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(del latín ordo)

Término que involucra las nociones de disposición o correlación entre partes, regidas por algún principio o regla. A su vez, esta noción puede tomarse de varias maneras. Si se hace hincapié en la disposición de las distintas partes según su esencia o su ser, se habla de un ordo essendi de tipo ontológico, que fue la noción predominante en el mundo antiguo y medieval, donde el orden se entendía como contrapuesto a caos, e implicaba que lo ordenado está sometido a regla, medida y razón, de forma que aquello que es ordenado sucede según una cierta necesidad. Si, en cambio, se entiende el orden desde la perspectiva de los criterios de ordenación de las cosas conocidas, entonces se trata del ordo cognoscendi de naturaleza gnoseológica, que es la que predomina desde la modernidad. Además, si se tiende a pensar el orden como disposición de partes, se concibe el orden como una propiedad espacial. En cambio, también puede pensarse una ordenación meramente temporal o cronológica. En el primer caso, el orden es de tipo geométrico; en el segundo, de tipo numérico. En ambos casos, lo ordenado se halla sometido igualmente a una razón, pero en el sentido de la razón matemática (entendida como proporción, por ejemplo).

En el mundo antiguo, como hemos dicho, se tiende a entender la noción de orden de manera ontológica como contrapuesta a caos. Por ello, según los primeros sistemas filosóficos, el caos deviene cosmos (originariamente ϰόσμος significaba «orden») porque está sometido al λόγος (logos) (que expresa regla, medida y razón), y por ello puede entenderse racionalmente. Desde esta perspectiva el orden es condición de inteligibilidad de lo existente, ya que implica legalidad (sometido a ley) y, por tanto, necesidad y regularidad. Al parecer esta primitiva noción surgió como una extrapolación o proyección del pensamiento social: una sociedad es justa y racional cuando está ordenada según leyes. Así, originariamente la noción de orden cosmológico deriva de la de orden social. (Nótese que esta terminología es de raigambre jurídica, pues tanto ley, como cosmos -orden- son términos surgidos de este ámbito del pensamiento). Desde este punto de vista, la noción de orden estará presidida por la de subordinación, e implicará una jerarquización. De esta manera, lo ordenado será lo jerarquizado según cierto principio.

Anaximandro

En el terreno estrictamente filosófico la primera noción de orden surgió con el pensamiento de Anaximandro , quien concibe el proceso del devenir a partir de su concepción del ápeiron (ver texto ), y lo concibe como un proceso ordenado que sigue la seriación del tiempo, y del que se puede dar razón en tanto que es pensado por el logos. También en este sentido el orden (en griego τάξις) puede aparecer próximo al logos de Heráclito entendido como «ley eterna» (ver texto ). Mientras que para los atomistas Leucipo y Demócrito, el orden del cosmos se podía explicar por la conjunción de los átomos en el vacío según el contacto (el giro y la confirmación se vincularían a la posición y la figura o esquema, respectivamente, ver cita), para Anaxágoras, tal como afirma Aristóteles, la teoría de los cuatro elementos (tierra, aire, agua y fuego) no era suficiente para dar explicación del orden del mundo, como tampoco lo era atribuirlo al mero azar. Por ello postuló la necesidad de un nous que explicase dicha ordenación (ver cita).

Aristóteles

El enfoque plenamente ontológico de la noción de orden se da con Platón, quien entiende la noción de orden como adecuación a la idea: una cosa está ordenada cuando corresponde a su idea, según la teoría de la participación. De esta manera, la relación que Platón establecía entre mundo sensible y mundo inteligible, quedaba como relación de subordinación de lo inferior a lo superior. Desde una perspectiva distinta, Aristóteles concibe el orden como una de las clases de la medida (Categorías, 8, 8b), o como una relación de las partes respecto del espacio o del tiempo, cuya forma fundamental es la de antes-después (Metafísica, 1018b 26). Esta relación de precedencia o de consecuencia, a su vez, tiene su manifestación más acabada en la de orden causal: el efecto no puede preceder a la causa. De esta manera, el orden es entendido como seriación o sucesión coherente regida por una ley, que puede ser la de causalidad, por ejemplo, aunque muchas otras series no causales también están ordenadas (series geométricas, orden numérico, etc.).

En el pensamiento cristiano de orientación platónica se interpretó la noción de orden como subordinación de lo inferior a lo superior, en el sentido de subordinación de todo lo creado al creador. San Agustín afirmará que Dios crea según forma, medida y orden, de manera que lo creado está ordenado porque se adecua a los planes de la providencia, y está regulado por las ideas ejemplares o arquetípicas que están en Dios. Desde esta perspectiva, lo opuesto al orden ya no será propiamente el caos (en el sentido originario de lo abierto), sino el des-orden. A través de este proceso, la noción de orden, surgida ya en sus inicios como proyección del orden social sobre la naturaleza-cosmos, vuelve de nuevo como orden social, pero revestida de su nuevo carácter cosmológico, e interpretada teológicamente. Santo Tomás, más vinculado a la tradición aristotélica, concibe el orden como la disposición regulada por un principio de una pluralidad de cosas de acuerdo con lo anterior y posterior. No obstante, esta noción sigue dando especial importancia a la relación de subordinación dentro de la clase a la que pertenecen las partes ordenadas, de manera que, en cierta forma, sigue siendo entendida como una relación de subordinación a la idea. Por ello, para el pensamiento medieval, incluso una entidad aislada puede ser ordenada si se corresponde con los designios de Dios.

En el pensamiento moderno se tendió más bien a reinterpretar la noción aristotélica de orden entendido como seriación regulada causalmente. Esta es la concepción que sustentan Spinoza y Leibniz (ver cita), e incluso el mismo Kant, quien incluso considera que el orden causal determina el orden temporal (razón por la cual el tiempo es irreversible; ver texto ). Pero en los pensadores moderno la noción de orden tiende a entenderse más bien como una relación de realidades entre sí, más que una relación respecto de una idea. Con ello se desontologiza esta noción, que tiende a entenderse en su aspecto cuantificable, y se tiende a sustituir la antigua noción de ordo essendi por la de ordo cognoscendi.

Henri Bergson

Especial importancia reviste la concepción de Bergson, para quien el orden es un cierto acuerdo entre el sujeto y el objeto: es el espíritu que se encuentra de nuevo en las cosas. Pero esto puede darse en dos direcciones opuestas que dan lugar a dos tipos de orden: por una parte el orden inerte, matemático, físico o automático y, por otra, el orden vital, el orden querido u orden de los fines, relacionados, respectivamente, con la espacialidad y con la duración. La inteligencia -afirma Bergson-, se reconoce en el orden geométrico o físico-matemático, pero ello es debido a que la misma ciencia (de carácter convencional según Bergson) está organizada sobre la aceptación previa del orden geométrico, fruto de la espacialización de la inteligencia y del olvido de la duración pura. Pero ninguna complicación matemática es capaz de introducir auténtica novedad ni creación en el mundo, y esta tendencia negativa es la que expresan las leyes particulares del mundo físico, incapaces de aprehender el segundo tipo de orden: el orden vital. Bergson critica también la idea negativa de desorden (entendida como ausencia de orden), y señala que tal idea es fruto de una confusión entre los dos tipos de orden mencionados (ver texto ). Estas consideraciones son fundamentales -dice Bergson- para la elaboración de la teoría del conocimiento, cuyo problema fundamental es el de averiguar cómo es posible la ciencia, es decir, por qué hay orden en las cosas. Pero la investigación ha de permitir deshacer los falsos problemas derivados de una mala comprensión de las nociones de orden contingente, de desorden y de azar (ver texto ).

Además de la distinción propuesta por Bergson, en la actualidad suele distinguirse entre diversos tipos de órdenes:

-orden matemático, ciencia en la que el orden se define a través de una relación diádica R, y se consideran diversos tipos de órdenes, de manera que una clase puede estar parcialmente ordenada, ordenada, o poseer un orden denso (ver continuidad);

-orden lógico (el del encadenamiento de las proposiciones o juicios según las reglas de un cálculo deductivo, por ejemplo);

-orden físico y cosmológico, donde, vinculados a los conceptos de la teoría de la información, el orden aparece como entropía negativa o neguentropía, y se relaciona con la noción de flecha del tiempo;

-orden biológico, definido por la teoría de la evolución;

-orden ético (según normas y principios);

-orden social (según leyes, instituciones y coacciones que preservan y permiten la continuidad de un grupo social), etc.


En teología católica, en un sentido cristiano, Desde Uno de los siete sacramentos reconocidos por la Iglesia que consagra y habilita a un cristiano bautizado para cumplir las funciones de obispo, sacerdote o diácono. Aunque no puede hablarse de una institución formal del sacramento del orden por parte del Jesús histórico, a él se remonta en la Iglesia el ministerio que se transmite mediante la ordenación: él llamó a algunos hombres invitándolos a una forma especial de seguimiento y dándoles, sobre todo a los doce, participación en su misión personal. El desarrollo posterior del ministerio se llevó a cabo de varios modos en la generación apostólica y en la siguiente, tomando préstamos de las estructuras ministeriales profanas del mundo ambiental. Después de que M. Lutero y J. Calvino rechazasen como contrario a la Biblia un sacramento del orden propiamente dicho ha persistido hasta el día de hoy entre la Iglesia católica y las Iglesias de la Reforma una concepción distinta del ministerio, unida a una concepción diferente de la transmisión ministerial.

Bibliografía sobre el concepto

  • Luhmann, N., ¿Cómo es posible el orden social?. Herder, Barcelona, 2011.