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(del latín conceptus, de concipere, «concebir»; en la tradición filosófica latina, «lo concebido por la mente»)

En un sentido amplio, equivale a «idea general» o «idea abstracta». Según lo entiende la filosofía tradicional, es el resultado del proceso de abstracción, por el que el sujeto (que conoce) logra una representación mental del objeto (conocido) de un modo general y abstracto. Un concepto se distingue de una imagen en que ésta posee características concretas comunes con algún objeto determinado, mientras que el concepto sólo contiene características generales, esenciales y definitorias, obtenidas por abstracción. La imagen mental de una montaña contiene la forma de alguna montaña, mientras que el concepto sólo posee las características definitorias que se aplican necesariamente a cualquier montaña: «cumbres elevadas», por ejemplo. No sólo son los conceptos resultado de un proceso cognoscitivo, sino que, además, según la interpretación tradicional, como representación mental que son, son necesarios para pensar las cosas, en el sentido de que sólo el concepto posee la suficiente determinación que hace posible el reconocimiento y comprensión de lo percibido por los sentidos. Así, el concepto de «flor» se obtiene, evidentemente, por abstracción de la experiencia de muchas flores observadas; pero, una vez en la mente, es también el conjunto de características mentales con el que puede decidirse si el objeto contemplado es, pongamos por caso, una flor, un fruto o las hojas de una planta; o el criterio que utilizamos para aplicar los nombres a las cosas. Los conceptos sirven, según la larga tradición que empieza en Platón, para «reconocer» adecuadamente los objetos de la experiencia, de suerte que, su relación con las cosas va en una doble dirección; en expresión de Kant: conceptos sin experiencias son vacíos, y experiencias sin conceptos son ciegas. En última instancia, son los herederos y los representantes de las antiguas ideas platónicas o de las formas aristotélicas. Se discute acerca de su grado de realidad: el realismo conceptual les da cierta entidad independiente de la mente y de los objetos individuales, mientras que el nominalismo afirma que, al existir sólo objetos individuales, la generalidad del concepto no es más que mental. En la filosofía actual, sobre todo la de orientación analítica, los conceptos son el elemento conceptual que media entre el signo lingüístico y el significatum o cosa significada por el signo.

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Así, en el triángulo lingüístico de Ogden y Richards, el concepto ocupa el vértice B, que representa el «contenido», o también el «sentido» (Frege), la «intensión» (Carnap) o la «imagen mental» (Saussure) del término, que es el signo, o mejor, el significante, y que se refiere a una cosa u objeto, el significatum. Se le relaciona, por consiguiente, con el sentido o significado.

Los conceptos, entendidos como significados, se refieren a un mundo exterior, del que representan objetos (conceptos de nombres) y propiedades (conceptos de predicados o atributos). Los tipos principales de los conceptos de nombres se refieren a entidades singulares (Sócrates), colectivas (Unión Europea), generales (caballo), universales (sustancia), concretas (Venus de Milo) y abstractas (belleza). Los conceptos de propiedades se refieren a cualidades o a relaciones. Unas («filósofo», por ejemplo, en «Sócrates es filósofo») y otras («más importante que», por ejemplo, en «Sócrates es más importante que Anaxágoras») pueden llamarse predicados de la oración, proposición o enunciado, y la tradición ha distinguido, sobre todo a las primeras (aunque también a todo concepto de nombre abstracto, universal y general), con el nombre de universales.

Desde el punto de vista de la lógica, a los conceptos, en cuanto contenido conceptual de los términos, les competen las dos propiedades fundamentales de la extensión y comprensión. La explicación que Gottlob Frege da de los conceptos aclara su naturaleza predicativa. Así como, en la realidad, lo que hay se divide en objeto o función, toda expresión del lenguaje o es un nombre (que designa o se refiere a un objeto) o es una expresión functorial (que designa o se refiere a una función). De modo que, en el enunciado «César conquistó las Galias», «César», es el nombre de objeto y conquistó las Galias» es la expresión functorial. El espacio vacío admite diversas variables: todos los nombres de objetos que hagan verdadero el enunciado (en este caso, sólo uno). Por eso define Frege los conceptos como «una función, cuyo valor es siempre lo verdadero».


Bibliografía sobre el concepto

  • Oncina, F., Palabras, conceptos, ideas. Estudios sobre historia conceptual. Herder, Barcelona, 2010.
  • Humphrey, N., Una historia de la mente. Gedisa, Barcelona, 1995.