En sentido amplio, el conjunto de esfuerzos, surgidos específicamente durante los siglos XIX y XX, en pro de la emancipación de la mujer y de la igualdad de derechos en ambos sexos. El término empieza a usarse como neologismo en Francia (Charles Fourier, en 1837), de donde pasa a los países anglosajones como womanism, para aplicarse en general a los movimientos de reivindicación emprendidos por la mujer. En España, el término aparece hacia 1899 en un libro de Adolfo Posada, titulado Feminismo.
El concepto de feminismo se divulgó en el siglo XIX, gracias sobre todo a los escritos de Ch. Fourier, para quien el grado de emancipación de la mujer representa una medida de la emancipación general de toda la sociedad. Como movimiento social, el movimiento feminista lucha por la superación del dominio masculino sobre la mujer y la correspondiente transformación de las relaciones sociales cotidianas y estructurales, tradicionalmente dominadas por los hombres bajo supuestos jerárquicos. El feminismo, como movimiento, forma parte, junto con los movimientos estudiantiles y de protesta de los años sesenta, de los llamados «nuevos movimientos sociales». Como ideología, supone por un lado, la denuncia de la opresión y explotación del sexo femenino por el masculino, o de la mujer por el varón, así como de toda forma de discriminación por el género y de expresión social de patriarcado, tradicionalmente admitidos por la sociedad y, por el otro, el convencimiento implícito o explícito de que la lucha por la igualdad de derechos y la autonomía de la mujer es una causa justa. De ahí deriva la lucha por la liberación de la mujer contra la idea de que los roles sociales y la distribución del trabajo sean los que se consideran «propios de cada sexo», y la creencia, propia de épocas pasadas de la historia de la humanidad dominadas por el criterio del varón, o también de la actualidad, en formas más o menos solapadas, de que tal asignación sea algo «natural».
La historia del feminismo abarca dos grandes períodos. El primero, denominado con el término de «primera ola», se extiende de 1860 a 1920, es casi un fenómeno exclusivo de Estados Unidos y Gran Bretaña y está representado por los movimientos de mujeres que luchan por la igualdad de derechos: las sufragistas. El segundo período, el feminismo llamado de la «segunda ola», surge a finales de los años sesenta y se extiende por Europa; representa un cambio cualitativo respecto del anterior -aunque gira también inicialmente en torno al derecho del voto- y adquiere una mayor fuerza organizativa. En el reforzamiento del feminismo de esta segunda fase tiene mucho que ver la independencia económica adquirida por las mujeres en esta época y su mayor nivel educativo.
El feminismo moderno, entendido como un movimiento que une a las mujeres en torno a la lucha por la igualdad entre los sexos, comienza con el sufragismo, o lucha por el derecho al voto de la mujer, y tiene su carta fundacional en la convención conocida como «Declaración de Séneca Falls», del estado de Nueva York, en los Estado Unidos, en 1848.Tras la Guerra de Secesión, las sufragistas se radicalizan y organizan de forma independiente de las ideologías políticas y se agrupan constituyendo la Asociación Nacional pro Sufragio de la Mujer (1868), rama radical en la que desempeña un pape importante Elisabeth Cady Stanton (1815-1902), y la Asociación Americana pro Sufragio de a Mujer (1869), rama más moderada en la que destaca Lucy Stone (1818-1893); ambas corrientes se reunifican en la National American Suffrage Association, en 1890. Aparte del texto fundacional de la Séneca Falls, el libro A Vindication of the Rights of Women [Vindicación de los derechos de la mujer] (1792), así como la figura de su autora, Mary Wollstonecraft, pueden considerarse verdaderos antecedentes del pensamiento feminista. En Inglaterra, el importante ensayo de John Stuart Mill, The Subjection of Women [La subordinación de las mujeres] (1869), da un nuevo empuje y una nueva fundamentación doctrinal al pensamiento feminista, vinculándolo al liberalismo. Un texto anterior, debido a Olympe de Gouges (1748-1793), Les droits de la femme et de la citoyenne (1791), constituye un auténtico manifiesto de inspiración rousseauniana, en los tiempos de la Revolución Francesa, que reivindica el derecho al voto de la mujer, la igualdad de derechos, la libertad de opinión y expresión y la sustitución del matrimonio por un contrato social.
Los Estados Unidos reconocieron el derecho al voto de la mujer en 1920; en Gran Bretaña, donde surgieron organizaciones sufragistas similares a las americanas (Unión Nacional de Sociedades para el Sufragio de las Mujeres), relacionadas también con el rearme moral, este derecho fue reconocido en 1928. En España, el sufragio universal se obtuvo en 1931, durante la Segunda República, aunque luego fue eliminado por la guerra y la dictadura de Franco. La Institución Libre de la Enseñanza (1875), de inspiración krausista, promovió la educación de la mujer y favoreció indirectamente el surgimiento de ideas feministas; las iniciadoras del feminismo español son, no obstante, Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal.
Después de la Segunda Guerra Mundial surge un nuevo feminismo, que vinculará la ideología de este movimiento con el pensamiento socialista (en sus diversas formas de socialismo utópico, anarquismo, libertarismo o marxismo), que ya había ejercido anteriormente su influencia a través sobre todo del texto de Engels El origen de la familia, la propiedad y el Estado (1884). Textos fundacionales, significativos en un primer momento de este nuevo feminismo de «segunda ola», son: El segundo sexo (1949), de Simone de Beauvoir, considerara la obra fundamental del discurso feminista, y, La mística de la feminidad (1963), de Betty Friedan, fundadora de la Organización Nacional de Mujeres (1966). A éstos hay que añadir obras algo posteriores, pero igualmente hitos fundamentales de la literatura feminista: La dialéctica del sexo, de Shulamith Firestone (1970), El eunuco hembra, de Germaine Greer (1970), La condición de la mujer, de Juliet Mitchell (1971), Política sexual, de Kate Millet (1971), La política de la liberación de la mujer, de Jo Freeman (1975), (sin olvidar la anterior Tres guineas, de Virginia Woolf, 1938).
Desde finales de los años sesenta los feminismos ofrecen muy diversas y variadas tendencias, y se distingue entre feminismo académico, cultural, liberal, lésbico, radical, psicoanalítico, social, etc.; cada uno de ellos atribuye a una distinta causa la razón del dominio del hombre sobre la mujer. El tema central del feminismo de los años setenta gira en torno a la igualdad de derechos entre ambos sexos, mientras que la reivindicación de la legalización del aborto se convierte en uno de los motivos fundamentales de las movilizaciones feministas. Los sociólogos reducen a cuatro las aspiraciones comunes de las feministas occidentales: igualdad de salario, educación y oportunidades, libertad de contracepción y de aborto y facilidad de guarderías; de hecho éstas son las reivindicaciones reclamadas, en 1971, por la primera de las grandes manifestaciones promovidas por el movimiento feminista británico en Londres. En Gran Bretaña, el aborto se legaliza en 1967, y este mismo año se funda el Women´s Liberation Movement y, en 1970, el Comité Nacional de Coordinación de los grupos del movimiento de liberación de la mujer; en 1975, entran en vigor la Sex Discrimination Act y la Equal Pay Act, que reconocen la igualdad absoluta de ambos sexos.
Por estos mismos años surgen en diversos países europeos movimientos feministas organizados: en 1970, se funda en Italia el Movimento di Liberazione della Donna y el Parlamento aprueba la ley de divorcio. En Francia, y por las mismas fechas, surge el Mouvement de Libération des Femmes. En este país, en abril de 1971, Simone de Beauvoir, Jeanne Moreau y Marguerite Duras firman, junto con unos centenares de feministas, un manifiesto con el que reclaman la legalización del aborto; en 1974, el Parlamento francés aprueba la nueva ley del aborto, presentada por la diputada Simone Veil. Igual tipo de reivindicaciones se extienden por otros países: en Alemania federal, el movimiento Aktion 218 pide la legalización del aborto; en Austria, aparece Acción de Mujeres Independientes, con iguales demandas. En Italia, en 1975, se celebra la primera conferencia nacional sobre el aborto, organizada por el movimiento feminista y el Partido Radical.
En España, el feminismo de la «segunda ola», iniciado en Europa a finales de los sesenta y comienzos de los setenta, halló una muy pronta repercusión. En 1975, del 6 al 9 de diciembre, se celebran en Madrid las «Primeras Jornadas por la Liberación de la Mujer» -hecho que representa la presentación pública del movimiento feminista en España- y, en 1976, en Barcelona, «Les Primeres Jornades Catalanes de la Dona», celebradas ambas en épocas de prontos cambios y grandes esperanzas. La abogada y periodista de izquierdas, Lidia Falcón, funda en 1976 la revista «Vindicación Feminista» y en 1977 el Partido Feminista. La Constitución de 1978 establece el principio de no discriminación por el sexo. Este mismo año se despenalizan los anticonceptivos, se aprueba la ley de divorcio en abril de 1981 y, en 1983, el gobierno socialista presenta al Parlamento la ley de despenalización del aborto. Este mismo año se crea el Instituto de la Mujer.
De entre las diversas orientaciones de los grupos feministas destacan el feminismo radical y el feminismo socialista. El primero, forma predominante en los EE.UU., ligado en su origen al movimiento antirracista, se caracteriza por ver en el patriarcado, o la sociedad patriarcal, el origen de la desigualdad y la opresión y la fuente de cualquier otra forma de dominación; tiende al «separatismo» de la mujer y a la autonomía y exclusividad de la cultura femenina: el feminismo como diferencia. Kate Millet, autora de Flying y de Política sexual, es una de las ideólogas radicales más influyentes del feminismo radical en los EE.UU. En Europa, Luz Irigaray (Blaton, Bélgica 1930) es una de las pensadoras más importantes de lo femenino como «diferencia sexual»: la relación que puede establecerse entre lo femenino y el pensamiento de la diferencia es análoga a la relación que se establece entre lo masculino y la identidad. El feminismo social, por su parte, ahonda sus raíces en el marxismo, critica y ve el origen de la desigualdad y de la opresión en la clase social, que relaciona dialécticamente con el concepto de género: la opresión y subordinación de la mujer respecto del hombre se debe a una dinámica de opresión subyacente en la estructura social. El movimiento ideológico llamado de la «Nueva izquierda» (la expresión «New Left» fue acuñada por el sociólogo americano Charles Wright Mills-, nacido también en los EE.UU., ha dado expresión a diversas formas de neofeminismo. El feminismo cultural de los años setenta, derivado del feminismo radical americano, ve en la sexualidad de la mujer (sexo y capacidad de procrear) -con una orientación tanto biologicista como psicologicista- el objeto de deseo y dominio de la sociedad en el sistema patriarcal. Frente a ello, la «revolución de la mujer» supone un cambio en las relaciones de poder. El feminismo ecopacifista y el ecofeminismo, variantes del feminismo cultural o del radical, reivindican la liberación de la mujer desde colectivos influidos por las ideas pacifistas y antimilitaristas o ecologistas. A grandes rasgos y de manera esquemática, se establece la distinción general entre feminismos de la igualdad, inspirados en ideologías de izquierda y feminismos de la diferencia, que insisten en la escisión que suponen en la humanidad las dos vertientes de la diferenciación sexual.
El feminismo, en sus diferentes formas, es considerado por la sociología, no sólo una lucha por una liberación psicológica y desenmascaradora de los roles sociales asignados a cada género, sino también una fuerza poderosa de transformación social.
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Relaciones geográficas