Atributo que se puede predicar de todos los individuos de una misma especie, y sólo de ellos, aunque no forma parte de su definición. Por ejemplo, según Aristóteles, la posibilidad de aprender a leer y escribir es una propiedad del hombre, pero dicha propiedad no entra a formar parte de su definición. La propiedad, entonces, es aquello que sin expresar la esencia de un objeto de una determinada clase, sólo le pertenece a él. No obstante, la propiedad aparece unida de alguna manera a la esencia ya que, siguiendo el mismo ejemplo, la propiedad «aprender a leer y escribir» y la esencia «ser hombre» son recíprocas: si se es hombre, se puede aprender a leer y escribir, y si se puede leer y escribir, se es hombre. No obstante, además de este significado que tiende a ligar la noción de propiedad con la de esencia (aunque sin confundirse con ella), Aristóteles mismo concibe a veces la noción de propiedad como más próxima a la de accidente. Así, distingue entre la propiedad en sí (que distingue una cosa respecto de otra: ser hombre es ser animal mortal, pero capaz de conocimiento y ciencia); las propiedades perpetuas (todo ser vivo tiene la propiedad de estar formado por cuerpo y alma); las propiedades temporales (para un hombre, el poder pasearse) y las propiedades relativas que distinguen una cosa respecto de otra de manera relativa (ser bípedo, respecto a ser cuadrúpedo).
Porfirio distinguió cuatro significados de esta noción:
1) lo perteneciente a una especie, pero no a todo individuo de ella (por ejemplo, ser filósofo o practicar la medicina, que sólo pertenece a la especie humana, pero no a todo hombre);
2) lo perteneciente a todos los individuos de una especie pero no a una sola especie (por ejemplo, ser bípedo);
3) lo perteneciente a una sola especie pero sólo en un momento determinado (por ejemplo, el encanecimiento de los cabellos en la vejez);
4) el conjunto de los otros tres significados: lo que pertenece a toda una especie, sólo a ella y siempre (por ejemplo, la propiedad de poder reir, que es específicamente humana).
Kant, por su parte, consideró que las propiedades de las cosas no pueden derivarse de su esencia, de ser así, podríamos obtener analíticamente las propiedades de todos los conceptos. En cambio, Kant piensa que para conocer una propiedad de algo, de la sustancia, por ejemplo, es preciso salir fuera de su mero concepto. El conocimiento de la propiedad «ser permanente», inherente a la sustancia, no se obtiene por mero análisis del concepto de sustancia, sino que implica la necesidad de una síntesis. Sólo a través de una intuición pura a priori pueden conocerse las propiedades de una cosa (ver predicables).
A diferencia de la mera posesión, que es un estado de hecho, la propiedad se concibe como un derecho de usar y disponer de una cosa, solamente limitado por las leyes que, en determinadas sociedades, le imponen límites (por ejemplo, a través del derecho de expropiación para un beneficio público). En la filosofía política se ha considerado la propiedad bien como un derecho natural básico de la humanidad (tal es el caso de Locke, por ejemplo, y de muchos iusnaturalistas), que fundamenta el pacto o «contrato social», cuya misión es la salvaguardia de este derecho, o bien se ha considerado como el origen de toda desigualdad social y germen del mal social (Rousseau, o Proudhon que declaraba que «la propiedad es un robo»). Para Marx, la propiedad privada debe restringirse a los bienes de consumo, mientras que la propiedad de los medios de producción, dado el carácter social de ésta, debe ser colectiva. Por otra parte, en la medida en que considera que sólo el trabajo es fuente de valor, también considera que sólo él puede fundamentar la propiedad. Por ello, el capitalista, que se apropia de la plusvalía generada por el obrero, efectúa un auténtico latrocinio.