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Aristóteles

El pensamiento filosófico de Aristóteles, vicisitudes, difusión e influencia en el transcurso de la historia. Sobre la filosofía aristotélica pesa la constante discusión acerca de si el conjunto de sus obras permite suponer que contienen o no un sistema filosófico, y si Aristóteles mismo dejó o no dejó nunca de ser platónico. Las investigaciones críticas de W. Jaeger ponen de relieve una supuesta estratificación de los textos aristotélicos, compuestos a lo largo de diversas etapas de la vida, que hacen difícil la homogeneidad filosófica; hay autores que sostienen que el sistema aristotélico es un platonismo velado; otros, recordando que los textos aristotélicos son lecciones de clase reelaboradas, afirman que contienen una inconsistencia fundamental: toda ciencia trata de un género; el ser no es un género, pero hay una ciencia que trata del ser (la filosofía primera).

Las interpretaciones tradicionales de Aristóteles han visto, pese a las observaciones de los peritos (metafísicos versus peritos), un sistema de pensamiento centrado en el sentido común y la experiencia, que se inicia con una crítica a la teoría de las ideas de Platón y se desarrolla como una amplia comprensión de la realidad en sus diversas estructuras fundamentales: la naturaleza, la metafísica y la ética.

Tras un primer momento de fidelidad intelectual a Aristóteles, personificado en Teofrasto, quien no obstante acentúa las tendencias naturalistas de la Escuela, comienza, con Estratón de Lámpsaco, sucesor de Teofrasto en la dirección del Liceo (288/284-274/270), un período de decadencia, que se arrastra a lo largo del período helenista, debido en parte al traslado y pérdida de las obras de Aristóteles, y que se caracteriza por ser un conglomerado de doctrinas materialistas, estoicas, epicúreas y eclécticas. La publicación, a mediados del s. I a.C., del corpus aristotelicum, por Andrónico de Rodas, es la base de un cierto renacimiento aristotélico representado por los primeros comentaristas: Boeto de Sidón, Aspasio y Nicolás de Damasco, autor que escribe En torno a la filosofía de Aristóteles. Las ideas de Aristóteles se difunden a través de comentarios de libros aislados; Alejandro de Afrodisia (s. II-III d.C.), el más célebre de todos los comentaristas, también conocido como el «segundo Aristóteles», será con el tiempo el punto de partida de una de las tendencias aristotélicas renacentistas, opuesta a la interpretación averroísta. Tras Alejandro de Afrodisia, acabada la serie de los comentaristas meramente aristotélicos, en el s. III Porfirio, discípulo de Plotino, inaugura con sus comentarios a Categorías y su Isagogé el tipo de comentarista neoplatónico, propio de las escuelas de Atenas y de Alejandría y conciliador de Aristóteles y Platón:Siriano, Ammonio, Filopón y Simplicio (s. V) y otros. Paralelamente, en el mundo romano, Boecio (s. VI), introduce los primeros escritos aristotélicos, Categorías, Interpretación, Analíticos, Tópicos, Refutaciones sofísticas, y las primeras cuestiones verdaderamente filosóficas que se debatirán durante largo tiempo en el occidente cristiano, a través también de una versión platonizante de Aristóteles. Cerrado el Liceo por Justiniano, en el año 529, los sabios griegos, sus escritos y sus interpretaciones neoplatónicas, se refugian en Irán (Persia). La filosofía árabe inicia sus contactos con la griega entre los siglos VIII-IX, primero a través de traducciones del sirio y del griego al árabe, y luego a través de comentarios e introducciones; destaca en esta labor inicial al-Kindi, el llamado «filósofo de los árabes». De dos grandes filósofos árabes, Avicena (s. XI) y Averroes (s. XII) surgen dos versiones distintas del pensamiento aristotélico, la primera platonizante y la segunda considerada fiel a las ideas de Aristóteles, que se difunden, a través de las escuelas de traductores medievales, al mundo cristiano occidental de la Edad Media. Dos momentos históricos completan la introducción de la obras de Aristóteles a occidente, iniciada con los trabajos de Boecio en el s. VI: las traducciones grecolatinas del s. XII, en las que desempeña un papel principal Jacobo Véneto, y las traducciones y revisiones críticas de Guillermo de Moerbeke, en la primera mitad del s. XIII.

Aceptadas de buen grado las obras lógicas y éticas de Aristóteles entre los filósofos escolásticos, la física y la metafísica provocaron su rechazo inicial por la idea aristotélica de la eternidad del mundo y la interpretación averroísta del entendimiento, hasta el punto de que fueron prohibidas en París. Tomás de Aquino, que dispone de las traducciones de todas las obras de Aristóteles hechas por Guillermo de Moerbeke, combate intensamente el llamado averroísmo latino, en busca de un uso cristianamente correcto de las ideas fundamentales de Aristóteles. Con el tiempo, el tomismo se convertirá en el armazón conceptual principal, aunque no único, del pensamiento filosófico cristiano. Las condenas de 219 tesis averroístas (la mayoría de Siger de Brabante y algunas de Tomás de Aquino), hechas en 1270 y 1277 en París por el obispo Esteban Tempier, suponen un declive temporal del aristotelismo, que no obstante domina plenamente en las universidades medievales a finales del s. XIII. En 1366 la licenciatura en una facultad de artes exigía conocer todas las obras de Aristóteles.

En el s. XIV se inicia, sobre todo por obra de Juan Duns Escoto, una reinterpretación de Aristóteles en la línea avicenista, que no guarda relación con la interpretación tomista; Guillermo de Occam, por su parte, separa claramente los dominios de la filosofía y la teología, y los filósofos prefieren ya el estudio de la lógica, las matemáticas y la filosofía de la naturaleza al de la sola metafísica de inspiración aristotélica. En las universidades de Oxford y París se plantean problemas a las soluciones dadas por Aristóteles al movimiento de los cuerpos de los proyectiles, pero su interés por las ciencias de la naturaleza se inspira en la física aristotélica. Con el Renacimiento, surge un nuevo interés por Platón, iniciado por Jorge Gemisto Plethon, llamado «Platón redivivo», que introduce en Italia el gusto por Platón, al que se adhieren muchos humanistas que rechazan el escolasticismo medieval. El rechazo del escolasticismo se da también en los autores aristotélicos renacentistas, en la tendencia averroísta de la escuela de Padua (la interpretación sobre el entendimiento activo) y la tendencia alejandrista de P. Pomponazzi (que insiste en la mortalidad del alma), tendencias que acaban por fundirse en una sola. En el s. XVI se produce una renovación de la escolástica y del aristotelismo, por obra del jesuita español Francisco Suárez.

La revolución científica de los siglos XVII y XVIII halla en el aristotelismo el modelo de ciencia que ha de combatir la nueva ciencia moderna, y tanto el racionalismo como el empirismo construyen sistemas de pensamiento que no se fundan en presupuestos aristotélicos, que critican claramente. Tampoco Kant parece apreciar otra cosa de Aristóteles que la lógica, que cree completa desde su época; el idealismo alemán lo ignora, a excepción de Hegel, que lo reivindica frente a Platón, en Lecciones sobre la historia de la filosofía. La revitalización, más bien ocasional, del pensamiento aristotélico, producida en los siglos XIX y XX ha tenido diversas orientaciones. Pueden distinguirse, según G. Reale, la orientación idealista-espiritualista, de la que es representante principal Hegel, la positivista, de la que es ejemplo el filósofo e historiador austríaco Theodor Gomperz (1832-1912), la heideggeriana, iniciada por F. Brentano y Heidegger, la neoescolástica, con un centro de estudios aristotélicos en Lovaina, en la que destaca A. Mansion y, en Canadá, J. Owens, y la histórico-filológica, cuyo representante más destacado es W. Jaeger.

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