula en explicaciones causales, aun cuando pueda admitirse que no toda explicación científica es causal e, incluso, que no todo fenómeno físico tiene una causa en sentido estricto.

Se observan cuatro fases históricas, según Kuhn, en el desarrollo del concepto causal aplicado a la ciencia empírica. Durante la Edad Media, prevaleció la teoría aristotélica de la causa. Según Aristóteles, cualquier cambio de la naturaleza se explica respondiendo a la pregunta: ¿Por qué ha sucedido dicho cambio? Las cuatro maneras fundamentales de responder tienen en cuenta la materia, la forma, el agente o iniciador y la finalidad. Tras el Renacimiento, y durante el s. XVII, el concepto de causa se restringió, sobre todo por obra de Bacon, Galileo, Descartes y Newton, a la explicación por la causa eficiente, desapareciendo de la ciencia el interés por las causas finales y reduciendo la noción de materia y forma a la de partículas materiales dotadas de movimiento. Surge así la explicación (causal) mecanicista, que a lo largo del s. XVIII se aplica a todos los fenómenos (electricidad, magnetismo, calor, etc.), y los reduce a los principios newtonianos. En el s. XIX, aunque se mantuvo la importancia de la explicación mecanicista de los fenómenos, disminuyó el interés por la causa física (integrada por la fusión de la causa material y eficiente de Aristóteles) y aumentó el interés por la formulación matemática de las leyes que seguían los fenómenos: éstos se explicaban deduciéndolos de ecuaciones diferenciales más las condiciones físicas iniciales. Es decir, la formulación (la forma) matemática explicaba suficientemente el mundo físico.

El s. XX supone un nuevo cambio. Para la explicación de los fenómenos físicos no puede darse primacía a ningún aspecto parcial. Por otro lado, han aparecido nuevas nociones fundamentales que han de entrar en la explicación de los fenómenos. Así, el concepto de campo de fuerzas o de energía espacialmente distribuida en torno a los cuerpos, que replantea la cuestión de la acción a distancia (entre la causa y su efecto) y donde no son adecuadas las explicaciones de tipo mecanicista (es la energía la que se relaciona con el movimiento, no la materia), las nuevas propiedades de la materia atómica sólo describibles matemáticamente; la teoría de la relatividad especial, que impone limitaciones a la explicación causal para sucesos demasiado cercanos espaciotemporalmente, dado que ningún proceso causal puede ser más veloz que la luz; la física cuántica, en la que el principio de indeterminación del mundo subatómico y el de complementaridad para las partículas elementales determina que deba hablarse de leyes estadísticas y de explicaciones de tipo probabilístico: todo esto obliga a un replanteamiento de la noción de causa y a la negación incluso de que la causalidad sea una relación universal presente en todos los fenómenos del mundo físico.

Tradicionalmente, la noción de causa se ha relacionado directamente con la de ley de la naturaleza y con la de determinismo. Por las razones aducidas, la noción de causa se interpreta, en la actualidad, en filosofía de la ciencia, como un tipo de explicación científica o como una ley causal.