(del griego ήδονή, hedoné, placer, gozo, voluptuosidad)
Concepción ética que considera que la consecución del placer determina el valor moral de la acción. De esta manera el hedonismo identifica el bien con el placer, que pasa a ser considerado como el fin último que persigue la acción humana. El tema del valor moral del placer como fin último o guía de la acción moral fue ampliamente discutido en todas las corrientes filosóficas griegas del siglo IV a.C., y se hallan expresiones de un cierto hedonismo en algunos sofistas como Gorgias o Antifonte, pero quienes la defendieron y desarrollaron más específicamente fueron los cirenaicos, y especialmente su fundador Aristipo (ver texto ). Puesto que los cirenaicos sustentaban una teoría escéptica del conocimiento, según la cual «sólo podemos estar ciertos de las sensaciones», fundamentaban la acción humana sobre los datos de las impresiones inmediatas, razón por la que defendían los que llamaban placeres en movimiento. (Distinguían entre el placer como movimiento ligero y suave, del dolor, entendido en términos físicos como movimiento rudo o violento). De esta manera, sostenían que el único bien que debe perseguir la acción humana es la consecución del placer, entendido como placer individual, inmediato y sensible. El platónico Eudoxo de Cnido defendió tesis morales semejantes, contra las que argumentó Platón. (También Aristóteles consideraba inadecuado el placer como fundamento de la moral).
La otra gran corriente hedonista de la antigüedad fue la representada por Epicuro y sus seguidores. «El placer es el principio y el fin de la vida feliz», afirmaba Epicuro, pero no entendía el placer como placer inmediato, sino como placer estable y ausencia de dolor. Por ello los epicúreos destacaban los placeres estáticos o catastemáticos, aquellos que proporcionan la ataraxia o tranquilidad de ánimo. De ahí surge la necesidad de calcular la acción en función de la consecución del máximo placer, que no se identifica con el máximo placer actual, ya que un placer momentáneo puede, quizás, conducir posteriormente a mayor dolor, e inversamente, un dolor actual (como el sufrido en una intervención quirúrgica), puede conducir a un mayor placer futuro.
A veces también se han considerado hedonistas los filósofos utilitaristas como J. Bentham o J.S. Mill, pero en éstos el placer no se subordina al individuo, sino a la sociedad pues, según ellos, el bien moral es la consecución del placer para el máximo número de personas.