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Tal como lo expone Parménides en su poema, el no ser designa lo contrario del ser. Si lo que es, es aquello que puede ser pensado y sobre lo que se puede hablar, el no ser no es y, por tanto, no puede ser pensado ni, en rigor, dicho. El camino de la verdad es la afirmación de que el ser es, y el no ser no es; y su contraria (el ser no es y el no ser, es) es el camino del error (ver texto ).

Parménides

Estas afirmaciones de Parménides fueron interpretadas de diversas maneras. Si se toman como una tesis ontológica, y a la vez se confunde el sentido existencial y el sentido atributivo del verbo ser, se cierra el paso a toda posibilidad de devenir o de cambio, ya que éste implica «dejar de ser» algo para llegar a ser otra cosa. Pero no es posible «dejar de ser», ya que ello sería afirmar el ser del no ser, o lo que es lo mismo, afirmar que se puede pensar lo impensable y afirmar una contradicción. La confusión entre el significado existencial del verbo ser (ser como existir; por ejemplo, en la afirmación: «yo soy») y su significado atributivo (ser en el sentido de «ser rojo» o «ser alto», por ejemplo: «yo soy alto») haría incluso imposible frases como: «este hombre no es alto». En cambio, si se toman desde un punto de vista meramente lógico, las afirmaciones de Parménides enuncian simplemente una tautología, que involucra el principio de identidad y el de no contradicción. Algunos sofistas, especialmente Gorgias, intentaron explorar los aspectos paradójicos de esta afirmaciones, y llegaron a afirmar que el no ser, es. Platón, para salir de las aporías a las que parecía conducir la mera posibilidad de enunciar el «no ser», y a partir de su concepción de lo mismo y lo otro y de los géneros supremos, considera el no ser como alteridad, como lo otro del ser (ver texto ). Desde esta perspectiva puede afirmar que, en cierto sentido, el no ser es, y consumar un «parricidio» contra el «padre» Parménides (ver cita). Con la teoría del cambio de Aristóteles, y con su concepción conocida como la analogía del ser, desaparece todo rastro de aporía en la noción de no ser en el pensamiento griego, y es el mismo Aristóteles el que distingue claramente el sentido existencial y el sentido atributivo del verbo ser. Así, de la misma manera que afirmar que «los pegasos son seres que tienen alas» no implica sustentar la existencia de pegasos; la afirmación «este hombre no es alto» no niega la existencia del sujeto de la oración ni afirma el no ser, sino que simplemente le niega al sujeto un determinado atributo (la altura).