(del latín res, cosa, objeto, realidad)
En general, lo que es o existe de un modo actual u objetivo, por oposición a lo que es una apariencia, una ilusión o una ficción, o a lo que es meramente posible o ideal, o subjetivo. Normalmente, y desde el sentido común, se entiende que lo real es aquello que pertenece al mundo en que vivimos y, por tanto, lo que existe en el espacio-tiempo. Pero la aplicación rigurosa de esta noción espontánea lleva a confundir lo real con lo «independiente» de la mente o con lo material o lo empírico, es decir, aquello que puede ser conocido por los sentidos, con lo que dejarían de tener realidad muchas de las cosas por las que los hombres se interesan y hasta luchan. De hecho, lo real debe definirse en consonancia con los presupuestos ontológicos y epistemológicos desde los que se define ser, ente u «ontológico» o realidad en general, esto es, ha de entenderse desde una teoría determinada, pero sobre todo ha de poder diferenciarse de lo que se considera simple apariencia. Para muchos, y en primer lugar para Aristóteles (ver cita), el estudio de lo real incumbe a la metafísica, que trata de lo que existe en cuanto existe, y de la que cabe esperar que dé criterios para distinguir lo que existe de lo que sólo parece existir. El uso de «parecer» por oposición a «ser» no sólo es de sentido común, sino que es también una tradición constante en la filosofía. La filosofía griega, desde los presocráticos a los grandes sistemáticos, como Platón y Aristóteles, plantea la cuestión fundamental de qué hay que entender por «real», ya sea como arkhé (ἀρχή), forma, sustancia o átomos. Heráclito y Parménides son modelos iniciales y opuestos en el planteamiento del problema: lo que hay es pura apariencia, o, al contrario, esta pura apariencia es realmente lo único que puede conocerse y lo que, por esto mismo, es. Platón construye su teoría de las ideas para combatir el punto de vista del sofista Protágoras, según el cual las cosas son lo que al hombre le parece que son. En todo caso, la historia de la filosofía enseña que la cuestión de qué es real se responde desde una teoría del conocimiento. Aunque siempre ha sido evidente que lo que las cosas son se conoce forzosamente desde una cierta perspectiva, a saber, la que ofrece la percepción, la propia experiencia, el conocimiento previo y hasta la propia época. Berkeley es el primero en destacar que el ser de las cosas se manifiesta sólo en la apariencia, esto es, en el fenómeno; hasta el punto de que lo real no es más que lo que aparece: «ser es ser percibido». Kant hace consistir, en el aparecer del fenómeno, la configuración misma de la experiencia, en el sentido de que conocer algo es poder constituirlo en objeto de experiencia, según las condiciones de posibilidad que el propio sujeto determina; lo que la cosas son ya no puede quedar separado ni del percibirlas ni del entenderlas, pero tampoco del poder percibirlas y poder entenderlas. El idealismo alemán posterior extrema al máximo la producción de la realidad por el espíritu: «todo lo racional es real y todo lo real es racional» (ver cita). El «nuevo realismo» y el realismo crítico de comienzos de siglo intentan desenmarañar la red compleja entre lo real y lo percibido. La filosofía analítica, la filosofía del lenguaje y las nuevas teorías epistemológicas de filosofía de la cienciareplantean el problema de la realidad, y buscan nuevos criterios de decisión para determinar cuándo puede decirse que un enunciado (empírico) es verdadero (manera epistemológica de decidir sobre lo que se entiende por «real»).
Aunque el sentido común percibe que lo real es lo empíricamente observable(ver texto), no sólo lo empíricamente observable es real. Por esto es preciso contar con otros criterios para determinar qué cosa podemos llamar real. Llamamos «real» no sólo a lo que está obviamente presente a los sentidos, sino a todo aquello cuya existencia externa podemos determinar como objetivamente independiente de nuestro pensamiento y de nuestra observación a través de una verificación intersubjetiva. De este modo, no sólo son reales los objetos externos, sino (por lo menos algunas de) sus propiedades (ver realismo científico) y sus principios materiales internos; no sólo existe realmente, por ejemplo, la mesa, sino -y hasta quizá más- los elementos químicos que la componen y las partículas atómicas y subatómicas a que se reducen sus elementos químicos. Resulta problemático y controvertido afirmar la existencia de universales y entidades teóricas o sostener que a las leyes de la naturaleza corresponden regularidades realmente existentes independientes de toda convención o construcción humanas. En esto tienen la palabra no sólo los diversos sistemas metafísicos y epistemológicos, sino también los diversos grados de realismo científico, de modo que no puede simplemente afirmarse que lo real se identifique sin más con lo físico, material o empírico. Sobre esto, es útil considerar la distinción que hace Karl R. Popper sobre mundo 1, mundo 2 y mundo 3 (ver texto).
La filosofía, por lo demás, no se cierra a la posibilidad de considerar reales las entidades metafísicas.