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Nacimiento:14 abril 1126en CórdobaMuerte:10 diciembre 1198en Marrakech

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(del árabe Ibn Rushd o Aven Rushd)

El más importante de los filósofos árabes de la Edad Media, conocido como «Averroes» por los latinos, nació en Córdoba, de familia de juristas. Adquirió una erudición enorme, que abarcaba todos los campos del saber: teología, derecho, poesía, medicina, matemática, astronomía y filosofía; ejerció el cargo de qadi (juez) en Sevilla y fue médico, desde 1182, en la corte de Abû Ya'qûb Yûsuf, rey almohade, quien le encargó comentar las obras de Aristóteles. Sus enemigos consiguieron hacerle caer en desgracia ante el hijo y sucesor de Yûsuf, al-Mansûr, que lo exilió a Lucena, cerca de Córdoba; murió en Marruecos, pero sus restos fueron trasladados a Córdoba.

Escribió tres tipos de obras: Grandes comentarios (o comentarios literales sobre los textos de Aristóteles), Comentarios medianos (donde con un estilo más de su tiempo cita sólo las primeras palabras de los textos) y Resúmenes y Epítomes, que son explicaciones aristotélicas breves, pero más personales (en las que critica a sus antecesores; a Avicena, por ejemplo). Impuso tal rigor en sus comentarios que no sólo le merecieron el sobrenombre de «el comentador» (de Aristóteles), sino que se impusieron entre los escolásticos latinos, entre ellos Tomás de Aquino, como modelo de comentario. Su fama, no obstante, se debe sobre todo a la manera como plantea la relación entre filosofía y teología, y a su oposición a la reacción teológica protagonizada por Algazel, contra quien escribió Incoherencia de la incoherencia, conocida en latín como Destructio destructionum [Destrucción de la destrucción].

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Según su Tratado decisivo sobre el acuerdo entre filosofía y religión,los hombres se dividen en tres clases: la clase «retórica» de los incapaces de interpretar el texto sagrado y capaces sólo de entender la predicación; la clase de los «dialécticos», esto es, los capaces de argumentar lógicamente a partir de premisas sólo probables, y la clase de los «filósofos», capaces de una auténtica interpretación a partir de demostraciones verdaderas. Hay, por lo mismo, una sola verdad del texto sagrado, aunque accesible según dos sentidos: unos (los retóricos) acceden sólo a su sentido literal y manifiesto, mientras que las otras dos clases de hombres acceden a su sentido profundo y oculto. Los teólogos son los maestros de la fe, pero no añaden nada propio en su comprensión, y si divulgan el sentido oculto no causarán más que despropósitos. De ahí que se le atribuyera durante el s. XIII en las discusiones escolásticas, la teoría de la doble verdad, que en realidad no sostuvo.

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Sí sostuvo, al parecer, la tesis del «entendimiento separado», constituido tanto por el entendimiento agente como por el entendimiento pasivo. Ambos son independientes del individuo, no engendrados y únicos para toda la humanidad, y ninguna de ellos es forma sustancial del cuerpo; actúan de forma distinta en el acto de conocer o en la formación de conocimiento en el hombre: el entendimiento agente actúa como forma o acto que suscita el conocimiento de lo inteligible, y el paciente o material (hílico) como capacidad o potencia de entender. Para Averroes, la ciencia o el conocimiento -que explica de forma muy compleja- es un proceso de adquisición (el «entendimiento adquirido», de Alejandro de Afrodisia) de esta fusión del entendimiento agente con el paciente, a modo de materia y forma; un proceso ideal en el que la adquisición completa del conocimiento supone la pérdida de la propia individualidad (y la ganancia de un yo común). A esta especie de alma o entendimiento universal llamó Leibniz «monopsiquismo». Las doctrina de Averroes sobre el entendimiento separado son tradicionalmente confusas; los escolásticos las entendieron como una afirmación de que el hombre no es personalmente inmortal. Esta afirmación, junto con la de la eternidad del mundo y la acusación de mantener la doctrina de la doble verdad, configuraron el denominado averroísmo latino. Averroes ejerció una enorme influencia en todos los comentarios aristotélicos de los s. XIII al XVII.

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Bibliografía

Del autor

  • Averroes, Corpus Commentariorum Averrois in Aristotelem. Medieval Academy of America, Cambridge, 1949.
  • Averroes, Destrucció de la destrucció. Laia, Barcelona, 1991.
  • Averroes, Epítome de Física. , Madrid, 1987.
  • Averroes, Epítome del libro sobre la generación y la corrupción. , Madrid, 1992.

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