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(del latín mundus, término polisémico relacionado con la noción de contenedor o continente. En una de sus primitivas acepciones latinas el mundus es un contenedor, un baúl o caja, generalmente contenedor para guardar las joyas)

En general, los significados más comunes de este término son los que lo vinculan con la noción de totalidad y de universo. Así, el concepto de mundo puede entenderse como sinónimo de todo o conjunto de todo lo existente, como sinónimo de tierra, como sinónimo de universo o, incluso, como sinónimo de realidad y, también, se usa como equivalente a naturaleza. A veces, también se utiliza para designar un conjunto de cosas de una misma clase: mundo de las ideas, mundo vegetal, etc.; a veces, para designar, también, como un conjunto, las características culturales de un período histórico: mundo antiguo, mundo medieval, etc.

Anaximandro

Este término traduce también la palabra griega cosmos (ϰόσμος ϰόσμος), aunque no se identifica plenamente con ella, por cuanto el término griego está más bien vinculado a la noción de orden (aunque el término griego cosmos también se relaciona con las joyas, como el término latino mundus). Por ello, en la filosofía griega, ya desde Anaximandro, la noción equivalente a mundo designa la unidad de una multiplicidad ordenada (y maravillosa). En este sentido, se destaca este aspecto de orden, cuya regularidad es el objeto del saber, en cuanto que unifica (hace uno) lo múltiple, diverso y cambiante. No obstante, tal como puede verse en la misma concepción cosmogónica del ápeiron (ἄπειρον) de Anaximandro, la filosofía griega es ajena a la noción de una creación del mundo, de manera que el orden del que se habla está establecido sobre una realidad preexistente no creada (ver textos de Anaximandro ). En la medida en que el objeto del conocimiento es la búsqueda de este orden y esta regularidad que hace inteligible lo diverso, la apariencia y el devenir, la filosofía griega tiende a separar el aspecto inteligible del aspecto sensible, dando lugar, especialmente en Platón, a la división entre el mundo de las ideas o mundo inteligible y el mundo sensible o visible. (Nótese que la denominación de mundo de las ideas o de mundo sensible es un añadido para referirse a estas «regiones» y que el término no es propiamente griego, sino que supone ya la introducción de la misma noción de mundo para referirnos a partes de una totalidad). Incluso en Platón, el demiurgo es el ordenador del mundo (según un orden impuesto siguiendo proporciones matemáticas), pero no es propiamente su creador. (Ver textos de Platón sobre el origen del mundo). En la concepción platónica y neoplatónica se señala también la existencia de un alma del mundo (μεγάλη ψυχἠ).

Con la concepción judía y cristiana de una creación ex nihilo, es decir, de un Dios creador a partir de la nada, el término «mundo» pasa a significar el conjunto de todas las cosas creadas, o conjunto de todo lo contingente, por oposición a Dios o ser necesario. Por otra parte, desde la perspectiva religiosa cristiana, el mundo, en cuanto que objeto de deseo de lo contingente, aparece como tentación que provoca el pecado, y junto con el demonio y la carne, designa lo opuesto a Dios. En este último sentido se entiende por mundo la vida «mundana» o frívola, opuesta a la vida piadosa. A veces, en cambio, el término posee connotaciones positivas por contraposición con lo negativo que es lo in-mundo. (Ello es debido a que el término latino mundus también significaba lo limpio, lo que le emparenta también con lo ordenado, del término griego cosmos).

Descartes

En la filosofía moderna, a partir de Descartes, la existencia misma del mundo puede ser puesta en duda. Puesto que nuestro conocimiento no es directamente conocimiento de cosas, sino conocimiento de pensamientos, puede dudarse de la existencia misma de un mundo externo. Por ello, Descartes se verá en la necesidad de demostrar la existencia de éste a partir del análisis de las propias ideas (ver texto ). Así, a partir del análisis del cogito, Descartes llega a Dios y al mundo. Alrededor de estas tres sustancias (yo, Dios y mundo) girará buena parte de la filosofía moderna. Para algunos empiristas, como Locke, se da por supuesta la noción de mundo como causa de nuestras ideas. En cambio, Berkeley señala que no puede decirse que el mundo sea la causa de dichas ideas ya que, puesto que solamente conocemos percepciones, no nos está autorizado decir que son causadas por una realidad externa a ellas mismas (lo que sería ir más allá de los límites de la experiencia). Hume, a su vez, profundiza esa crítica, que la hace extensiva a las otras ideas metafísicas: Dios y yo. (Para una crítica de las concepciones idealistas acerca de la noción de mundo, ver texto ).

Kant

En cuanto que conjunto de todas las entidades físicas la noción de mundo se acerca a la de naturaleza, pero destacando el aspecto de la totalidad, y su estudio es el objeto de la cosmología. En este sentido se entenderá la noción durante mucho tiempo. Pero Kant, que recoge las enseñanzas de los empiristas, señala que la concepción del mundo como totalidad absoluta implica traspasar los límites del conocimiento empírico, razón por la cual, cuando la razón quiere enfrentarse a su estudio, choca inevitablemente con antinomias (ver texto ). Así, no podemos saber si el mundo tiene un comienzo en el espacio y en el tiempo o si, por el contrario, no ha tenido comienzo; tampoco podemos saber si el mundo se compone o no de partes simples. Nuestra razón está limitada por la experiencia, y traspasar sus límites conduce necesariamente a estas antinomias, de las cuales sólo se puede salir, o bien renunciando a pensar la idea de mundo, o bien considerándola una idea reguladora de la razón. Así, el mundo no existe de la misma manera que las cosas que existen en él, y es más bien la conciencia la que engendra la idea de mundo. De ahí arranca también la concepción del mundo como «voluntad y representación» de Schopenhauer (ver texto ) y la concepción de Nietzsche del mundo como «voluntad de poder» (ver texto ).

Dilthey

En este sentido, los fenomenólogos podrán afirmar que, en cuanto que la idea de mundo depende de un sujeto que la constituye, hay tantos mundos como sujetos y como puntos de vista (concepciones del mundo o Weltanschauungen, y mundo vital o Lebenswelt). (ver textos de Dilthey sobre la concepción del mundo ). Así, por este camino, la noción de mundo vuelve a remitir al sentido de conjunto de campos teóricos de una clase: mundo psicológico, mundo infantil, mundo del arte, mundos históricos, etc. En cuanto que la noción de mundo se refiere entonces al conjunto de relaciones entre los hombres, y entre ellos y las cosas, adopta en la filosofía de Heidegger un especial significado, ya que el hombre es un «ser en el mundo», en relación esencial con los otros y con las cosas. El mundo, incluido en la estructura existencial de apertura del Dasein, aparece, dice Heidegger, como mundanidad. «La palabra «mundo» -dice Heidegger-, no designa ningún ente en particular, ni tampoco un dominio particular del ente, sino la apertura del Ser» (Carta sobre el humanismo).

Para Ortega y Gasset es la noción de «vida» la que permite superar el idealismo y los prejuicios sustancialistas referentes tanto al sujeto como al mismo mundo, de manera que -según Ortega-, yo soy uno con el mundo: «ni yo soy un ser sustancial ni el mundo tampoco -sino que ambos somos en activa correlación: yo soy el que ve el mundo y el mundo es lo visto por mí. Yo soy para el mundo y el mundo es para mí. Si no hay cosas que ver, pensar e imaginar, yo no vería, pensaría o imaginaria- es decir, yo no sería» y «El mundo exterior no existe sin mi pensarlo, pero el mundo exterior no es mi pensamiento, yo no soy teatro ni mundo -soy frente a este teatro, soy con el mundo-, somos el mundo y yo» (ver texto ).

Desde un punto de vista bíblico, contrariamente a las mitologías mesopotámicas, egipcia, cananea, etc., la representación de los orígenes del mundo conserva una gran sobriedad. El Génesis evoca la actividad creadora de Dios para subrayar tres puntos de fe: distinción del mundo y del Dios único, dependencia del mundo con relación a un Dios soberano que gobierna las leyes de la naturaleza y, finalmente, la integración del universo en el designio de salvación que tiene al hombre por centro. El Nuevo Testamento conoce el concepto “cosmos” como mundo-universo, como el conjunto de la creación total. No es sólo la morada de los hombres sino escenario de la acción redentora de Dios y de su historia de salvación. En Pablo, el concepto “mundo” adquiere una acusada acuñación antropológica y, por tanto, histórica. Aparece como mundo de los hombres, caracterizado por la caída y el pecado. Así, la conducta del cristiano frente al mundo está marcada por la dialéctica: no puede ni divinizarlo ni negarlo.