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(del griego idea y εἶδος, eidos, la forma o aspecto visible, ambos derivados de un verbo cuya raíz significa «ver») En general, lo que concebimos con la mente, el objeto mental, ya sea en forma de pensamiento, de percepción o de juicio. Tradicionalmente se entiende que una idea es un concepto, pero, en la actualidad, los análisis filosóficos más rigurosos identifican «idea» con contenido significativo de una oración, relegando la expresión «concepto» para los términos individuales o generales. En el sentido tradicional, se refiere a la existencia en la mente humana de una forma de representación mental de un objeto del mundo exterior, lo cual corresponde con la etimología de la palabra griega (eidos o idea), significando tanto el hecho de ver algo (con la mente) como el aspecto o las características de aquello que se contempla.



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En Platón, eidos, además de significar «característica común a varias cosas» y hasta «concepto», significa ante todo forma inteligible y modelo de las cosas visibles, a los que da también el nombre de «verdadera realidad» o «lo que las cosas son en sí», construyendo una auténtica y específica teoría de las ideas separadas. Para Aristóteles, la idea es la forma, o causa formal, que junto con la materia, constituye la realidad sustancial (ousía), y es también la esencia común a toda la especie, captable por la definición y, por lo mismo, objeto de conocimiento intelectual. Con el neoplatonismo de san Agustín las ideas se convierten en «ideas divinas», lo cual viene a ser como la síntesis de Platón y Aristóteles, ya que las ideas son como los conceptos, inmutables y eternos, de la mente divina de acuerdo con los cuales crea la naturaleza de las cosas. La Escolástica les dio el nombre de ideas ejemplares, pero no rehuyóreferirsea las ideas en cuanto meras semejanzas con las cosas concebidas en la mente y expresadas mediante palabras. Entre unas y otras hay una cierta comunidad o relación, porque las ideas ejemplares no son otra cosa que la esencia divina en cuanto es participable de diversas maneras finitas por los seres creados. El nominalismo medieval destruyó esta relación, y eliminó tanto las ideas divinas como las esencias de las cosas, entendidas como universales reales. Lo uno lleva a lo otro: si no hay ideas en Dios, no hay esencias en las cosas; sólo existen individuos o cosas individuales y, en lo tocante a ideas, sólo conceptos mentales, cuyo «contenido» se atribuye a muchas cosas individuales. Desaparecen así las huellas que Platón y Aristóteles habían dejado en los


conceptos o ideas: no hay ya la referencia (platónica) de las cosas del mundo visible hacia el mundo inteligible ni ninguna realidad común existente (la forma aristotélica).


La filosofía moderna del s. XVII no acepta que los conceptos/ideas sean meros signos lingüísticos e indaga en la relación entre ideas y cosas, pero desde una perspectiva meramente natural, dándoles una entidad mental o psicológica: las ideas se convierten en «imágenes o representaciones mentales de las cosas», o bien en los objetos propios de la mente. Ésta es la «teoría clásica de las ideas», tal como la presenta, cada cual con sus matices, el racionalismo (ver cita) o el empirismo (ver cita). Para el racionalismo, algunas de ellas, las claras y distintas, son innatas; para el empirismo, toda idea proviene de algún modo de la experiencia. Que el empirismo convirtiera algunas de las ideas fundamentales, como la de sustancia o la de causalidad, en meras asociaciones o relaciones de otras ideas simples, indujo a Kant a fundamentarlas, no en Dios, garantía de las verdades innatas (racionalismo) ni en la inmediatez de la experiencia (empirismo), sino en la misma estructura de la mente humana, como conceptos a priori o categorías del entendimiento, que ya no son copias ni imágenes de lo que se percibe, sino parte constitutiva de lo que se conoce. El nombre de «ideas» lo reservó Kant para aquellas tendencias de la razón humana que la inducen a buscar constantemente nuevas y más amplias maneras de entender las cosas, recurriendo a conceptos a los que no corresponde nada en la experiencia: «Dios», «mundo» y «alma» son meras ideas reguladoras. En el idealismo alemán, sobre todo en el idealismo absoluto de Hegel, la idea es de nuevo constitutiva, pero no de los objetos conocidos por la experiencia, sino de toda la realidad, que no es más que el desarrollo por fases de la «Idea», o Espíritu, que se constituye y conoce dialécticamente a lo largo del tiempo. La filosofía contemporánea plantea, acerca de la postura tradicional sobre las ideas y la epistemología fundada en una relación entre sujeto y objeto conocido mediante una representación mental, la sospecha de psicologismo. Psicologismo es aquí la tendencia a explicar los principales problemas de la filosofía recurriendo a fenómenos y procesos mentales, como se hizo en los siglos XVII y XVIII. Se supone que este psicologismo ha sido fuente de confusiones y tratamiento de temas que no son propios de la filosofía (que dieron lugar a un enfoque puramente psicológico: la asociación de ideas y la idea de sujeto, por ejemplo), y se ha intentado centrar el estudio del conocimiento en una perspectiva estrictamente filosófica, que primero se busca en la «forma lógica» del lenguaje, con ocasión del resurgimiento de los estudios de lógica matemática, y luego en el análisis filosófico, en sus diversas versiones, que sitúa el problema del conocimiento, no ya en las ideas, sino en el lenguaje (en el significado y en la oración), que es donde el conocimiento humano aparece objetivado.


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Bibliografía sobre el concepto

  • Oncina, F., Palabras, conceptos, ideas. Estudios sobre historia conceptual. Herder, Barcelona, 2010.