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(Rabí Moshé ben Maimon)
(Abou Amran Mousa Maïmun Obad Allah)
Filósofo, médico y talmudista hebreo español. Nació en Córdoba, pero a los trece años, debido a las persecuciones iniciadas por los almohades, marchó de su ciudad natal junto con su familia. Transitoriamente se instalaron en Almería y posteriormente se trasladó a Fez. En dicha ciudad simuló su adhesión al islamismo, aunque toda su vida se mantuvo fiel a las creencias y prácticas judías. En 1165 marchó a San Juan de Acre, y finalmente a El Cairo, ciudad en la que fue nombrado rabino, y en la que ocupó los más grandes cargos como médico del Sultán hasta su muerte. Entre los árabes fue conocido como Abou Amran Mousa Maïmun Obad Allah. Obtuvo el más alto reconocimiento como médico y filósofo, y destacó especialmente como intérprete de la ley hebrea.
De entre sus obras filosóficas -escritas en árabe- destacan, el Libro de la elucidación (1168), la Mishne Torah (1180, traducida como La mano fuerte), y la Guía de perplejos (1190). En el Libro de la elucidación efectuó un completo estudio de la ley hebraica, y en la Mishne Torah recopiló e interpretó las normas rituales de la tradición judía. En ambos libros se muestra un afán por armonizar la fe y la razón, la religión y la filosofía. Pero donde esta tendencia sintetizadora se manifiesta más elaborada es en su obra principal: la Guía de los perplejos, considerada por algunos autores como la obra más completa del judaísmo rabínico. No obstante, en dicha obra, Maimónides tiende hacia una interpretación racionalizadora y alegórica de la Ley, lo que le valió la condena por parte de los defensores del judaísmo ortodoxo, que se inclinaban por la interpretación literal de los textos sagrados.
Esta armonización entre fe y razón la efectuó a partir de una reinterpretación del aristotelismo, que conocía a través de Averroes y, especialmente, a través de Avicena. Afirmaba que fe y razón no se oponen sino que, bien al contrario, convergen. Pero para que esto sea manifiesto, y para eliminar las indecisiones de los perplejos, que son aquellos a los que la lectura de los textos filosóficos les hace poner en duda la fe, considera que es preciso hacer una exégesis de los textos de las Escrituras de forma alegórica, de manera que entonces, según él, desaparecen las aparentes contradicciones entre la racionalidad y la creencia. A pesar de que dicha armonización entre filosofía y religión se apoyaba en el aristotelismo, Maimónides no dudó en oponerse a Aristóteles en aquellas cuestiones en las que «el filósofo» contradecía abiertamente los textos sagrados y no era posible, ni aún a través de interpretaciones alegóricas, armonizar éstos con el pensamiento racional. Los temas de especial fricción eran los relacionados con el origen del mundo, en los que se daba una contradicción entre las tesis de las Escrituras -que sustentan que el mundo fue creado por Dios-, y las tesis aristotélicas que sostenían que es eterno. Pero, puesto que en estos conflictos la razón no puede probar ni una ni otra tesis y, por tanto, no puede pronunciarse, debe darse prioridad a la revelación. No obstante, la mayoría de las veces, sustenta Maimónides, la razón está en disposición de acudir en favor de las tesis de la fe. Así, por ejemplo, y adelantándose a Alberto Magno y a Tomás de Aquino (que recibieron una gran influencia de Maimónides), sustenta -en base a la teoría aristotélica del motor inmóvil- que la razón puede demostrar la existencia de un único Dios.
Aparte de las mencionadas obras filosóficas escribió numerosos tratados científicos y médicos.
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