Doctrina dualista que defiende que los procesos físicos y los psíquicos son independientes desde el punto de vista causal pero mantienen procesos paralelos. Así, el cuerpo y la conciencia constituyen dos ámbitos de fenómenos que se manifiestan de manera heterogénea y autónoma, razón por la cual no es posible explicar por relaciones causales la interacción paralela entre las series de fenómenos orgánicos y psíquicos.
Esta doctrina arranca del dualismo de sustancias cartesiano. Según Descartes hay una absoluta distinción entre el cuerpo (res extensa) y el espíritu (res cogitans). Puesto que se trata de dos sustancias distintas no puede haber relaciones causales entre ellas. Para dar explicación de la relación que puede haber entre los procesos corporales y los anímicos, Descartes recurrió a una hipotética interacción que, según él, se realizaría a través de la glándula pineal. Pero dicha tesis implica una inconsecuencia respecto de su teoría de las sustancias, ya que tal interacción contradice la imposibilidad de relación causal entre sustancias de naturaleza distinta (lo que fue duramente atacado por Gassendi, por ejemplo, y, posteriormente, por La Mettrie y su concepción del hombre máquina ). Ante este problema, otros racionalistas intentaron dar soluciones distintas que engendraron el paralelismo psicofísico propiamente dicho. Así, Malebranche propugnó el ocasionalismo que ponía a Dios como la causa única de los dos procesos; Leibniz formuló la teoría de la armonía preestablecida, según la cual, aunque no hay comunicación entre cuerpo y espíritu, Dios los creó sincronizados. Todas estas «soluciones» seguían presuponiendo una concepción dualista. En cambio Spinoza afirma que cuerpo y materia son dos atributos de la misma sustancia, con lo que sustenta un dualismo de propiedades, pero un monismo de sustancias.
A estas explicaciones de índole puramente metafísica, sucedieron otras de carácter más psicológico, como la elaborada por Fechner. Su formulación matemática de la llamada ley de Weber-Fechner, de la relación entre la cantidad de estímulo y la sensación producida, hizo que esta teoría gozara de cierto éxito durante un cierto tiempo, y parecía dar fundamento a una relación exacta entre el cuerpo y la mente, al establecer un modelo formal que definía una función matemática entre lo físico y lo psíquico y establecía una unión de lo psicofísico.
En épocas más recientes el problema del paralelismo psicofísico y, en general, el problema de las relaciones entre mente y cuerpo, han suscitado un vivo interés, y se han reproducido la mayoría de las clásicas posiciones, pero fuertemente modificadas gracias, especialmente, a la introducción de los avances en la filosofía del lenguaje (especialmente a partir del último Wittgenstein y el análisis del lenguaje ordinario) y a los desarrollos de la moderna neurología, por una parte, y de las ciencias cognitivas, ciencias de la computación y la inteligencia artificial, por otra.
Filósofos como Brentano o William James, por ejemplo, han seguido manteniendo posiciones dualistas. Otros como Karl Popper y el neurofisiólogo y premio Nobel John Eccles han reformulado este dualismo y han introducido un tri-ísmo, al que ellos llaman interaccionismo, a partir de la teoría de los tres mundos.