Médico y filósofo francés mecanicista y materialista. Nació en Saint Malo, y estudió en Coutances, Reims, Caen y París. Trabajó en Leiden y, de vuelta a Francia, obtuvo una plaza de médico militar. Justamente sus experiencias en este terreno le encaminaron hacia la observación de la estrecha relación entre los estados fisiológicos y los físicos, lo que, a su vez, le condujo al estudio de las relaciones entre espíritu y materia, y a la conclusión de que los estados psíquicos dependen de los físicos, tesis que le llevó a recusar toda forma de dualismo psico-físico y a negar la afirmación de un alma espiritual independiente del cuerpo. Esta tesis ya comienza a perfilarse en su primera obra la Historia natural del alma (1745, que posteriormente fue conocida como Tratado del alma), en la que sostiene una doctrina sensualista, según la cual toda la actividad psíquica procede de las sensaciones y, por tanto, del cuerpo. Estas tesis provocaron un gran revuelo y una gran oposición. Por ellas fue perseguido y tuvo que marchar de Francia (donde sus obras fueron prohibidas y terminaron en la hoguera), y refugiarse nuevamente en Leiden, donde en 1747 escribió su obra principal, El hombre máquina que, aunque obtuvo un gran éxito, provocó que también fuese perseguido en Holanda. Acabó hallando refugio en la corte de Federico II de Prusia, quien escribió un Elogio de Julien Offroi de la Mettrie. Desde entonces fijó su residencia en Berlín.
Mientras en sus primeras obras La Mettrie se mostró seguidor del mecanicismo cartesiano, en El hombre máquina desarrolla las tesis de la identidad entre funciones psíquicas y estados corporales. A partir de ahí radicalizó la posición de Descartes que consideraba el cuerpo vivo de los animales como máquinas, extendiendo esta tesis también al ser humano. Por eso rechaza el dualismo cartesiano que oponía alma y cuerpo puesto que, en base a sus observaciones médicas, La Mettrie sustentaba que en el hombre todos los estados de lo que se ha llamado el alma son completamente dependientes del cuerpo y correlativos a las funciones fisiológicas de éste («el alma no puede dormir -decía-, cuando la sangre circula demasiado deprisa»). De esta manera, en contra del dualismo cartesiano opone un monismo materialista: lo único real es la naturaleza bajo toda la gran riqueza de sus diversas formas. Para poder explicar los fenómenos psíquicos correlativos a las funciones corporales, La Mettrie rechazó el concepto pasivo de materia que sustentaba Descartes, para quien ésta es simple extensión completamente ajena al pensamiento. En lugar de esto, afirmó que la materia ya posee en sí misma el principio del movimiento del que pueden surgir tanto el pensamiento como todas las diversas formas de vida que, en última instancia, son fruto de las diversas maneras de organización de la materia. La materia, pues, está animada, lo que le permitía explicar las correlaciones psico-físicas sin tener que defender ninguna forma de dualismo ni ninguna forma de paralelismo.
De esta manera, los hombres, y todos los seres vivos, son máquinas, pero tan perfectas que «se dan cuerda a sí mismas». La metáfora del reloj (paradigma de máquina más desarrollada en el siglo XVIII, y que aparece a menudo como modelo de las explicaciones mecanicistas de la época) la sustituyó y desarrolló más en otra obra, El hombre planta (1748), en la que propuso una analogía diferente a la de la máquina, puesto que ésta, como el reloj, parece necesitar de algún elemento externo que le proporcione el movimiento. En cambio, el modelo de la planta ofrece el de un organismo que, surgido de la tierra y alimentado por ella y el sol, despliega toda su vida, indicando con ello que la naturaleza se basta a sí misma, puesto que, conforme a su monismo, solamente existe una única sustancia con diversas modificaciones y un principio de movimiento que es inmanente a la materia misma. ( Por ello se ha dicho que sus tesis son semejantes a las del hilozoísmo). «El alma es -decía- una palabra vacía a la que no corresponde ninguna idea, y que los hombres razonables solamente usan para referirse a la parte pensante que hay en nosotros. Una vez aceptada la existencia de un principio de movimiento, los cuerpos animados poseen todo cuanto necesitan para moverse, sentir, pensar, arrepentirse, en una palabra, comportarse tanto en la vida física como moral, que depende de aquélla».
De esta manera también afirmó, adelantándose a tesis desarrolladas posteriormente por los evolucionistas, que entre los animales y el hombre y, en general, entre los seres vivos, solamente se dan diferencias de gradación, no de naturaleza. Al mismo tiempo, esta tesis la extendió a la continuidad entre naturaleza, moral y arte. Por ello afirma que la misma naturaleza es la que nos proporciona las pautas del comportamiento moral. La Mettrie concibe una moral hedonista, muy influida por el epicureísmo. En 1748 publica Discurso sobre la felicidad, en 1750 El sistema de Epicuro y en 1751 El arte de gozar o escuela de la voluptuosidad, obras en las que desarrolla su concepción moral, según la cual la naturaleza nos impulsa al goce sensorial -razón por la cual también se le ha considerado como un pensador libertino-, aunque el goce no contradice el verdadero amor al prójimo. De hecho, y en contra de los que pensaban que sin la creencia en Dios no habría verdaderos valores morales, consideraba más bien que las religiones son las auténticas enemigas de la moral y atemorizan a la humanidad, razón por la cual las rechazaba todas. Se declaró partidario de la versión epicúrea formulada por Lucrecio en su De rerum natura.
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