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(del latín voluntas, derivado de velle, querer)

Actividad superior del psiquismo humano, orientada a la acción, entendida como capacidad de determinarse uno mismo, o sea, la libertad, teniendo en cuenta los fines que se representa la razón. O simplemente el «querer». Aristóteles es de los primeros en relacionar directamente la ética con el acto voluntario, o la virtud con la voluntad (ver cita), desligándose del intelectualismo moral de Sócrates y Platón. El concepto del término como facultad humana libre, en su uso filosófico, es de origen escolástico. Agustín de Hipona plantea, por razones de moral y teología, la cuestión del libre albedrío. En la escolástica, la voluntad es el apetito racional, el deseo sometido a la racionalidad o al entendimiento y la capacidad de llevar a cabo decisiones libres, así como también el acto mismo de esta capacidad. La relación entre la voluntad y el entendimiento, o entre querer y conocer, no se explica de forma unánime entre los filósofos escolásticos, y de estas discusiones surge el llamado voluntarismo. Para unos, los seguidores de Juan Duns Escoto, la libertad es la característica formal de la voluntad, mientras que para otros es «un dictamen de la razón». Descartes, que la identifica con el libre albedrío, la relaciona con la posibilidad del error y la hace tanto más libre cuanto más sometida al entendimiento; la voluntad libre, y no el entendimiento, lleva al hombre al error (ver texto). Spinoza la identifica simplemente con el entendimiento, de modo que las voliciones son maneras de pensar y, por lo mismo, no puede hablarse de una voluntad libre, sino sometida a causas como lo están todas las cosas de la naturaleza (ver cita). Kant identifica la voluntad con la razón práctica, cuyo objetivo es el desarrollo de una «voluntad buena», aquella que actúa sólo por deber, dirigida por el imperativo categórico. La razón práctica, libre y autónoma, no sólo es creadora del orden moral, sino que aporta el conocimiento (práctico) del mundo inteligible, al que no puede llegar la razón teórica. El poder creador de la razón práctica, transformada en el yo trascendental, constituye el punto de partida del idealismo alemán y filosofías derivadas.

En la actualidad el concepto de voluntad se critica tanto desde la filosofía analítica como desde algunas corrientes de psicología, como el conductismo. Hablar de actos voluntarios y libres es, para Gilbert Ryle, autor de El concepto de lo mental (19949), una muestra de error categorial, una confusión debida al «mito de Descartes», al dualismo, siempre influyente, y a la teoría consecuente del «fantasma en la máquina». En realidad, no hay más voluntad que las voliciones y éstas no son sino otra manera de hablar (el mundo mental) de la conducta humana observable (ver texto ). B.F. Skinner es uno de los patrocinadores del conductismo riguroso que explica igualmente la voluntad, la voluntariedad y la libertad como fenómenos de conducta observable, a saber, como procesos sometidos a condicionamiento operante.

Para la psicología en general, la voluntad es la capacidad humana de determinarse a obrar por razones y motivaciones de tipo interno, pero cuando la psicología empírica estudia la motivación, trata a la voluntad, no como facultad del alma o de la mente, sino como conjunto de todas aquellas variables que explican las condiciones en que se suscita y regula la conducta de los sujetos.