del griego χάος, caos, hondonada, abismo. Relacionado con el verbo χαίνω, abrir la boca, abrirse la tierra, abrirse una herida) Adquiere un sentido peculiar como término mítico-religioso, donde se opone a orden.
Actualmente, este término se relaciona también con nuevos desarrollos científicos interdisciplinarios que se agrupan en la ciencia del caos.
En los mitos y cosmogonías primitivas, como la Teogonía de Hesíodo -en la que se afirma que «en el principio era el caos-, se usa este término para describir un estado del mundo anterior a toda organización, expresando así un estado de indistinción de la materia, oscuro e informe, y para expresar el punto de partida o ámbito inicial que hace posible la aparición de toda determinación y orden. En este sentido se contrapone a orden (que en griego es ϰόσμος, cosmos).
En la Teogonía de Hesíodo, donde aparece como este estado de indistinción y confusión del que surge todo el universo, se afirma que el Caos, la Tierra (Gaia) y el Cielo (Ouranós) son las tres divinidades primordiales origen de todo, pero «antes de todos los seres estaba el Caos, luego la Tierra de ancho seno» (Teogonía, V,116). Así, la Tierra, que supone ya un principio de ordenación y de estabilidad, surgió del Caos preexistente a ella. Hesíodo narra de manera mítica el origen de la Tierra y del Cielo a partir de sus ancestros: Erebo y la Noche, que derivan del Caos originario. La posterior aparición de entidades potencialmente destructoras y desordenadoras (los Titanes y Tifón), pone en peligro el orden inicial que será restablecido por Zeus, que por esta razón será entronizado como legislador y monarca del cosmos. Esta narración mítica está fuertemente inspirada por el poema babilónico del segundo milenio a.C. conocido como el Enuma elish, ligado a los ritos de renovación del poder por parte de los monarcas de los reinos e imperios basados en las llamadas «ideologías reales». Estos monarcas, que eran a la vez magos, sumos sacerdotes y legisladores de la sociedad, pero también de los cielos (ya que eran considerados dioses), debían mostrar su poder y renovarlo periódicamente mediante unos ritos. Pero en la cosmogonía de Hesíodo, que no pertenece a una sociedad regida por tales monarcas-dioses, la ordenación del mundo se concibe a partir de realidades físicas, todavía antropomórficas, con poderes divinos. Con el paso del mito al logos, es decir, con la aparición de la filosofía y las primeras cosmologías de los milesios, estas divinidades se sustituyen por elementos materiales eternos, y en las que el Caos aparece simplemente como el estado de ausencia de orden entre los elementos, desposeído ya de las connotaciones terribles que tiene en el pensamiento mitológico. No obstante, como en este último, el Caos es la condición de posibilidad de toda determinación, generalmente bajo la forma de la oposición entre pares de contrarios (seco-húmedo, frío-caliente...).
Platón, que utiliza frecuentemente el lenguaje de tipo mitológico para expresarse alegórica o metafóricamente, afirma que el Caos es la condición de posibilidad del orden que le impone el demiurgo: «Como el dios quería que todas las cosas fueran buenas y no hubiese en lo posible nada malo, tomó todo cuanto es visible, que se movía sin reposo de manera caótica y desordenada, y lo condujo del caos al orden». (Timeo, 30a).
Para Nietzsche, designa el estado de carencia de finalidad del ser que, de esta manera, es pura plasticidad.
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