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(del griego σοφιστής, sofistés, sabios, los que poseen el saber o están dotados de riqueza espiritual)

Inicialmente se había aplicado esta denominación a la mayor parte de los filósofos presocráticos. Pero, en la historia del pensamiento, después de Sócrates, Platón y Aristóteles, adquiere su significado aplicado a un amplio grupo de intelectuales, maestros y filósofos griegos de los siglos V y IV antes de nuestra era que tuvieron gran influencia y que, más que formar una escuela, compartían unos rasgos comunes como maestros de retórica y de cultura general.

En la historia de la filosofía, y debido a la gran influencia de Sócrates, Platón y Aristóteles -que se opusieron a ellos y les acusaron de ser portadores de un falso saber-, el movimiento de los sofistas se ha entendido generalmente a partir de una perspectiva despectiva. No obstante, dicho movimiento es, por una parte, expresión de una crisis de la filosofía de la época, que ya había agotado los modelos especulativos de los presocráticos sobre el cosmos y la physis, y, por otra parte, es expresión de unas nuevas necesidades educativas que permitieron la aparición de los primeros maestros de areté (virtud). Así, pues, aparte de la propia evolución interna de la filosofía presocrática, que había llegado a un cierto agotamiento de sus especulaciones y había conducido a una pluralidad de concepciones para explicar una única naturaleza (pluralidad que desembocaba en el relativismo y el escepticismo), la causa fundamental de la aparición del movimiento de los sofistas fue la evolución política de Grecia. De manera muy esquemática se puede decir que, mientras los filósofos presocráticos orientaron su pensamiento hacia la especulación acerca de la naturaleza, los sofistas abrieron el campo de la filosofía a los problemas antropológicos, es decir, la filosofía se desplazó de la physis al nomos, del cosmos a la polis. A medida que se fue reforzando la tradición democrática y que las decisiones que afectaban a la polis o comunidad se efectuaban colectivamente, fue adquiriendo cada vez más importancia el arte de hablar bien en público y de argumentar convincentemente. De ahí la necesidad de una enseñanza de la técnica retórica, y la conveniencia de investigar los fundamentos del comportamiento colectivo: la moral y las costumbres. En este sentido Grote, en su Historia de Grecia, hace una defensa apasionada de dicho movimiento. Efectivamente, en la Grecia clásica no existía un modelo bien definido ni regulado de enseñanza, y la educación tradicional se basaba en el estudio de la música (poesía, drama y, en general, todo lo vinculado con las nueve musas) y de la gimnasia (Platón señala en la República que estas enseñanzas deben ser la base inicial mínima, a partir de las cuales debe enseñarse la matemática y la dialéctica en la educación de los gobernantes). Pero las nuevas necesidades sociales surgidas en el siglo V a.C., especialmente como consecuencia del desarrollo de la democracia ateniense (y de la consiguiente necesidad de hablar bien en público), provocaron la aparición de un nuevo movimiento pedagógico que fue cubierto inicialmente por los sofistas. Posteriormente, la aparición de centros de enseñanza estables, como los de Isócrates, la Academia platónica o el Liceo aristotélico, acabaron con el movimiento de los sofistas.

De hecho sería un error pensar que los sofistas fundaran alguna especie de escuela filosófica, ya que la mayoría de ellos, aunque hay notables excepciones, no estaban especialmente interesados por cuestiones filosóficas, sino que su ocupación fundamental era la enseñanza de la retórica y la preparación para el éxito social. Dentro de este movimiento deben distinguirse aquellos autores que realmente han hecho interesantes aportaciones a la historia del pensamiento, de aquellos otros que solamente eran maestros de retórica, es decir, de aquellos individuos que, junto a su capacidad de elocuencia, unían la habilidad política y eran profesionales del discurso y maestros que enseñaban estas artes o ejercían la defensa en los juicios a cambio de una remuneración -incluso utilizando para ello todos los recursos de la retórica y argumentos falaces aunque con apariencia de estar bien construidos. Debido a que muchos de estos sofistas se preocupaban más de conseguir un triunfo dialéctico y de orientar más sus enseñanzas hacia el éxito que hacia la consecución de una verdad (que, dado su escepticismo y relativismo, consideraban inalcanzable), y debido a la mencionada opinión de Sócrates, Platón y Aristóteles, en la historia de la filosofía, el término sofista adquirió progresivamente una connotación peyorativa, y el término sofisma acabó siendo sinónimo de argumento falaz y engañador.

Cronológicamente, tomando como punto de referencia la guerra del Peloponeso, los principales sofistas se dividen en dos grandes grupos:

A) Los anteriores a la guerra:

Protágoras

Gorgias

Pródico

Hipias


B) Los posteriores a la guerra:

Trasímaco

Calicles

Antifonte

Critias


De estos dos grupos, el primero es el más innovador e importante: dirigen su investigación hacia las bases de la legitimidad de las leyes, y buscan los fundamentos racionales de la sociedad y de los valores sociales y morales. Con ello se enfrentan a lo generalmente aceptado por la tradición y crean nuevas vías de investigación. Los segundos, en cambio, tendieron más a los razonamientos sofísticos o sofismas, ya que sus intereses estaban más cercanos a la consecución de un triunfo meramente dialéctico sobre sus adversarios que a la consecución de la verdad. Además de estos autores, proliferaron muchos otros maestros de retórica sin ninguna clase de intereses filosóficos. No obstante, a pesar de las mencionadas diferencias, y a pesar de que los diferentes sofistas no forman una única escuela, en general comparten varios rasgos teóricos:

Un cierto escepticismo tanto religioso (que les conduce al agnosticismo o, en algunos, al ateísmo) como filosófico y gnoseológico.

La defensa de un relativismo cultural que pone en duda la existencia de patrones absolutos de conducta y, en algunos casos, se cuestionan la moralidad de la esclavitud.

Un relativismo y convencionalismo moral: a diferencia de los fenómenos de la physis, la moral es fruto de una mera convención. A partir de esta oposición entre naturaleza y convención social, algunos de los sofistas afirman que la única ley propiamente natural es la ley del más fuerte.

Un relativismo y convencionalismo político: los fundamentos de la polis y de la vida social no son naturales, sino convencionales, surgidos de un contrato social.

Un relativismo gnoseológico: reducción del conocimiento a la opinión. Ello les induce a adoptar en muchos casos una actitud antidogmática y a rechazar la distinción entre esencia y apariencia: el único mundo real es el fenoménico.

Su principal ocupación es la enseñanza, que efectúan a cambio de una remuneración, ya que consideran que esta tarea es propiamente un trabajo y no sólo una obligación moral (como concebía Sócrates su enseñanza).

A pesar de las opiniones negativas que ha suscitado este movimiento, en general fue un movimiento fecundo que afrontó el pensamiento de la realidad específicamente humana. También en este sentido se ha considerado el movimiento de los sofistas como la expresión de una primera etapa de Ilustración, razón por la cual se los ha comparado, a veces, con los enciclopedistas franceses del siglo XVIII. En la época moderna Nietzsche salió en defensa de los sofistas, a los que considera todavía como auténticos filósofos, antes de que se impusiera la traición representada, según él, por Sócrates y el platonismo (ver texto ).

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