(del latín accidens, lo que sucede, que traduce de alguna manera el griego symbebekós, participio perfecto de symbaino, suceder)
Término que en filosofía escolástica se aplica a las diversas determinaciones de la sustancia ya existente y que procede del esquema explicativo de «sustancia y accidente», con el que Aristóteles intenta crear una terminología adecuada para poder hablar del cambio de las cosas: sujeto, o sustancia, es aquello que permanece en el cambio- a menos que se trate de un cambio sustancial-, y es lo que propiamente le incumbe a la cosa por naturaleza (kath'autó), mientras que los accidentes son el resto de modificaciones o alteraciones que pueden darse o no en la sustancia, porque no pertenecen necesariamente a su esencia (katá symbebekós). «Sustancia» es lo que es un ser y «accidente», una manera de ser. En consecuencia, lo accidental es aquello que no expresa ni la naturaleza ni la definición de algo y que le pertenece como simple cuestión de hecho. Así, al hombre le es sustancial tener inteligencia, mientras que le es accidental ser músico.
La función de los accidentes ha variado a lo largo de la tradición filosófica. De ser simples apariencias o manifestaciones del ser de algo, que se define propiamente como naturaleza o sustancia, pasan a ser en la filosofía moderna equivalentes de la misma sustancia: para Descartes, el espíritu es pensamiento y la materia, extensión. Los empiristas, tras identificar los accidentes con las cualidades primarias y secundarias de la sustancia, mantienen finalmente que no hay otra sustancia que el «haz» de cualidades que se presentan a los sentidos.