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En general, tendencia a dar explicaciones funcionalistas, esto es, basadas en mostrar la función que ejercen las cosas, o cómo funcionan las cosas, en términos generalmente de relaciones de causa y efecto. Puede hablarse de un funcionalismo en los ámbitos de la estética, de la lingüística, de la psicología, y en los de la sociología y la antropología cultural. En el ámbito de la estética, designa la concepción que pone la belleza en la adaptación de un elemento artístico a la función que ejerce. El «enfoque funcionalista» en lingüística entiende el estudio de la lengua como la investigación de las funciones desempeñadas por los elementos, téminos, las clases y los mecanismos que intervienen en ella. Así hace, por ejemplo, el círculo de Praga.

Funcionalismo en psicología

En el ámbito de la psicología designa dos corrientes psicológicas distintas. Ambas interpretan también los fenómenos y procesos psicológicos en su relación con el todo y tomando en cuenta la interdependencia con otros fenómenos, pero sus perspectivas son esencialmente distintas. Se distingue entre la psicología funcionalista, de fines del siglo XIX y comienzos del XX, y el funcionalismo psicológico contemporáneo, ligado a la filosofía de la mente, a la inteligencia artificial, a las neurociencias y a las ciencias cognitivas. Desde esta última perspectiva, y ante el problema de la relación mente-cuerpo, el funcionalismo psicológico representa una orientación contraria a la del antiguo conductismo, en cuanto sostiene que la mente es necesaria para la explicación de la conducta externa, y su punto de partida es que los fenómenos mentales son estados mentales internos, que se explican según las causas que los provocan, los efectos que tienen sobre la conducta y las relaciones que establecen entre ellos mismos. Se distingue asimismo de las teorías materialistas de la mente, o teorías de la identidad mente-cerebro, en cuanto un estado mental o un proceso mental no se identifica simplemente con un estado físico-cerebral, sino que representa un estado funcional del organismo.

Hilary Putnam y Jerry Fodor son sus principales representantes.

Hilary Putnam

Putnam (Psychological Predicates, 1967) recurre a la noción de autómata probabilístico y de máquina de Turing para explicar su manera de entender el término función, que identifica con el de organización funcional de un sistema. Fodor (Psychological Explanation, 1969) destaca el error de perspectiva del reduccionismo materialista, que se interesa más por saber de qué están hechos lo que consideramos procesos mentales, que por saber el papel que desempeñan tales procesos mentales dentro del organismo considerado como un todo.

En sus últimas obras Putnam, sin renunciar por entero al funcionalismo, se decanta por subrayar la importancia del medio en los proceso mentales: sociofuncionalismo.

(Ver psicología funcionalista y funcionalismo psicológico).

Funcionalismo en sociología y en antropología cultural

En sociología, el funcionalismo explica las instituciones sociales mostrando las funciones que realizan; las funciones son aquí las consecuencias que se siguen de tales instituciones. Se considera que la sociedad está formada por un conjunto de sistemas sociales, que se estudian en términos de relaciones de una parte con otra de la sociedad o con toda la sociedad. El análisis funcionalista, inspirado en un modelo biológico, fue introducido en sociología por Emile Durkheim, en Francia, y Herbert Spencer, en Inglaterra. En la antropología cultural el funcionalismo ha sido un enfoque metodológico que enfatiza la parte que cada unidad cultural desempeña en la totalidad de una cultura determinada.


Este término fue acuñado por Bronislaw Malinowski (1884-1942), para definir su concepción de la antropología, en oposición al evolucionismo cultural. Según él, cada cultura está constituida por una serie de rasgos integrados dentro de un sistema total, de manera que cada uno de dichos rasgos particulares o partes guardan una relación con el todo. Así, cada cultura correspondiente a una determinada sociedad constituye un conjunto coherente y orgánico en el que cada elemento, o rasgo, sirve a la función del conjunto. Cada una de las partes puede tener su propia forma específica (un apero de labranza, un arco, una vasija, una forma de contrato matrimonial, una subvención cultural, o una lanza, por ejemplo), pero ninguna de estas partes o elementos culturales existiría como unidad aislada, sino que cada una de ellas ocupa un determinado papel dentro de la totalidad de la cultura de la que es parte. De esta manera, interpretar un hecho o rasgo cultural supone interpretarlo como un fenómeno social que debe explicarse en función de lo que aportan al conjunto de la cultura y la sociedad. El modo de relacionarse cada una de las distintas partes, así como sus influencias mutuas, constituyen la estructura de la cultura. La aportación de cada parte al sistema constituye su función. Así, a través de las categorías de forma, estructura y función, el funcionalismo, hace especial hincapié en la dinámica interna de una cultura, y considera la función como el principio organizador. Los funcionalistas distinguen también entre el trabajo del etnógrafo (que describe los aspectos parciales de una cultura) y el del etnólogo (que crea una síntesis funcional e interpreta los datos etnográficos en base a las nociones de forma, estructura y función) (ver función).

Esta corriente funcionalista inaugurada por Malinowski fue seguida también, con ciertas matizaciones, por F. Boas (1858-1942) y R. Radcliffe Brown (1881-1955), aunque este autor generalizó el funcionalismo hasta convertirlo en una forma de estructuralismo. A veces, también se consideran funcionalistas los miembros de la escuela sociológica francesa, como M. Mauss y E. Durkheim.

Por una parte, el funcionalismo de Malinowski contribuyó decisivamente a una mejora del trabajo de campo de los etnólogos, que a partir de la metodología funcionalista tuvieron especial cuidado en la recolección de sus datos. Pero, por otra parte, dicho enfoque presenta problemas epistemológicos importantes. El principal de ellos es el de saber (y validar) si se han interpretado adecuadamente las funciones de los rasgos culturales e instituciones. Además, el funcionalismo de Malinowski mantenía una fuerte inclinación antihistoricista (recordemos que surgió como reacción contra el evolucionismo cultural), y -bajo la influencia de Durkheim-, no aceptaba la concurrencia de explicaciones de índole psicológica.

Robert K. MertonRobert K. Merton (n. 1910), uno de los fundadores de la sociología de la ciencia, criticó esta forma absoluta de funcionalismo. En su lugar, propuso un funcionalismo relativizado caracterizado por aplicarse, más que a elementos culturales o sociales, a consecuencias observables, o consecuencias objetivas (una necesidad funcional se interpreta no como un fin que ha de lograrse, sino como una consecuencia que guarda correspondencia objetiva con las necesidades del organismo social). De los hechos sociales, se estudian, por consiguiente, sus consecuencias en relación con el grupo más amplio de la sociedad.

El estructural-funcionalismo de Merton desarrolla nuevos enfoques de la noción de función: eufunción y disfunción, función latente y función manifiesta. Las eufunciones son aquellas consecuencias observables que contribuyen al funcionamiento de la sociedad. Las disfunciones, en cambio, lo obstaculizan o perturban. Las funciones manifiestas son aquellas consecuencias objetivas cuya aportación positiva a la sociedad es comprendida y deseada. Las funciones latentes no son ni deseadas ni admitidas. La mayoría de sociólogos funcionalistas siguen en la actualidad la corrección del funcionalismo hecha por R. Merton.


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