Filósofo renacentista aristotélico italiano de la escuela de Padua, ciudad en la que nació, estudió y en la que fue profesor.
Destaca como comentarista de Aristóteles, y como analista de la ciencia y estudioso de la lógica. En este último campo estudió el problema de la inducción y del método científico, aunque dentro de los límites de la lógica aristotélica. No obstante, desarrolló una teoría silogística orientada hacia la noción moderna de inducción analítica. Se opuso a B. Petrella y F. Piccolomini en su concepción de la estructura de la ciencia.
En su interpretación de Aristóteles siguió tanto la corriente averroísta como la alejandrinista, aunque estuvo siempre mucho más cerca de la interpretación de Alejandro de Afrodisia y su pensamiento se orientó, como el de Cesare Cremonini, hacia una creciente desvinculación de la filosofía natural respecto de la teología. Si el mundo es eterno, como sustentaba Aristóteles, entonces también lo es el movimiento, razón por la cual no es preciso afirmar la existencia de un primer motor inmóvil. En cuanto que éste había sido identificado con Dios, si se aceptaba la exigencia de dicho primer motor, se concluía que la filosofía debería culminar en la teología; ahora bien, si no es preciso sustentar un primer motor, de ahí se sigue que es el cielo el mismo orígen del movimiento, por lo que puede ser considerado como este motor que mueve eternamente el mundo. No es preciso, pues, considerar a la teología como culminación de la filosofía natural. Por otra parte, al sustentar la tesis aristotélica de la no inmortalidad del alma individual, pero sí de la del alma universal, se podría considerar a ésta como la divinidad misma. Por ello Zabarella identifica el entendimiento agente con Dios.
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