Gran figura de la escolástica incipiente, nacido en Le Pallet, cerca de Nantes (se le llamó Peripateticus palatinus), fue discípulo de Guillermo de Champeaux, Roscelino y Anselmo de Laón, grandes maestros de su tiempo.
En la colina de santa Genoveva, en París, fundó su propia escuela que rápidamente se vio frecuentada por estudiantes de todas partes. Maestro famoso en esta época, pero «ligero de corazón», como él mismo dice, tuvo una turbulenta historia de amor con Eloísa, discípula suya. Dotado de penetrante ingenio lógico y dialéctico, mantuvo en la cuestión de los universales una postura más bien nominalista, por cuanto no daba al universal otra existencia real que la de los individuos de los que se predicaba y de los que era signo o nombre.
Según él, los universales no son ni cosas (res) ni simples fonemas (voces), sino nombres (nomen, sermo) con significado, teoría que puede considerarse precursora de las teorías de Guillermo de Occam, en cuanto trata los universales como entidades lingüísticas y lógicas. Su afirmación, ambigua en realidad, de que en ética lo que más cuenta es la intención o la conciencia le acerca también en cierto modo a Kant. Bernardo de Claraval, reformador del Císter, se opuso decididamente al enfoque dialéctico y racionalista de la filosofía de Abelardo, y los sínodos de Soissons (1121) y de Sens (1140) condenaron algunas de sus tesis teológicas.
Bibliografía
Del autor
- Abelardo, Pedro, Opera. edit. V. Cousin, Paris, 1849.
- Abelardo, Pedro, Ética, o libro denominado Conócete a ti mismo. Aguilar, Buenos Aires, 1971.
Relaciones geográficas
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