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(del griego μυστική, mystiké,misterioso, secreto)
En general, experiencia de lo divino. En la tradición cristiana, parte de la teología que expone los supuestos, los principios y el método de la unión con Dios. Se la distingue de la ascética (del griego GF60J46Z, asketiké, referente al ejercicio), parte de la teología que trata del esfuerzo del cristiano por alcanzar la perfección a través de la práctica de las virtudes y de la renuncia y la privación, en la medida en que representa un punto de llegada, de unión y disfrute de la experiencia de lo divino, como un anticipo de la visión de Dios sólo posible en la otra vida. A los fenómenos de unión con Dios en esta vida se les llama «experiencias místicas»; tales experiencias son comunes a todas las grandes religiones, y todas ellas exponen los principios y el método por los que puede lograrse dicha unión, que se considera uno de los principales objetivos dinámicos de la propia religión. En el hinduismo, las técnicas del yoga predisponen a la unión del atman con el brahman (lo particular con lo absoluto); en el budismo, pese a su insistencia en que la liberación sólo llega por el conocimiento, el nirvana representa un punto en que lo individual desaparece en el vacío total; en el islam, los ideales místicos se encarnan en el sufismo. En el cristianismo la mística ha ocupado una parte importante de su historia, y la misma teología cristiana la considera parte consustancial de la vivencia de la fe. La mística se desarrolla en el cristianismo sobre todo a partir de la época de los padres de la Iglesia, que son los primeros en teorizar sobre ella. Se distinguen, por su influencia, Orígenes y Gregorio de Nisa, llamado «padre de la mística». El llamado pseudo-Dionisio Areopagita, autor anónimo del s. V-VI, que dejó un conjunto de escritos conocidos como Corpus Dionysiacum, de orientación neoplátónica, y que ejerció una profunda influencia a lo largo de la Edad Media, dedicó a la mística su tratado De mystica theologia. La filosofía escolástica medieval es más especulativa que mística, y los escolásticos, por lo común, relacionan las doctrinas místicas con las doctrinas de la gracia. Frente a la corriente mayoritaria filosófico-especulativa surgió, no obstante, una corriente místico-especulativa minoritaria, sostenida sobre todo por autores como Bernardo de Claraval y los llamados victorinos. A estos autores se atribuye la descripción de la via mystica como un camino que debe recorrerse según diversas etapas, perspectiva que también adopta san Buenaventura, en su escrito sobre teología mística, Itinerarium mentis in Deum; estas descripciones vienen a ser como la explicitación de la metodología mística.
Los movimientos místicos más importantes de la historia del cristianismo corresponden a los períodos de mística alemana, mística española y mística flamenca, durante los siglos XII al XVI. Todos tienen como fundamento y origen común los escritos de teología mística de los escolásticos citados. En Alemania se desarrolla una teología mística de orientación neoplatónica, escrita en lengua vernácula y centrada principalmente en monasterios femeninos, cuya espiritualidad dirigían los grandes místicos alemanes, como el maestro Eckhart, Juan Taulero y Enrique Suso o Susón, que se llamaban a sí mismos «amigos de Dios». A partir del s. XV, disminuye la importancia de la mística e irrumpe un nuevo tipo de piedad, de origen flamenco, conocido como Devotio moderna, que pregonaba una forma santa de vivir en el mundo. Ejemplo característico de esta nueva tendencia es el libro Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis.
La mística española, que florece durante al segunda mitad del s. XVI, y que tiene en Teresa de Jesús, o Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582), y Juan de la Cruz, o Juan de Yepes (1542-1591), sus grandes representantes y creadores, se desarrolla -según J.L Abellán-, en cuatro períodos: 1) un período de preparación, que va de la Edad Media a 1500 (Ramon Llull); 2) un período de asimilación, entre 1500 y 1600, en que destaca la influencia del cardenal Cisneros y de los franciscanos (Pedro de Alcántara); 3) un período de culminación,en el que aparecen los grandes representantes de la mística española, en cuanto distinta de la de otras latitudes, y 4) un período de decadencia, de 1600 en adelante (ver cita). La idea medieval del «camino» como itinerario místico es, en los místicos españoles, una «morada» o un «castillo» (Las moradas o Castillo interior), con diversos aposentos (siete) y cuya entrada es la oración, o una ascensión a lo alto (Subida del Monte Carmelo). Destaca también el cristocentrismo, o culto a la humanidad de Cristo, y el tema de la «noche oscura» del alma, como etapa forzosa en la ascensión mística, que, aparte de sus connotaciones de angustia, oscuridad y temor, expresa la cuestión clásica en la teología del conocer/desconocer a Dios y de la presencia/ausencia de Dios.
La mística flamenca, cuyos orígenes se establecen en el s. VII, surge igual que la alemana de un movimiento de piedad, localizado en monasterios femeninos medievales. Jan van Ruysbroek (1293-1281) y Hendrik Herp (s. XV) son sus más representativos inspiradores; a la labor de difusión de este último debe la Europa de aquel tiempo haber conocido la literatura mística antigua. Los Hermanos de la vida común, fundados en Deventer por Gerardo Groote (1340-1384), son los promotores de la Devotio moderna, nuevo tipo de mística que predica la espiritualidad ejercida en el medio de una vida normal. Se les considera iniciadores del humanismo cristiano.
El fenómeno místico presenta a la filosofía la cuestión problemática, sobreañadida a la de la relación entre fe y razón, del valor y sentido de la experiencia individual como fuente de conocimiento de algo que se presenta como totalmente trascendente (ver texto ).
Bibliografía sobre el concepto
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Relaciones geográficas
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