(del latín genus, «origen, género», aludiendo al nacimiento)
En su uso social, división de los individuos fundada (normalmente) en las características biológicas del sexo, por las que los humanos se diferencian en «varones» y «mujeres» (prescindiendo de los hermafroditas). La distinción social de géneros, basada en estas diferencias biológicas, alude más bien a las características psicológicas y sociales que supone y exige desempeñar en la sociedad un rol o una función que, socialmente, se considera «masculina» o «femenina». Por ello, si «varón» u «hombre» y «mujer» son términos biológicos, «masculino» y «femenino» son términos preferentemente sociológicos y psicológicos. Alguien nace varón o mujer, pero la socialización impone que deben adquirirse y ponerse en práctica características masculinas o femeninas, de acuerdo con el propio sexo biológico, esto es, el individuo debe socializarse o educarse (ver texto ).
La diferenciación social por sexos varía según las diversas sociedades, las épocas y los grupos étnicos o las clases sociales, pero parece mantener como constante una cierta, y más o menos acentuada, desigualdad entre los sexos, que normalmente (según algunos, universalmente) favorece al varón. Esta desigualdad entre los géneros, que parece admitirse como un hecho natural, se relaciona con el sistema patriarcal de las sociedades.
El feminismo radical considera que la diferenciación por géneros es ante todo una desigualdad por el género. La relación del hombre con la mujer es vista, desde esta perspectiva, como una relación de dominio, opresión y violencia, y se insiste sobre todo en que el dominio del hombre sobre la mujer se manifiesta en el abuso de la sexualidad femenina (en diversas formas: prostitución, pornografía y matrimonio).
El feminismo socialista, aunque insiste igualmente en la relación entre diferenciación y desigualdad, sostiene que ésta no es sino un aspecto de la relación de clases. Aparte de esta consideración global, este tipo de feminismo se ha ocupado también del análisis de aspectos concretos del dominio del hombre sobre la mujer tanto en el trabajo asalariado como en el doméstico y, en el planteamiento de la relación entre cultura y sexualidad, ha buscado orientación en teorías psicoanalíticas.
Estudios de antropología, principalmente los de la antropóloga cultural, Margaret Mead, sostienen que las distinciones de género se basan primordialmente -en algunas comunidades primitivas- no tanto en el aspecto biológico meramente como en la interacción entre diversos aprioris culturales y la base biológica, de modo que puede afirmarse que primitivos y modernos elaboran los conceptos de masculino y femenino de forma distinta, aunque el punto de partida biológico sea el mismo.
En sentido clásico y en terminología aristotélica, género es además uno de los predicables, o predicados que pueden afirmarse de un sujeto. El género se divide en especies, añadiéndole una diferencia específica.
Ver ejemplo ↓
«Animal» se afirma tanto del animal irracional como del hombre; es el género al que pertenecen ambos, y el que determina su naturaleza de un modo necesario, aunque parcial. A su vez, la naturaleza humana está necesaria y plenamente determinada por la diferencia específica, la racionalidad, añadida al género, que es la animalidad.
Género supremo es aquel que abarca a todos los demás géneros y que no puede determinar a ningún otro género superior sirviendo como diferencia; por ejemplo, la «sustancia». Actualmente se utiliza con un sentido parecido al de clase.