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Nacimiento:1908en Urrea de GaénMuerte:2001

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Médico y filósofo español. Nació en Urrea de Gaén (Teruel) en 1908. Estudió en la Facultad de Ciencias de Zaragoza, amplió sus estudios en Ciencias Químicas y Medicina en Valencia, Madrid y Viena. Ejerció en la Mancomunidad Hidrográfica del Guadalquivir y posteriormente en el Instituto Psiquiátrico Provincial de Valencia, donde se casó con Milagros Martínez. Durante la guerra civil española se afilió a la Falange, pero pronto se desilusionó de este movimiento. Accedió al cargo de catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad Complutense de Madrid desde 1942 hasta 1978, año de su jubilación. Entre 1951 y 1956 fue rector de dicha Universidad. Ha sido director del Instituto «Arnau de Vilanova» y de la revista Ascleipo, del Instituto Superior de Investigaciones Científicas. Miembro de la Real Academia Nacional de Medicina desde 1946, de la de Historia desde 1956, y de la Real Academia Española desde 1954, institución de la que fue director entre 1982 y 1987. Es profesor honorario de la Universidad Nacional de Santiago de Chile, miembro de la Akademie der Wissenschaften de Heidelberg, de la Royal Society de Londres, de la Academia Leopoldina de Halle y de varias academias de medicina españolas y latinoamericanas. En 1976 recibió el Premio Montaigne, en 1989 el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, y en 1999 obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos.

Murió el 5 de junio de 2001.

Su producción intelectual se ha centrado especialmente en tres ámbitos:

  • a) el estudio de la historia de la medicina, que es el más propio de su especialidad docente,
  • b) el estudio de la cultura española, y
  • c) la elaboración de una antropología filosófica.

En el primer caso, ejemplificado por obras como Medicina e historia (1941), Estudios de historia y antropología médica (1943), Estudios y apuntes sobre Ramón y Cajal (1945), Historia de la medicina moderna y contemporánea (1954), La curación por la palabra en la Antigüedad clásica (1958), La relación médico-enfermo, historia y teoría (1964), La medicina hipocrática (1970) o La medicina actual (1973), Laín ha adquirido un gran reconocimiento internacional, y ha proseguido una tradición iniciada en España por el filósofo y médico Gregorio Marañón.

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Sus estudios relacionados con los avatares del desarrollo cultural español, que se plasman en obras como Sobre la cultura española (1943), Las generaciones de la historia (1945) o España como problema (1949), manifiestan la influencia de Ortega y Gasset, y están en buena parte relacionados con su antigua militancia en el bando falangista de la guerra civil española y el posterior abandono de sus posiciones iniciales. En Descargo de conciencia (1976), obra publicada un año después de la muerte del general Franco, Laín traza un perfil autobiográfico en el que señala sus fallidos intentos de lograr una modernización de la cultura española en el seno de la dictadura.

En el ámbito de la reflexión filosófica Laín ha ido elaborando una antropología filosófica que se despliega a través de obras como La espera y la esperanza (1957), Teoría y realidad del otro (1961), Antropología médica (1984), El cuerpo humano. Teoría actual (1989), Sobre la amistad (1972), Cuerpo y alma (1991), Alma,cuerpo, persona (1995) y Qué es el hombre. Evolución y sentido de la vida (1999). Su concepción antropológica es deudora tanto del perspectivismo de Ortega, de la teología de Karl Rahner y del pensamiento de Unamuno, como de la compleja filosofía de Xavier Zubiri, que aúna con su formación científica y médica. Así, su análisis de la antropología de la esperanza destaca tanto el aspecto irreductiblemente humano como su trasfondo natural. De esta manera analiza los diversos mecanismo biológicos anteriores al proyectar humano y destaca el carácter emergente de la esperanza humana propiamente dicha, que no se reduce a ser un mero mecanismo biológico. Esta posición le permite conciliar su formación científica con sus creencias religiosas cristianas.

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Esta misma línea de investigación la prosigue en su estudio respecto de la relación con «otro». La relación con otro yo que no soy yo se funda en aspectos psicofisiológicos, sociales y culturales, pero hasta ahí el estudio se reduciría a una dimensión incompleta de la relación humana, ya que, según Laín, también se funda, y ello es específicamente humano, en bases metafísicas. En concreto, en lo que llama una metafísica intramundana. Esta emergencia de lo metafísico intramundano tiende, en opinión de Laín Entralgo, un puente entre la mera evolución biológica y la trascendencia divina. Precisamente esta posición es la que explora en sus últimas obras, en las que destaca el continuo evolutivo del cosmos concebido, a la manera de Zubiri (estructura dinámica de la realidad), como un devenir dinámico, o mejor todavía, como un puro dinamicismo (ver cita) que se despliega a través de diversas configuraciones ascendentes: concreción, variación, alteración, mismidad, suidad y convivencia. En esta evolución inherente al cosmos, entendido como natura naturans, el hombre, aparece como culminación del proceso de la selección natural que ofrece el dar de sí propio del dinamicismo cósmico (ver cita), o más propiamente, la conciencia humana, fenómeno cósmico que aparece como la máxima realización de dicho dinamicismo. En esta concepción Laín critica tanto el dualismo (incapaz de explicar la conexión espíritu-materia) como el monismo psicofísico en todas sus versiones conocidas, especialmente en su variante materialista (ya que parte de una concepción errónea de la materia, que no es más que dinamismo) e incluso, a pesar de su cristianismo manifiesto, defiende que no es necesario, ni cristianamente ni metafísicamente, afirmar la existencia de un alma para dar explicación del fenómeno de la conciencia o del problema de la relación mente-cuerpo. En este sentido Laín defiende una nueva variante de monismo que puede denominarse monismo dinamicista, según el cual la actividad humana constituye una actuación unitaria y total que es la persona, en la que podemos distinguir actos orgánicos o actos mentales solamente como una distinción metodológica, pero sin que ello suponga que entre lo biológico y lo mental haya discontinuidad, sino que ambos aspectos son fruto del mismo dinamismo que ha engendrado la conciencia humana surgida evolutivamente a través de diversas etapas de formación de la conciencia: conciencia bioquímica, conciencia neural animal y conciencia neural humana (ver texto).

Por otra parte, partiendo de la máxima que tantas veces enuncia, según la cual «lo cierto es lo penúltimo y lo último es incierto», Laín, a pesar de su cristianismo comprende la posición de aquellos que desde una perspectiva bien distinta a la suya, como la de los ateos manifiestos que viven según la máxima estoica nec spe nec metu (vivir sin esperanza y sin miedo), observan una actitud profundamente ética (ver cita)

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