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Heidegger se propone responder a la pregunta por el sentido del ser a través de un análisis de la existencia fáctica del ser-ahí. La existencia, en este caso no significa simplemente el mero hecho de existir, en el sentido tradicional de existentia («ser ante los ojos»), sino «posibilidad de ser», que quiere decir lo que se decide ser en cada caso; el «quién», no meramente el «qué» (ver cita). No se trata, pues, de la existencia concebida como el ser-ante-los-ojos (Vorhandensein) de los entes intramundanos, a los que el hombre tiende a verse asimilado en la metafísica tradicional, sino del análisis del peculiar modo de ser del ser-ahí, sobre el que no se parte de ningún concepto previo, sino que se pretende captarlo en su facticidad, en su darse inmediato. Por tanto, se trata de un término exclusivo del ser-ahí , de modo que, en este sentido, no podemos decir que los entes intramundanos existan. El análisis existenciario, que se despliega, pues, en una fenomenología del ser-ahí, pondrá de relieve el carácter puramente referencial de la existencia, algo que ya surgió en la filosofía de Kierkegaard. Surgirán en su analítica, una referencia al ser, en tanto que el ser-ahí se trata del ente precisamente destacado por su comprensión del mismo, por «irle su ser»; una referencia a sí mismo, al entender la existencia como posibilidad; así como una referencia a las cosas, en tanto que al ser-ahí le es esencial ocuparse de ellas. Esta analítica existenciaria culmina en la caranterización de la existencia como cura.

El análisis de la estructura de la existencia humana consiste en describir aquellas característica del «ser ahí» -que Heidegger llama «existenciales» o «existenciarios»- que pueden considerarse como las categorías con que describe el Dasein. He aquí las fundamentales:

a) el «ser en el mundo»: el hombre no es primariamente un sujeto pensante, que se pone ante el mundo para conocerlo; él es mundo y el mundo pertenece a su estructura: el hombre es todo lo que llega a ser en el mundo y con el mundo; «ser» es «ser con» el mundo y con los otros. Es la trascendencia de la existencia. Las cosas, que propiamente no existen, sino que sólo «están presentes», no son en el mundo y, por ello, son seres-a-la-mano para el hombre, utensilios, que están simplemente «ante los ojos». En cambio, los otros, los hombres, despiertan en nosotros «solicitud», «cuidado», «preocupación», porque ellos son también «ser con» (ver cita).

b) el «estado de abierto»: el hombre no está meramente en el mundo como está algo encima de una mesa, sino que su forma de estar en el mundo es un estado de apertura (Erschlossenheit) al mundo; el hombre se abre al mundo con el «encontrarse», el «comprender» y el «discurso». El encontrarse (die Befindlichkeit) es la sensibilidad, posibilidad primera de abrirse al mundo, que expresa además la facticidad (Faktizität), porque por su medio se da cuenta sin más de que es en el mundo, se descubre en «estado de yecto» (Geworfenheit); el comprender (das Verstehen) no es simplemente el poder saber, sino el poder ser, ya que se es en el mundo sólo como proyecto (Entwurf), y se es lo que se llega a ser; el discurso (die Rede) es la capacidad de articular mediante el habla lo que se es capaz de llegar a ser o de la interpretación (Auslegung) del proyecto o sentido (Sinn) del mismo.

c) la «caída»: describe el aspecto negativo del ser en el mundo. Es la manera cotidiana de ser del «ser ahí», su manera inauténtica de ser, por la que no es él mismo. Representa la manera trivial de ser, en la que domina lo impersonal (das Man), y no la manera propia del ser en cuyo ser le va su ser. La «existencia trivial» es la caída (Verfallen) (ver cita). ( Maite Saurí Navarro ha colaborado en la redacción de esta entrada)