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Nacimiento:1 enero 1098en AlzeyMuerte:1 enero 1179en Eibingen

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Escritora alemana, mística y visionaria, abadesa de un monasterio benedictino a orillas del Rin, nacida en Alzey; décimo hijo de una familia noble y numerosa, formada por Hildeberto de Bermersheim y su esposa Matilde, del Palatinado, es una de las místicas medievales más importantes. Educada desde los ocho años en el monasterio de Disibodenberg, cerca de Alzey, en la diócesis de Maguncia, en el que convivían por aquel entonces una comunidad masculina y otra femenina, aprendió las siete artes liberales y el latín de la Biblia Vulgata y se familiarizó con las lecturas de los Padres de la Iglesia. A la muerte de Jutta von Sponheim, la abadesa que la había acogido en el monasterio en 1136, Hildegarda fue elegida superiora. A sus 43 años, tal como ella explica, tuvo visiones místicas importantes, que son origen de su primera obra, Scivias (1141-1151), en latín «conoce los caminos (del Señor)». La lectura en público de los escritos de Hildegarda, efectuada por el mimo papa, en el sínodo de Tréveris (1147), preparación del concilio de Reims, convocado por Eugenio III, monje cisterciense, hizo exclamar a san Bernardo de Claraval que «había de guardarse mucho de apagar una luz tan admirable animada por la inspiración divina». El papa le concede permiso para trasladarse (1148-1150) a vivir al monasterio de Rupertsberg, muy cerca del puerto de Bingen, acompañada del monje Volmar y de la monja Richardis, que la ayudan a redactar sus escritos. Después de 1160, emprende frecuentes viajes durante los cuales predica en las catedrales más famosas de su tiempo; hasta los clérigos le pedían afanosamente sus sermones escritos. En Bingen, entre 1158 y 1163, escribe su segunda obra, Libro de los méritos de vida, en la que narra sus visiones, y hacia 1163 inicia su tercera obra, Libro de las obras divinas, la más acabada y sorprendente. Compone, además, más de setenta sinfonías y dos tratados de medicina, que resultan ser los dos únicos tratados de medicina escritos en occidente durante el siglo XII: Physica, o Libro de medicina simple, y Causae et curae, o Libro de medicina compleja; sorprenden por el notable conocimiento de la naturaleza que suponen. Es consultada como consejera por obispos, abades, sacerdotes, gente llana, nobles y hasta el mismo emperador Federico Barbarroja; se cartea con san Bernardo y con los papas de la época. En 1165, funda un nuevo monasterio, Eibingen, donde pasa sus últimos años y donde se halla su tumba.

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En su primera obra importante, Scivias, describe la historia de la humanidad como una historia de salvación, mientras que las visiones místicas del Libro de las obras divinas insisten, como idea recurrente, en la posición central que ocupa el hombre en el universo. El alma del mundo platónica, identificada por la escuela de Chartres con la tercera persona de la Trinidad cristiana, es para Hildegarda el principio de una unidad cósmica que abarca tanto al hombre como al universo, y que pone en relación todos sus elementos: movimientos planetarios, vientos, energías, elementos de la naturaleza y del cuerpo humano y plantas; la viriditas, que es tanto verdor como energía, savia que recorre el interior de todo ser viviente, es para el hombre vida y germinación, lo mismo que para las plantas: es la misma acción de Dios que vivifica el mundo (ver cita). El hombre ocupa el centro de este cosmos unificado y vivo. A diferencia, no obstante, de la concepción platónica antigua, que separa estrictamente ambos mundos, el platonismo místico medieval ve en la experiencia interior del hombre el medio de llegar a conocer la realidad externa («El hombre es la consumación de las maravillas de Dios»), por eso, puede verse, en la imagen que ofrece la tercera visión del Libro de las obras divinas, un anuncio del homo mensura de Leonardo da Vinci. Este platonismo de Hildegarda es el que revivirá en el Renacimiento.

La forma unitaria de entender la naturaleza, la libertad e indiferencia con que distribuye los rasgos masculinos y femeninos en la naturaleza (los elementos fuego y aire, más elevados, son masculinos y los más bajos, agua y tierra, femeninos, pero a veces esta relación se invierte) y hasta en la divinidad (a la que atribuye tanto rasgos masculinos como femeninos), su comprensión de la mujer no como sexo débil, sino como ser mollioris roboris, de fuerza más suave que la del hombre, hacen de Hildegarda de Bingen una figura atractiva en los ámbitos de la ecología y del feminismo. En estos últimos tiempos, se ha despertado un notable interés por la medicina hildegardiana.

Obras:

Ediciones parciales en Migne, Patres latini 197, París 1882.

Scivias, ed. por A. Führkötter y A. Carlevaris, en Corpus Christianorum continuatio medievalis, 43, 43A, 1978.

Flanagan, S., Hildegard of Bingen, 1098-1179. A visionary life, Londres-Nueva York 1990.

Bibliografía

Del autor

  • Primavesi, A., Del Apocalipsis al Génesis. Ecología, feminismo, cristianismo. Herder, Barcelona, 1995.
  • Hildegarda de Bingen, Libro de las obras divinas. Herder, Barcelona, 2009.

Sobre el autor

  • Cirlot, V., Hildegard von Bingen y la tradición visionaria de Occidente. Herder, Barcelona, 2005.
  • Feldmann, Ch., Hildegarda de Bingen. Una vida entre la genialidad y la fe. Herder, Barcelona, 2009.

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