Parte simple constitutiva de una totalidad compuesta, o término último e irreductible al que se llega a través de un proceso de análisis.
En la tradición de la filosofía presocrática, orientada hacia el estudio de la φύσις (Physis), los elementos (en griego στοιχεῖον) podían designar la o las sustancias fundamentales constitutivas de todo lo compuesto. Desde esta perspectiva, podía identificarse con el ἀρχή (arkhé): el agua, para Tales; el ἄπειρον (ápeiron), para Anaximandro; el aire, para Anaxímenes y el conjunto de estos tres, más la tierra, en Empédocles, a quien se debe la influyente teoría de las cuatro raíces (rhizómata) constitutivas de los diversos estados físicos (sólido, líquido y gaseoso), así como de las cualidades sensibles (caliente, frío, seco, húmedo). Otros filósofos, como Anaxágoras y los atomistas seguidores de Demócrito, pensaban que los constituyentes del mundo son infinitos, por lo que se oponían a la teoría de los elementos. De hecho, Anaxágoras consideraba que, además de un número infinito de homeomerías, era precisa la intervención del νοῦς (nous)(ver cita), y los atomistas consideraron elementos a los átomos (infinitos en número) y lo vacío (ver cita).
Los pitagóricos interpretaron la teoría de los elementos de Empédocles a partir de consideraciones geométricas, atribuyendo cada uno de los elementos a los poliedros regulares. Pero, puesto que hay cinco poliedros regulares, añadieron un quinto elemento. Esta doctrina influyó decisivamente en Platón, que la desarrolló en el Timeo.
Sin embargo, la doctrina que más perduró fue la de Aristóteles, que es el primer filósofo que elaboró un análisis de este concepto y los definió como lo primero de-lo-cual algo se compone, siendo aquello inmanente (en esto) y no pudiendo descomponerse, a su vez, específicamente en otra especie distinta (ver texto ). En su análisis no se limita solamente a considerar los elementos desde un punto de vista físico, razón por la cual defiende la tesis según la cual es precisa además la concurrencia del primer motor. Pero, desde la perspectiva de su concepción cosmológica, Aristóteles afirma que el mundo está ordenado en dos grandes zonas: la celestial o supralunar, constituida de αἰθήρ (éter), que es un quinto elemento o quinta esencia, y la terrestre o sublunar formada por los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) que había tomado de Empédocles. Éstos vienen determinados por las cualidades primitivas: calor, frialdad, sequedad y humedad (tierra = frío+seco; agua = frío+húmedo; aire = cálido+húmedo; fuego = cálido+seco). Estos elementos se distribuyen en capas según este orden desde el centro hacia arriba: tierra, agua, aire y fuego. Los dos primeros se consideran graves por su tendencia a ir hacia el centro, si son desplazados de su lugar natural y, los otros dos, leves, por su tendencia a ir hacia arriba. Esta corrección de la teoría de Empédocles, a partir de considerar las cualidades primitivas, permitía a Aristóteles concebir el paso y la transformación de unos elementos en otros.
Esta teoría perduró durante la Edad Media y bien entrada la Edad Moderna, aunque los estoicos discreparon de la teoría aristotélica, y distinguieron entre los principios que no pueden generarse y son incorruptibles, y los elementos que se destruyen en cada una de las conflagraciones cósmicas o ἐϰπύροσις (ecpírosis).En la tradición alquimista, Paracelso distinguió tres elementos fundamentales: la sal, el azufre y el mercurio, mientras que en la tradición china se consideraba la existencia de cinco elementos: la tierra, el fuego, el agua, el aire y la madera.
Posteriormente, en los inicios de la química moderna, Lavoisier descubrió la existencia de treinta y tres elementos, a los que consideró, desde el punto de vista del análisis, como los cuerpos simples que surgen al final de un proceso de análisis. A partir de los desarrollos de la teoría atómica moderna, Mendeleiev elaboró su famosa tabla periódica de los elementos, en los que éstos se definen en función de sus propiedades atómicas.
En el empiriocriticismo de Avenarius se denominan complejos de elementos, o complejos elementales, los objetos de la experiencia.
En metodología, se entiende por elementos los principios de una ciencia o de un sistema. Se usa corrientemente para designar los manuales introductorios a una disciplina, a imitación del famoso texto de Euclides, que denominó Los elementos a sus trece libros de geometría.
En psicología son los constituyentes simples de las percepciones sensoriales, como un color, por ejemplo.
En lógica se entiende por elementos los miembros individuales de una clase. Hamilton denominó Stoicheology (estoiqueología) a la parte de la lógica que tiene por objeto de estudio los procesos elementales del pensamiento y la dividió en: noética, ennoemática, apofántica y doctrinas del razonamiento. Por su parte, Wittgenstein utiliza la noción de proposiciones elementales, que son aquellas que constan de nombres en una unión inmediata, y son el fruto del análisis o descomposición de las proposiciones (ver cita).