(del latín spatium, espacio, derivado a su vez del griego σπάδιον / στάδιον, spadion o stadion, que significa primero una longitud determinada y luego el lugar que ocupa la misma)
Uno de los conceptos fundamentales de la filosofía de la naturaleza, junto con el de tiempo. En sentido amplio, se entiende como el lugar que ocupan las cosas o como equivalente a universo. Psicológicamente es el ámbito que dominamos con nuestra percepción y equivale a la experiencia exterior. En tres ámbitos específicos se define el espacio con precisión: en matemáticas, en física y en filosofía. El espacio matemático -un continuo ilimitado de puntos vacío, homogéneo e isotrópico (que tiene iguales propiedades en cualquier dirección)- es una descripción abstracta del espacio físico. El espacio físico, según la física que tiene en cuenta la teoría de la relatividad general de Einstein, se describe como un espacio-tiempo tetradimensional, o un continuo de puntos de espacio-tiempo: un universo dotado de las tres dimensiones del espacio newtoniano más el tiempo.
En filosofía, el interés por el espacio nace del afán de precisar conceptualmente algo que, por un lado, se manifiesta como evidente y familiar a la experiencia, pero, por el otro, casi imposible de definir, a menos que se recurra a conceptos no familiares. En la filosofía griega antigua, el espacio fue tratado en relación con el problema del ser y del no ser, lo lleno y lo vacío; así en Parménides (el espacio es todo) y en los atomistas (hay el ser, distribuido en infinitas partículas, átomos, y el vacío infinito: el todo es átomos y vacío). Platón lo concibe como un receptáculo universal (khora), donde las cosas toman la forma de las ideas por obra del demiurgo, mientras que Aristóteles, por no aceptar el vacío, considera el espacio como lugar (topos) -el límite interno que envuelve a un cuerpo-, como cualidad de las cosas, o como la distribución que adquieren en el universo los cuatro elementos que tienden a ocupar su lugar natural (ver textos). La Edad Media, siguiendo en lo sustancial a Aristóteles, distinguió entre locus (el «lugar» aristotélico), situs (la extensión de las partes de un cuerpo en el lugar que ocupa, la situación) y spatium (concepto geométrico de intervalo entre dos puntos). En el Renacimiento predominan las visiones cosmológicas de tendencia platónica y pitagórica -y algunas atomísticas- que lo describen según cualidades geométricas, algunas de las cuales lo extienden al infinito (Nicolás de Cusa, Giordano Bruno). La geometrización llega con Descartes a su punto álgido, al identificarlo con la materia, res extensa -cuerpo y espacio son lo mismo- y describirlo fundamentalmente con las propiedades geométricas de la tridimensionalidad (altura, anchura y profundidad).
En tiempos de la revolución científica, dos concepciones opuestas mantienen una intensa discusión sobre la naturaleza del espacio: la concepción del espacio y tiempo absolutos y la del espacio y tiempo relativos.
Newton es el gran valedor de la teoría del espacio y tiempo absolutos, que expone en el libro III de Principios matemáticos de filosofía natural. Según él, el espacio es una extensión real, inmóvil, subsistente en sí misma e independiente de los cuerpos que la ocupan, de manera que constituye el ámbito en donde están las cosas y donde ocurren los fenómenos, sin que él mismo se vea afectado por ellos; el tiempo igualmente es una especie de marco temporal donde ocurren todos los fenómenos y que fluye con independencia de que existan o no fenómenos; ambos sirven de referencia para el movimiento inercial. Se sigue de la teoría que espacio y tiempo poseen propiedades invariables y que los cuerpos se mueven propiamente con relación a ellos más que unos respecto de los otros. Newton llama al espacio y tiempo absolutos (o los sitúa en el) sensorium Dei. Sostiene la misma opinión, su seguidor Samuel Clarke, quien inició con Leibniz una célebre polémica sobre esta cuestión.
La teoría directamente opuesta, defendida en la época de la filosofía moderna por Leibniz contra Newton y Clarke, mantiene que el espacio y el tiempo no son entidades independientes de los cuerpos ni poseen propiedades permanentes, sino que son relaciones entre cuerpos y sucesos. Se deduce de ella que el espacio, igual que el tiempo, es de naturaleza ideal. Berkeley rechazó la concepción de espacio y tiempo absolutos, como carente de significado por no ser perceptibles por la experiencia. En la misma línea escéptica, Ernst Mach sostiene que los conceptos de cosas no observables, como el espacio y tiempo absolutos de Newton, carecen de significado científico. En la actualidad, en la teoría de la relatividad de Einstein, el espacio y el tiempo son entidades relativas a un sistema inercial dado, de modo que hablar de la simultaneidad de dos acontecimientos, por ejemplo, no tiene sentido para quien no pertenezca al sistema de referencia, o esté en movimiento con relación a él.
Una concepción importante para la historia de las ideas ha sido la de Kant sobre el espacio y el tiempo, porque ha supuesto un intento, dado el carácter intuitivo de ambos elementos, de explicar su función en el espíritu humano. Para la filosofía trascendental, el espacio -igual, por lo demás que el tiempo- no es ni una sustancia, como en Descartes, ni tampoco una simple relación lógica de las cosas, como en Leibniz, sino una «forma a priori de la sensibilidad» o una «intuición pura»; en el lenguaje kantiano, una condición de la experiencia que pertenece a la constitución trascendental de la mente humana a modo de representación previa a todo conocimiento sensible. La necesidad que tiene el hombre de referirse a un espacio no le viene de la concomitancia necesaria entre cosas y espacio, sino de la imposibilidad de no poder pensar cualquier experiencia posible sin el espacio. Es una forma, porque no contiene nada empírico y es una intuición porque no es un concepto abstraído de una multiplicidad de sensaciones; sólo hay un espacio y toda sensación lo supone, porque percibir es ya conocer el espacio. La relación primaria del hombre con su exterioridad es espacial (y temporal) y ésta es también la razón de que el conocimiento fundamental de la naturaleza sea matemático, en cuanto la geometría no es sino el desarrollo de la intuición del espacio y la aritmética el del tiempo.
La concepción transcendental del espacio de Kant derivó hacia una teoría psicológica de la percepción: aquella que explica que el hombre percibe el mundo según las condiciones innatas de su sensibilidad.
Bibliografía sobre el concepto
- Davies, P.C.W., El espacio y el tiempo en el universo contemporáneo. FCE, México, 1986.
- Blanché, R., El método experimental y la filosofía de la física. FCE, México, 1980.
- Agazzi, E., Temas y problemas de la filosofía de la física. Herder, Barcelona, 1978.