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(del latín, humanitas, humanidad, naturaleza humana [en Cicerón, cultura del espíritu, en un sentido semejante al de paideia en griego], o bien de humanus, lo que concierne al hombre)

En general, toda doctrina que se interesa básicamente por el sentido y el valor del hombre y de lo humano, tomándolo como punto de partida de sus planteamientos. El término, no obstante, se aplica a tres momentos históricos distintos: al fenómeno sociocultural de los siglos XIV y XV, conocido como «humanismo del Renacimiento», al «nuevo humanismo» del período del clasicismo y del romanticismo alemán de los siglos XVIII y XIX y a los «humanismos contemporáneos», basados en sistemas filosóficos más generales y de orientación fundamentalmente ética.

El primer humanismo se caracteriza no sólo por el renacimiento y el cultivo de los studia humanitatis o de los studia humaniora, a saber, los estudios de gramática, dialéctica, retórica, historia, poética y ciencias morales, basados en el cultivo de la filología y el aprecio del texto clásico, en latín y griego -alejándose así de la tradición Escolástica y la filosofía árabe-, sino también por un nuevo concepto de «hombre», más acorde con los nuevos ideales cívico-humanos de la aristocracia comercial en cuyo ambiente nace, alejado de los modelos eclesiásticos y nobles o caballerescos de «hombre» y del modelo medieval de mundo, y que pretende inspirarse en la antigüedad clásica. Este humanismo renacentista recuerda y renueva los antiguos ideales clásicos de cultura de la antigua humanitas romana o de la paideia griega.

Francesco Petrarca

Como humanistas destacan, en Italia, cuna del humanismo, Francesco Petrarca (1304-1374), considerado el primero de los humanistas, Coluccio Salutati (1331-1406), Leonardo Bruni (1370/74-1444), Poggio Bracciolini (1380-1459), Leon Battista Alberti (1404-1472),Lorenzo Valla (1407-1457) y, sobre todo, Marsilio Ficino (1433-1499) y Pico de la Mirandola (1463-1494). Fuera de Italia, son humanistas notables Nicolás de Cusa (1401-1464), John Colet (ca. 1467 -1519), Thomas More(1486-1535), Erasmo de Rotterdam (1467-1537), Luis Vives (1492-1540) y Pierre de la Ramée (Petrus Ramus, 1515-1572).

La «vuelta a lo clásico», con sus nuevos valores de interés por la naturaleza y el naturalismo, el individualismo, el rechazo de la autoridad, valoración de la historia, interés por la cultura y el saber, se repite una segunda vez cuando, tras la Ilustración, y como reacción a ésta, surge un nuevo humanismo impulsado por el neoclasicismo romántico alemán del s. XVIII y XIX, y que halla su expresión sobre todo en Johann Winckelmann (1717-1768), Friedrich Schlegel (1772-1829), Johann Gottfried Herder (1744-1803), Friedrich Schiller (1759-1805), Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) y Wilhelm von Humboldt (1767-1835). De esta época es el término «humanismo» acuñado por F.J. Niethammer hacia 1808. A este nuevo humanismo atribuye H.G. Gadamer la configuración de los «conceptos básicos del humanismo»: el concepto de formación, el proceso por el cual se adquiere la cultura del espíritu, en contraposición a la adquisición de la «mera» ciencia (ver texto ); el sentido común, como opuesto a la sola razón, que es defendido por el renacentista Vico, quien apela al ideal de sabio de la antigüedad en oposición también al simplemente erudito, o al saber práctico de Aristóteles en oposición al saber técnico, y que define como «sentido que funda la comunidad» (ver texto ); la capacidad de juicio, capacidad de juzgar, íntimamente relacionada con el sentido común, acerca de juicios morales y estéticos (ver texto ); y el gusto, concepto más moral que estético (ver texto ). Esta noción integral de «formación», es el elemento constitutivo esencial del nuevo concepto de «humanidad» que surge en el s. XVIII y cristaliza en las llamadas ciencias del espíritu del s. XIX.

Los humanismos contemporáneos, a su vez, se inscriben en la línea de las ciencias del espíritu, pero se apoyan propiamente en el esquema hegeliano de la idea que se constituye a sí misma a lo largo de la historia. Por eso, la filosofía sobre el hombre se desarrolla ahora como parte fundamental, o como la totalidad, de un sistema filosófico, cuyo objetivo principal es destacar el valor y la dignidad del hombre como individuo que construye por sí mismo su propio sentido. Los principales humanismos contemporáneos son el marxismo, el existencialismo y el personalismo.

Para el marxismo, que afirma ser una «inversión» del idealismo de Hegel, no es la idea lo que se hace a lo largo de la historia, sino el hombre que, ligado inicialmente a la naturaleza, se desvincula de ella transformándola y transformándose con el trabajo y es, por ello, creador de su propia naturaleza que, en la etapa capitalista, resulta alienada y alienante por el modo de producción; la alienación, el trabajo enajenado, falsea el propio sentido del hombre y las relaciones con los demás (ver texto). La labor desalienante que el hombre ha de emprender consiste en hallar, por la praxis revolucionaria, nuevas relaciones sociales de producción que no supongan ninguna explotación del hombre por el hombre; el resultado logrado a nivel social es el nuevo «hombre total».

La noción, y hasta la expresión, de «humanismo marxista» fue criticada por Althusser, que la considera un «asalto de la ideología burguesa al marxismo». A su entender, el humanismo es ideología e insiste en afirmar la existencia de un corte epistemológico entre el Marx de los Manuscritos, de influencia hegeliana, y el Marx de El capital, y más en concreto de Crítica al programa de Gotha (1875) y de Notas sobre Wagner (1882), obras en que ya no quedan vestigios de Hegel (ver cita).

Louis Althusser
Jean Paul Sartre

Para Sartre, el existencialismo es justamente un humanismo porque hace posible la vida humana y la fundamenta en la subjetividad del hombre (ver cita). A su entender, el hombre es lo que él decide ser libremente, no habiendo esencia alguna humana a la que deba asimilarse: «el hombre es lo que hace». Más tarde, hacia los años setenta une existencialismo y marxismo -cuando ya «su sombra [del marxismo] oscurece a la historia»-, considerando que éste es, pese a todo, la filosofía de nuestro tiempo no superada aún por ninguna otra y sosteniendo, por otro lado, que la interpretación del hombre hecha desde la situación concreta de su clase es una manera adecuada de llegar a la existencia del hombre individual, visto «en la materialidad de su condición» (ver cita).

En alguna medida los humanismos filosóficos suponen una metafísica del sujeto, o de la subjetividad; contra tal metafísica humanista replica Heidegger, en Carta sobre el humanismo (1947), que se trata de una muestra más del olvido de la verdadera pregunta por el ser.

El pensamiento filosófico cristiano, católico y protestante, por su parte, ha intentado elaborar cierto humanismo de signo cristiano recurriendo básicamente a la perspectiva existencialista. El Humanismo integral (1936), de Jacques Maritain, se inspira no obstante en la tradición aristotélico-tomista.


Bibliografía sobre el concepto

  • Mondolfo, R., Figuras e ideas de la filosofía del Renacimiento. Losada, Buenos Aires, 1968.
  • Santidrián, P.R. (ed.), Humanismo y Renacimiento. Alianza, Madrid, 1986.
  • Burkhardt, J., La cultura del Renacimiento en Italia. Iberia, Barcelona, 1971.
  • Lessing, G. E., La educación del género humano. Azul, Madrid, 2008.
  • Garin, E., La revolución cultural del Renacimiento. Crítica, Barcelona, 1984.
  • Nussbaum, M., Las mujeres y el desarrollo humano. El enfoque de las capacidades. Herder, Barcelona, 2012.
  • Castenedo, C., Psicología humanística norteamericana. Herder, Barcelona, 2006.

Relaciones geográficas

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