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Término aparecido durante el siglo XVII que designa una concepción filosófica reduccionista, según la cual toda realidad es entendida en base a los modelos proporcionados por la mecánica, y que la interpreta solamente en base a las nociones de materia y movimiento local. Si, además de teoría explicativa, sustenta que lo real es una inmensa máquina, entonces, no solamente es una doctrina epistemológica sino también ontológica. El mecanicismo puede ser compatible con concepciones dualistas, como en el caso de Descartes, por ejemplo, y puede también ser compatible con el materialismo, que niega una especificidad no material a lo mental (es el caso de los materialistas mecanicistas del siglo XVIII). Pero, ni todo dualismo implica formas de mecanicismo, ni tampoco el materialismo tiene por qué ser mecanicista, como es el caso del materialismo de Marx, que es contrario al mecanicismo. Generalmente, y puesto que las leyes de la mecánica son deterministas, la mayoría de las formulaciones del mecanicismo también comparten esta característica. No obstante, algunas concepciones filosóficas, como el atomismo antiguo de Leucipo y Demócrito pueden, hasta cierto punto, considerarse mecanicistas pero no deterministas.

T. Hobbes
R. Descartes

Como concepción mecanicista ontológica, uno de los ejemplos más claros lo ofrece la filosofía de Hobbes, en el cual sí se aúnan el mecanicismo, el materialismo y el determinismo. Descartes ofrece también un modelo acabado de mecanicismo aunque, como hemos dicho, no es materialista ya que sostiene la irreductible diferencia entre la sustancia pensante, no sometida a las leyes de la mecánica, y la sustancia extensa, totalmente regida por éstas. En este sentido considera que toda la realidad física puede y debe explicarse a partir de la mecánica. Así, considera a los animales como meros autómatas, como simples máquinas, reduciendo la biología a mecánica. También el cuerpo humano lo considera como una máquina. Esta doctrina, en versión materialista, es decir, negando la sustancia pensante como distinta de la materia, será sustentada por La Mettrie (teoría del hombre-máquina) y la mayoría de los filósofos materialistas del siglo XVIII que unen materialismo y mecanicismo (especialmente D'Holbach y Helvetius). Ahora bien, en la medida en que la mecánica cartesiana vaya siendo desplazada por la mecánica newtoniana, ésta aparecerá como el modelo de las teorías mecanicistas, que tienen en Laplace a su ejemplo más representativo y más depurado. En Laplace se integra el mecanicismo, el materialismo, la superfluidad de considerar la necesidad de Dios («Sire, no tengo necesidad de esta hipótesis» contestó Laplace a Napoleón cuando éste le preguntó por el lugar de Dios en la cosmología), y el determinismo más absoluto (el ideal del llamado «demonio de Laplace») basado en una férrea concepción de la causalidad.

En el ámbito estrictamente físico, y sin pronunciarse sobre el carácter mecánico o no de los seres vivos, la mayoría de los filósofos y científicos de los siglos XVII y XVIII adoptaron tesis mecanicistas como reacción contra la escolástica, contra el animismo y las concepciones mágicas de muchos filósofos del Renacimiento. En cambio, el idealismo alemán y el romanticismo del s. XIX favorecieron una visión opuesta y organicista de la vida, el hombre y la sociedad. La imagen mecanicista del mundo se apoyaba fundamentalmente en el principio de causalidad por el que se consideraban regidos todos los fenómenos que describe la física clásica. Pero el problema del determinismo mecanicista que ponía en entredicho la libertad humana, junto con los desarrollos de la biología y de otras ramas de la física difícilmente reducibles a la mecánica newtoniana, condujeron a considerar que toda máquina pertenece inevitablemente al mundo inorgánico y, por tanto, toda analogía con los seres vivos era ficticia. Así, la filosofía romántica, en nombre de la humanidad, de la libertad y de la vida, menospreciaba la máquina y el mecanicismo. Desde posiciones materialistas, Marx combatió el mecanicismo estrecho de los autores del siglo XVIII, pero no menospreció las máquinas ni su gran influencia en la organización social del trabajo, sino que analizó las complejas relaciones entre el hombre y la máquina con el advenimiento del maquinismo y el desarrollo de la gran industria.

Los Principa de Newton

No obstante, aunque Newton (que, por otra parte, no era materialista) considera que toda la ciencia es reductible a la mecánica, dado que en su concepción de ésta se considera lo real desde el punto de vista de modelos matemáticos (tales como masas puntuales o puntos inextensos), el mecanicismo tendió a abandonar el carácter ontológico para adoptar la forma epistemológica. Es decir, no se trataba tanto de afirmar que el mundo es una máquina, ni tan sólo una máquina extremadamente compleja, sino que se trataba simplemente de concebirlo y explicarlo como si lo fuera, es decir, explicarlo a partir de las leyes de la mecánica sin presuponer por ello el carácter mecánico de lo real. Ello dio lugar a un mecanicismo metodológico y al ideal de poder constituir una única ciencia basada en los principios de la mecánica. Mientras que el mecanicismo ontológico se opone al vitalismo, al organicismo y al finalismo, el mecanicismo epistemológico tiende a oponerse al fenomenismo y al instrumentalismo, y acostumbra a ser una forma de reduccionismo ya que considera que toda ciencia puede reducirse a la mecánica y explicarse por ella. (La oposición del mecanicismo ontológico al finalismo debe matizarse, puesto que podían sustentarse ambas concepciones si se consideraba a Dios como el supremo artífice constructor o ingeniero del mundo. De la misma manera que una máquina sofisticada supone la intervención de un constructor y diseñador experto, el mundo con su maravillosa complejidad era concebido como una exaltación de la infinita sabiduría del Dios concebido como Gran Ingeniero. De esta manera, y siguiendo esta concepción antropomorfa, la finalidad estaría dada por la divinidad).

Reloj de pared del S.XVII
Dibujo de Vicenzo Galilei y V. Viviani: la aplicación galileana del péndulo al reloj.

Es una constante en la historia del pensamiento que en cada época la ciencia más desarrollada es la que es tomada como modelo a partir del cual se intenta explicar el mundo. Por ello, a partir de la constitución de la mecánica como ciencia más desarrollada, especialmente a partir de Galileo, Descartes y Newton, esta ciencia apareció como paradigmática. Además, en la medida en que el reloj fue durante mucho tiempo el prototipo de máquina (que por otra parte liga el tiempo con el espacio que debe recorrer el péndulo o las agujas de su esfera), apareció como el modelo de las concepciones mecanicistas de los siglos XVII hasta mediados del siglo XIX. Por ello es corriente encontrar muchas explicaciones filosóficas y científicas en las que se recurre al reloj como metáfora (por ejemplo, en la «armonía preestablecida» de Leibniz). A partir del siglo XIX se irán desarrollando otras ramas de la física, especialmente la termodinámica y el electromagnetismo, así como otras ciencias, especialmente la biología evolucionista, que no podían ser simplemente reducidas a la mecánica. Por otra parte, la misma mecánica empezaba a experimentar notables cambios, que dieron lugar a la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, incompatibles en muchos aspectos con la mecánica clásica o newtoniana. Por ello, en lugar del antiguo mecanicismo irán apareciendo otros distintos modelos teóricos que actuarán como sustitutos de aquél (el energetismo, por ejemplo, basado en la termodinámica, así como diversas concepciones filosóficas que tomarán la teoría de la evolución, la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica, la genética, la cibernética, etc. como modelos alternativos al mecanicismo clásico).

La aparición de máquinas generales, cuyo primer ejemplo lo constituye la teórica máquina de Turing, junto con el cuestionamiento de la noción clásica de causalidad (por el que se sustituye el determinismo causal por un determinismo más general que ha de incluir estados futuros sólo estadísticamente predecibles), así como otras direcciones actuales que permiten construir máquinas con tejidos orgánicos vivos, ha provocado que surja una nueva posibilidad de seguir tomando las máquinas como modelos. Así, para Chomsky, los máquinas generales pueden actuar como modelos para comprender el lenguaje, y Turing consideraba la posibilidad de una máquina capaz de pensar. En este sentido, algunos de los teóricos de la inteligencia artificial siguen considerando las máquinas generales como modelos de la inteligencia humana. En cualquier caso, la existencia de máquinas que efectúan operaciones intelectuales abre una nueva perspectiva. En lugar de transformar energía, son máquinas que transforman símbolos y que procesan información, y que en determinados casos son capaces de procesos de autoorganización y aprendizaje. En este sentido la definición misma de máquina queda transformada, y pasa a ser considerada como un sistema material abierto, o un sistema jerárquico de sistemas, en los que circulan energía e información. Basándose en las similitudes entre ciertos procesos descritos por las teorías computacionales y los descritos en la biología molecular, se ha cuestionado la oposición entre lo inorgánico y lo orgánico, y algunos autores que han renovado el mecanicismo hablan de solamente dos tipos de máquinas: a) las máquinas naturales (los seres vivos, por ejemplo) y b) las máquinas artificiales.


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