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Karl Marx
Friedrich Engels

Término que, en general, designa el conjunto del pensamiento y la actividad política de Marx y de Engels, pero también se refiere a cada una de las diversas, y a menudo contrapuestas, interpretaciones y desarrollos de este pensamiento.

Por esta razón se puede hablar de marxismo en sentido estricto y en sentido amplio.

a) En sentido estricto, el marxismo es el contenido teórico y la actividad práctica desarrollados por Marx y Engels (que complementa y divulga la obra de aquél), y es el fruto de la síntesis entre la práctica política de Marx y los diversos aspectos de su teoría económica, política, sociológica, histórica y filosófica, que están siempre dirigidos por la voluntad de conducir a la emancipación social.

b) En sentido amplio, puede hablarse de distintos marxismos, tantos como diversas interpretaciones de la obra de Marx se han dado en los movimientos políticos e intelectuales que se han reclamado herederos de la obra de dicho autor, y que han implicado nuevas y diversas elaboraciones teóricas. Ver marxismos.

El marxismo, entendido como desarrollo del pensamiento de Marx y Engels se basa, fundamentalmente en los aspectos siguientes:

1º) la filosofía y la noción de materialismo en Marx;

2º) la concepción de la historia entendida como materialismo histórico, y

3º) las crítica de la economía política capitalista.

1º- La primera raíz del pensamiento de Marx se halla en su concepción dialéctica del materialismo, surgida de su crítica al hegelianismo en general, y a Feuerbach en particular. En esta crítica, Marx se opone a una filosofía ideológica (en el sentido de falsa conciencia) y abstracta, y sustenta una posición materialista que consiste básicamente en pensar lo real como el proceso concreto de la producción (ver texto ). Según Marx, la tarea de la filosofía ha consistido hasta ahora en interpretar el mundo pero, dado que la filosofía es una de las formas que adopta la superestructura ideológica, en general ha efectuado esta interpretación desde las perspectivas de la clase dominante. En cambio, para Marx, tal como sustenta en la XI tesis sobre Feuerbach (ver texto ), la misión revolucionaria de la filosofía ya no ha de ser la de interpretar el mundo, sino la de transformarlo. Marx consideraba a Hegel como la máxima expresión teórica de aquella concepción ideológica de la filosofía entendida como «interpretación» del mundo pero, como dicha interpretación es ideológica, es también la máxima expresión de la conciencia mistificada o invertida propia del mundo cristiano-burgués, según la cual todo lo real es el fruto del despliegue del Espíritu o la Idea (ver texto ). No obstante, si bien el sistema hegeliano debe ser invertido (ver texto ), o «puesto sobre sus pies», considera que la dialéctica, previamente desbrozada de su idealismo, es potencialmente revolucionaria al destacar el carácter dinámico e histórico de lo real.

G.W.F. Hegel

Para Hegel el Espíritu es el sujeto de la historia, y ésta es la realización de la libertad que culmina en el Estado. Marx ataca esta concepción idealista y declara que la esencia humana no surge del Espíritu, sino del trabajo, es decir, de las condiciones materiales de vida y de transformación de la naturaleza. El hombre es un ser natural (ver texto ), pero es hombre porque trabaja, lo que le diferencia de los animales (ver texto 1 y texto2 ). En la actividad material de transformación de la naturaleza se transforma también el hombre. Por esta razón, «lo que los individuos son depende de las condiciones materiales de su producción». La esencia no está en las ideas, sino en las condiciones de vida material, y más concretamente, en la producción de los medios de subsistencia (ver texto ).

Así, la historia es la lucha del hombre para satisfacer sus necesidades que se desarrollan en un medio social determinado. Entonces, en lugar de la concepción idealista que afirmaba que el sujeto de la historia es el Espíritu, la concepción materialista de Marx afirma que es el trabajo humano concreto, históricamente determinado. Puesto que en la producción social se engendran clases sociales, el auténtico sujeto de la historia es la clase social trabajadora. No se trata, pues, de de hacer la historia de las ideas, sino que es preciso estudiar las condiciones reales de la producción.

Ludwig Feuerbach

Aunque Marx tenía en alta estima la crítica de Feuerbach al idealismo hegeliano (ver texto ), en las Tesis sobre Feuerbach y en la Ideología alemana considera que el materialismo feuerbachiano es aún mecanicista, razón por la que no es capaz de absorber los aspectos potencialmente revolucionarios de la concepción invertida de la dialéctica hegeliana. Esta crítica a Feuerbach es, al mismo tiempo, una crítica a la pobreza filosófica de todas las concepciones materialistas mecanicistas, como las que habían sido sustentadas por Condillac, Helvetius y d'Holbach, entre otros, y que estaban presentes en las teorías sociales de los que Marx llamaba despectivamente los socialistas utópicos.

Una manifestación de esta crítica es la que Marx realiza al concepto de alienación religiosa de Feuerbach. Este autor cree que la religión es fruto de una alienación, de forma que es una proyección de la esencia humana en un pretendido mundo sobrenatural, creado a imagen y semejanza del humano, pero idealizado. Marx comparte esta caracterización de la religión como proyección del hombre, pero rechaza la creencia feuerbachiana en una naturaleza humana, en una esencia inmutable y ahistórica de la humanidad. Considera que esta crítica aún no va a la «raíz»: ¿por qué se produce esta proyección?, ¿cuál es la causa de esta alienación religiosa? No es radical la respuesta feuerbachiana que se limita a declarar que proviene de la misma naturaleza humana, sino que es preciso ver que en su raíz se da una alienación más básica: la alienación económica, originada por las condiciones materiales de existencia de la humanidad (ver texto ). De la misma manera que Marx invierte el hegelianismo, poniendo en la base el estudio de las condiciones económicas de producción de la vida humana, también su crítica de la religión -a la que declara el «opio del pueblo» (ver texto )-, enraíza en el estudio de la alienación económica y se vincula con el estudio de la alienación ideológica (ver texto ).

2º- La concepción marxista de la historia es conocida como materialismo histórico, y el mejor resumen de dicha concepción nos lo proporciona el propio Marx en el prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política:

"En la producción social de su vida, los hombres traban determinadas relaciones necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado estadio de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta una superestructura económica, jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas sociales de conciencia. El modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, a la inversa, su ser social el que determina su conciencia. En un determinado estadio de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes. [...] De formas de desarrollo que eran de las fuerzas productivas, estas relaciones de producción se convierten en sus trabas. Empieza entonces un proceso de revolución social. Con la alteración del fundamento económico se subvierte más rápida o más lentamente toda la gigantesca superestructura. [...] Del mismo modo que no se puede juzgar a un individuo por lo que él se imagina ser, tampoco es posible juzgar una tal época de transformación por su conciencia, sino que hay que explicar ésta por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción" (ver texto más amplio ).

Según Marx, pues, toda la historia es la historia de las contradicciones reales (no entre ideas, como en la filosofía hegeliana) entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. El factor determinante de la historia lo constituye esta contradicción dialéctica entre fuerzas productivas y relaciones de producción, expresada en la lucha de clases, que se convierte en el motor de la historia. Así se engendra la base económica sobre la cual se edifica la superestructura, que está formada por el conjunto de leyes, ideas, filosofías, arte, religiones, etc., que expresan la conciencia que cada época tiene de su realidad social y configuran la «ideología». Pero, en la medida en que está edificada sobre unas determinadas relaciones de producción, en cada época, la ideología dominante es la ideología de la clase dominante.

Así, las concepciones ideológicas son formas invertidas o falsa conciencia que tienden a esconder el verdadero fundamento sobre el que reposan, y deforman la conciencia de la realidad, considerando como naturales hechos, ideas y sistemas sociales que son solamente producto de los distintos modos de producción. En la sociedad capitalista, los elementos ideológicos fundamentales los suministra la economía política burguesa que, como en la teoría política de Locke, parte de considerar la propiedad privada como un dato «natural», como si existiese una naturaleza humana inmutable (que Marx ya criticaba en Feuerbach), y como si fuese un hecho «natural» la apropiación de la fuerza de trabajo de unos hombres por otros y no un acto de fuerza e injusticia. Este es el carácter deformador e ideológico de la economía política burguesa, a la que Marx se apresta a combatir. Pero esta crítica no puede realizarse sin tomar simultáneamente en consideración las categorías de análisis económico y las categorías de análisis político. En el combate contra la deformación ideológica, Marx no es axiológicamente neutral, como le reprochan sus antagonistas, ya que la crítica que efectúa a las categorías económicas burguesas de autores como A. Smith, T. Malthus o D. Ricardo, por ejemplo, es simultáneamente una crítica a sus bases ideológicas.

En el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas, se entra en contradicción con las relaciones sociales y políticas, se tambalea el equilibrio social y aparecen nuevas clases sociales que entran en conflicto con las que detentan el poder, pero frenan el desarrollo de las fuerzas productivas, originándose un período de revolución social. En el caso de la moderna sociedad capitalista, la nueva clase social que va emergiendo lentamente es el proletariado, que aparece como clase antagónica de la burguesía. En este proceso también se originan cambios en la superestructura ideológica determinados por la base económica. No obstante, aunque la concepción materialista de Marx enfatiza el hecho de que la superestructura ideológica está determinada por la base económica, no niega que se produzca un fenómeno de interacción recíproca.

La conciencia de clase, es decir, la toma de conciencia por parte de los explotados de su situación real en contra de las ideas de la ideología dominante, es un factor imprescindible para cambiar de manera revolucionaria la estructura económica. Porque, según dice Marx, una idea se convierte en fuerza material cuando es asumida conscientemente. De ahí se infiere que, para que se dé un proceso revolucionario, no es suficiente que existan las condiciones económicas y estructurales de confrontación entre fuerzas productivas y relaciones de producción sino que, además, es preciso que dicha confrontación salte al plano de la actividad política mediante la previa toma de conciencia de los agentes revolucionarios que son, en cada época histórica, la clase explotada que surge con el desarrollo de las fuerzas productivas.

Esta dialéctica entre fuerzas productivas y relaciones de producción se expresa históricamente a través de diferentes formas. En la sociedad capitalista la contradicción principal es la que enfrenta a la clase social capitalista con la proletaria. Ahora bien, puesto que el modo de producción capitalista ha desarrollado en su seno las fuerzas productivas suficientes como para satisfacer las necesidades de la humanidad, esta contradicción es más flagrante que nunca en la historia: nunca, como hasta la época contemporánea, las fuerzas productivas han podido, mediante la ciencia y la técnica, tener una función social tan importante pero, precisamente por ello, nunca, tampoco, ha sido tan flagrante la contradicción.

En este estadio de la evolución social, Marx piensa que el proletariado encarna el sujeto revolucionario que tiene como misión la superación de la sociedad capitalista y, dado el alto grado de desarrollo económico de dicha sociedad, la superación de las bases de toda la historia hasta ahora conocida, que aparecerá como prehistoria de una nueva humanidad, puesto que con la revolución comunista no se sustituye una clase explotada por otra, sino que se crean las condiciones de eliminación de toda la sociedad de clases.

3º- La crítica de la economía política burguesa, forma más refinada de la ideología de la clase dominante, se convierte en el centro del pensamiento de Marx y es el eje de su obra fundamental: El Capital (ver texto ). Los economistas «clásicos», tales como Adam Smith o David Ricardo, consideraban tres fuentes de riqueza: la naturaleza, el capital y el trabajo. Marx rechaza esto como una mistificación y sólo considera el trabajo como fuente de riqueza, combatiendo a los economistas burgueses que declaran «naturales» las leyes económicas. Si por naturaleza se entiende la tierra, en sí misma no es ninguna fuente de riqueza si no se la trabaja. En cuanto al capital, no es más que trabajo acumulado, trabajo apropiado y no consumido. Sólo el trabajo es origen de riqueza, pero no la genera para todos, sino sólo para una minoría que se apropia de sus productos y de los beneficios. A su vez, las leyes económicas no sólo no son naturales (¿acaso la naturaleza se rige por el mercado, el dinero o la bolsa?) sino que están históricamente determinadas en cada formación social. El trabajo debe entenderse en su doble dimensión: como relación del hombre con la naturaleza (sólo en este sentido es «natural») y como relación social. En la relación social se modifican las formas o modos concretos de la producción. En el estudio del modo de producción capitalista, Marx analiza las mercancías como producto característico suyo. Toda mercancía tiene un valor de uso (capacidad de satisfacer alguna necesidad humana) y un valor de cambio, según el cual unas pueden intercambiarse por otras (ver texto ). Según su valor de uso las mercancías son incomparables entre sí, ya que son cualitativamente distintas. Aquello que permite su intercambio es el hecho de que en cada una de ellas hay un tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas, y el dinero es el término de comparación entre ellas. En la sociedad capitalista, en la que el trabajo es entendido como una relación entre cosas (ver texto ), la fuerza de trabajo (energía física y psíquica gastada en la producción) se convierte en una mercancía más, que se compra y vende en el mercado de trabajo. Pero esta mercancía tiene una característica especial. Como toda mercancía tiene un valor de uso, por lo que es comprada por el capitalista que paga -a través del salario- el valor de su reproducción. El proletario, en su jornada de trabajo, gasta una determinada cantidad de energía que es comprada por el salario. Pero en su trabajo incorpora su energía en las mercancías que produce, de forma que el intercambio es desigual. El obrero recibe sólo el hipotético valor de la energía que ha consumido en el proceso del trabajo, pero en éste ha incorporado su fuerza de trabajo a una mercancía que es apropiada por el capitalista. De forma que del número total de horas trabajadas, el obrero recibe en realidad sólo una parte en forma de salario, trabajando el resto directamente para el capitalista. Esta diferencia es lo que Marx llama la plusvalía, que es el secreto fundamental del sistema capitalista. Es decir, el empresario paga al asalariado, no el valor producido por éste, sino sólo el costo de su fuerza de trabajo. El capital es plusvalía acumulada, trabajo no consumido. Por ello se explica que, de manera subrepticia, los economistas burgueses consideren el capital como fuente de riqueza y consideren «natural» que por el hecho de invertir un capital se deban obtener beneficios. Pero el capital no es sino trabajo humano apropiado. Es el trabajo el que produce valor y el excedente de valor, que sostiene todo el sistema, es el producto del plustrabajo realizado por los obreros.

Dado que en el marxismo son inseparables sus análisis económicos, sociológicos, históricos y filosóficos de su voluntad de emancipación social, algunos autores, por ejemplo Popper, lo critican como una forma de pseudociencia, que no sólo no es verificable, sino que no es axiológicamente neutral. Pero, desde las filas del marxismo se rechaza esta objeción criticando el carácter ideológico de la concepción burguesa del saber, y señalando que ninguna ciencia es realmente neutral. Es el caso de la interpretación dada por Reich, por los miembros de la Escuela de Francfort y, con matices diferentes, por Lukács. Autores que, en muchos casos se opusieron también a la esclerotización del marxismo convertido en una escolástica dogmática en los llamados países del «socialismo real».

La crisis de estos regímenes manifestada desde finales de 1989, y que supuso la desmembración de la URSS y el paso a la economía de mercado de los anteriormente llamados países socialistas, ha sido interpretada como una definitiva crisis del marxismo. No obstante, es preciso distinguir entre el pensamiento de Marx y las realizaciones políticas que posteriormente se llevaron a cabo bajo el nombre de «marxismo». A este respecto vale la pena señalar que Marx mismo dijo en una ocasión: «yo no soy marxista», indicando con ello que su pensamiento no debía entenderse como un sistema absoluto ni como un dogma, sino, bien al contrario, una contribución crítica a la filosofía, la economía, la política y la teoría de la historia, desde la perspectiva de las clases oprimidas. Por ello, son también muchos los autores que consideran que es preciso considerar el pensamiento y la obra de Marx independientemente del uso que, posteriormente, se le ha dado bajo numerosos «ismos» (marxismos).


Bibliografía sobre el concepto

  • Vattimo, G., Zabala, S., Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx. Herder, Barcelona, 2013.
  • Marx, K., Contribución a la crítica de la economía política. Siglo XXI, Madrid, 1980.
  • Marx, Karl, El capital (8 vols.). Akal, Madrid, 2000, 2 ed.
  • Marx, K., El capital (el manga). Herder, Barcelona, 2013, ebook ed.
  • Althusser, L., Balibar, É., Para leer el capital. Siglo XXI, México, 1974, 10 ed.
  • Sacristán, M., Sobre Marx y marxismo. Panfletos y materiales I. Icaria, Barcelona, 1983.

Relaciones geográficas

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