Filósofo racionalista holandés, nacido en el barrio judío de Amsterdam, de una familia hebrea originaria de Espinosa de los Monteros (Burgos), emigrada primero a Portugal y luego a Holanda. Educado en la escuela judía, se familiariza con la Biblia y el Talmud (la ley «oral» judía, en oposición a la escrita o Torá). A los 15 años ayuda en el comercio de su padre, mientras se prepara para ser rabino y prosigue su formación conociendo la cultura de tradición musulmana y judeo-hispana. En 1654 muere su padre (su madre había muerto en 1638) y comienzan las acusaciones de ateísmo contra Baruch. En 1656 es expulsado de la Sinagoga, atribuyéndole «acciones monstruosas» y «herejías abominables». Abandona Amsterdam y frecuenta ambientes de los llamados Collegianten, cristianos cartesianos liberales. Se dedica a pulir lentes y con este oficio, y una pensión que le conseguirá su amigo Jan de Witt, se gana la vida.
Sus amigos Collegianten, obligados a abandonar Amsterdam, se instalan en Rijnsburg, el mismo arrabal en que vive Spinoza, y constituyen allí un círculo espinosista de estudio de sus escritos. Por esta época redacta Breve tratado sobre Dios, el hombre y su felicidad (1661) y Tratado sobre la reforma del entendimiento (posiblemente del 1662); comienza también la redacción de la Ética. En 1663 abandona Rijnsburg y se instala en Voorburg, en la afueras de La Haya, donde publica Principios de la filosofía de Descartes (1663). En 1665 se traslada a La Haya y redacta su Tratado teológico-político (publicado en Hamburgo en 1670); al poco tiempo, se descubre el nombre de su autor y le llegan las más virulentas críticas. Por esta época, llegado al poder Guillermo de Orange, son asesinados los hermanos de Witt y Spinoza redacta un manifiesto contra sus asesinos (Ultimi barbarorum), que pretende fijar sobre los muros de la ciudad, cosa que le desaconseja Van der Spick, pintor y amigo suyo y en cuya casa se aloja. Pese a un clima que cada vez siente más hostil, rechaza la invitación que en 1674 le hace L. Fabritius, profesor en Heidelberg, de parte del Elector Palatino, a ocupar una cátedra de filosofía, dado que el precio suponía la renuncia a su libertad de pensar y escribir. Acabada ya la Ética,viaja a Amsterdam para publicarla, pero desiste de ello ante los rumores que corren de que se trata de una obra atea. Vuelto a La Haya, recibe en 1676 la visita de Leibniz (quien más tarde negará, no obstante, haberse encontrado con el «maldito» Spinoza).
Enfermo de tisis, muere a los 44 años de edad, el 21 de febrero de 1677, dejando sin terminar un Tratado político, una Gramática hebraica y un Tratado sobre el arco iris. Fue enterrado el 25 de febrero en la fosa común.
La obra central de Spinoza es Ética demostrada según el orden geométrico,redactada entre 1661 y 1675. Pero son notables, y no de poca importancia filosófica y hasta interés para la historia de la ciencia, las numerosas cartas que Spinoza escribió a -y recibió de- amistades y personas conocidas en el ámbito de la cultura y de la ciencia, de dentro y de fuera de Holanda, como por ejemplo, y sobre todo, H. Oldenburg, uno de los fundadores de la Royal Society, y secretario de la misma por entonces, quien lo había visitado en Rijnsburg, y el mismo Leibniz. Del Epistolario de Spinoza dijo Goethe que era el libro más interesante que se podía leer por la sinceridad y el amor al hombre que transpiraba.
Todas sus obras (acabadas y no acabadas) aparecen el mismo año de su muerte, editadas en latín y holandés por el círculo spinosista de amigos, a excepción del Tratado Breve,que aparece en 1851, editado por J. von Vloten.
La obra filosófica de Spinoza se enmarca en el espacio geográfico de los antiguos Países Bajos, recién escindidos, en 1579 -Unión de Utrecht o República de las (siete) Provincias Unidas, siete provincias protestantes del norte, y Unión de Arras o Provincias valonas del sur, o resto de provincias católicas-, en lo que serán las actuales Holanda y Bélgica. Políticamente, el segundo tercio del s. XVII es la época del declive de la hegemonía española, de la guerra de los Treinta Años y de la paz de Westfalia, que pone fin a la guerra y concede a la República de las Siete Provincias la independencia completa. Holanda es considerada un país tolerante, influido filosóficamente por el racionalismo de Descartes, y en el que arraiga un espíritu moderno de aprecio y valoración de la ciencia moderna de Galileo.
La filosofía de Spinoza no es más que el desarrollo pleno del racionalismo de Descartes y de su método, que él denomina «método geométrico», aunque en su sistema no hay lugar para la duda metódica, que busca un criterio de verdad: «La verdad es norma de sí misma, al modo como la luz se revela a sí misma y revela las tinieblas» (Ética, II, XLIII, escol.). En su inicial Tratado sobre la reforma del entendimiento,distingue cuatro maneras de conocer:
- la que nos llega pasivamente por el uso del lenguaje;
- la que obtenemos activamente generalizando a partir de la experiencia inducción);
- el conocimiento que adquirimos con inferencias del efecto a la causa o del universal al particular (en ambos casos, deducción imperfecta), y
- el conocimiento que logramos intuyendo la esencia o la causa de una cosa (deducción perfecta). Éste es el conocimiento adecuado, que parte de ideas innatas y evidentes y, por lo mismo, verdaderas; el método consiste en seguir el orden y la relación de las ideas entre sí, a partir del conocimiento de unas ideas claras y distintas, y de la «fuerza innata» del entendimiento hasta desarrollar deductivamente toda la estructura del universo. Por eso es lo mismo el orden de las ideas -cómo se piensa fundadamente- y el orden de las cosas -la realidad- (ver cita).
La Ética desarrolla justamente este método, partiendo de las ideas fundamentales de Descartes, que desarrolla hasta sus últimas consecuencias o bien critica.
Su noción de sustancia es la de Descartes (ver cita) entendida a rajatabla(ver texto): aquello que se piensa por sí mismo y existe por sí mismo y que, en consecuencia, es la razón o la causa de sí mismo; sólo Dios es sustancia y sólo existe una única sustancia, o «ser absolutamente infinito», que consta de infinitos atributos (ver cita), existe necesariamente, ya que su esencia implica su existencia, y es la causa necesaria de todo cuanto existe; todo lo que existe es, por tanto, Dios mismo (panteísmo).
De esta sustancia única (ver cita), que es «Dios o la naturaleza» (ver cita), y que puede concebirse en sí misma, como Naturaleza naturante, o como lo que ella ha producido, o sea, como Naturaleza naturada (ver cita), el hombre sólo conoce dos de sus infinitos atributos: el pensamiento y la extensión. Todo es pensamiento y extensión a un tiempo, aunque nada puede ser pensado como ambas cosas a un mismo tiempo (ver cita). La sustancia (Dios o la naturaleza) aparece, sin embargo, en infinidad de modos: las cosas, el hombre incluido, son infinitos modos de ser la sustancia infinita.
El hombre es un modo finito de manifestarse el pensamiento y la extensión de la sustancia. Como parte de la Naturaleza naturada,donde no hay nada contingente, pertenece al mundo de lo necesario; no hay en él libertad por lo mismo que no hay finalidad en la naturaleza: «Todas las causas finales son, sencillamente, ficciones humanas» (Ética,Apéndice). Su esencia -como igualmente pasa en Dios- se expresa en el conatus, a saber, en la conservación del propio ser, en el obrar, el vivir, en el «deseo» -que en Dios es potencia (ver texto). El hombre es deseo de vivir felizmente y vivir bien, de acuerdo con la razón (ver texto).
No hay en el hombre ninguna sustancialidad; es sólo una modificación -un modo- de la sustancia divina (ver texto);el hombre no es sustancia pensante, es una manera de manifestarse el pensamiento en la naturaleza, esto es, es conciencia o reflexión (ver cita). El resultado de esta conciencia del propio cuerpo y de sus estados lo llama «imaginación», o «experiencia vaga»: conocimiento derivado de los sentidos. Otro modo de conocer, basado en «nociones comunes» - percibidas clara y distintamente por todos-, que proporciona ideas adecuadas de las cosas, o conocimiento por la «razón»: el razonamiento. Éste llega a un conocimiento verdadero de las cosas como son en sí, «desde una cierta perspectiva de la eternidad», como necesarias, por tanto. Pero el modo acabado de conocer es el que denomina «ciencia intuitiva»: toda alma, porque es parte del pensamiento infinito, puede llegar, a partir del conocimiento de Dios (o la naturaleza) al conocimiento adecuado de las esencias de las cosas (ver texto). Ésta es la clase de conocimiento al que puede aplicarse rigurosamente el «método geométrico» de pensar: a partir de definiciones captadas intuitivamente se construye deductivamente la idea, o esencia concreta, de una cosa.
En ninguna otra cosa distinta que el logro del mayor conocimiento posible consiste la libertad del hombre: «es libre quien se guía sólo por la razón»; la libertad no es cosa de la voluntad humana, sino del entendimiento. El hombre, parte de la Naturaleza naturada,despliegue de la naturaleza divina según razones y causas necesarias, está también él sujeto a la necesidad; es extensión, tanto como pensamiento y, por consiguiente, sometido a la ley del «reposo y el movimiento». Si el hombre se cree libre, es porque ignora las causas que lo determinan (ver cita). La libertad no es sino lucha contra la ignorancia y los prejuicios: libertad de pensamiento.
La Ética -la metafísica- de Spinoza tiene que ver con la teoría política. El fin del Estado no es distinto al del individuo: mantener el derecho que todos los hombres tienen a su existencia, a «perseverar en su propio ser», a ser verdaderamente libres (ver texto). La libertad que se logra por el conocimiento es también libertad de obrar racionalmente, moralmente. Tal libertad y moralidad, sin embargo, no pueden subsistir en un mero estado de naturaleza; son necesarios el orden social, el derecho o la autoridad política como una exigencia misma de la razón (ver cita).
Bibliografía
Del autor
- Spinoza, Baruch, Correspondencia. Alianza, Madrid, 1988.
- Spinoza, Baruch, Las cartas del mal. Folio, Mexico, 1986.
- Spinoza, Baruch, Obras completas. Acervo Cultural, Buenos Aires, 1977.
- Spinoza, Baruch, Opera. Winter, Heidelberg, 1925.
- Spinoza, Baruch, Tratado breve. Alianza, Madrid, 1990.
- Spinoza, Baruch, Tratado teológico-político. Alianza, Madrid, 1986.
- Spinoza, Baruch, Ética demostrada según el orden geométrico. Editora Nacional, Madrid, 1980.
Relaciones geográficas