(del latín intentio, acción de tender hacia un objetivo)
Doctrina inicialmente escolástica que sostiene que todos los hechos de conciencia poseen y manifiestan una dirección u orientación hacia un objeto. Esta orientación, que se afirma de todo pensamiento, volición, deseo o representación consciente en general -pero no, por ejemplo, de una sensación-, consiste, por un lado, en la presencia o existencia «mental» del objeto que se conoce, quiere o desea y, por el otro, en la referencia de este «hecho» mental a un objeto en principio real. La intencionalidad, por tanto, tiene un sentido doblemente reversible, en cuanto se aplica al modo de existencia mental que un objeto real tiene en la conciencia humana por el hecho de ser conocido, o en cuanto existe «intencionalmente» en la conciencia (aspecto ontológico), y en cuanto se aplica a la referencia a lo real que todo hecho de conciencia posee (aspecto psicológico y epistemológico). La intencionalidad, así entendida, plantea problemas: es posible que un hecho mental no tenga referente alguno, como cuando pensamos en qué son las sirenas, las quimeras o los grifos y las hadas, o bien que un mismo referente corresponda a dos, o más, hechos mentales, como cuando por alguna razón hablamos de la «estrella de la mañana» y de la «estrella de la tarde» para referirnos al mismo planeta Venus.
Franz Brentano desarrolló la idea de intencionalidad como característica propia de todos los fenómenos mentales y sus estudios influyeron particularmente en el desarrollo de la fenomenología. Husserl se refiere a la «teleología de la conciencia» cuando habla de la intencionalidad, de modo que toda conciencia es siempre conciencia de algo, y distingue entre nóesis y nóema: nóesis es el hecho mental o la vivencia y nóema el contenido de este hecho, pensamiento o vivencia; la intencionalidad, a su vez, es la correlación (eidética) entre nóesis y nóema. Estos puntos de vista de Husserl (ver texto 1 y ver texto 2) tienen importancia en cuanto quieren ser una superación de la distancia y distinción que existe entre sujeto y objeto en las teorías clásicas del conocimiento, siendo la intencionalidad de la conciencia el punto de fusión entre uno y otro: el mundo es el mundo pensado, y éste es el único que tiene sentido.
La filosofía analítica, y con ella la filosofía del lenguaje, iniciada por Frege y Wittgenstein, sacan la intencionalidad de la conciencia y la sitúan en el significado (en el uso) de las palabras y de la proposición. A esto se añaden las imposiciones de la psicología conductista (conductismo), que ignora por completo todo aquello que no sea accesible a la observación y, en consecuencia, también los estados mentales; toda teoría del conocimiento y del lenguaje, si quiere ser científica, ha de basarse en la comprensión de conductas observables, y hablar de estados de conciencia e intencionalidad no es más que mentalismo. Sobre estas bases se construyeron las diversas versiones que la filosofía del lenguaje de influencia neopositivista y conductista hizo de la intencionalidad, dentro de un general rechazo de los fenómenos puramente mentales: la intencionalidad se muestra en el comportamiento lingüístico o en los actos del lenguaje, y así, por ejemplo, Austin y Searle distinguen entre actos ilocutivos y perlocutivos, a los cuales corresponden, respectivamente, intenciones asimismo ilocutivas y perlocutivas. Las primeras expresan lo que el hablante hace en el momento de hablar, a saber, pedir, rogar, avisar, ordenar, etc., y las segundas lo que el oyente realiza o no por el hecho de entender lo que se le ha dicho. En una fase posterior de menor influjo logicista y mayor importancia al lenguaje ordinario y mayor sensibilidad a un influjo psicologista sobre el lenguaje y el conocimiento, hay una vuelta a los planteamientos mentalistas y un nuevo acercamiento a la realidad del espíritu o mente. En este contexto, la intencionalidad que se manifiesta en los hechos lingüísticos presupone una intencionalidad mental y una actividad o función del espíritu, concebido de una forma más o menos materialista.