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(del griego πνεῦμα, pneuma, soplo)

Término que ha entrado a formar parte de la terminología filosófica y teológica especialmente a partir de los estoicos, para quienes designa un principio activo inmanente al mundo que penetra en la materia (ὕλη, hylé) y actúa sobre ella dotándola de movimiento. En este sentido se tradujo por el término latino spiritus, que ha originado el castellano espíritu.

Desde los estoicos la pareja materia-espíritu aparece desgajada y separada, pues son los primeros que los conciben como elementos ónticos plenamente diferenciados. No obstante, para ellos, tanto el πνεῠμα (pneuma) como la ὕλη (hylé, materia) son concebidos como cuerpos, de manera que el pneuma es corporal, aunque no sea material. Esta concepción se basa en el pansomatismo, que defiende que todos los entes son cuerpos, aunque debe distinguirse entre cuerpo y materia, términos que acabaron identificándose durante el siglo XVII, especialmente, a partir de Descartes. En cualquier caso, la noción de materia de los estoicos tampoco es idéntica a la sustentada por Aristóteles, para quien la hylé (ὕλη) es cualificación. Para Zenón de Citio y la tradición estoica, la hylé es meramente lo inerte eterno y neutro, vivificada y animada por el pneuma. Éste es ligero y móvil, mientras que la materia es pesada e inerte, pero el pneuma penetra y se mezcla totalmente con la materia. Los estoicos también lo conciben como fuego (πῠρ) y como logos (λόγος) que da las razones seminales o logos spermatikos. También el alma (ψυχἠ, psykhé) humana es pneuma, en cuanto que participa del pneuma universal o alma del mundo (μεγάληψυχὶἠ, megále psykhé). El alma humana en su conjunto está regida por el logos que, en la medida en que participa del logos general o pneuma, puede sobrevivir después de la muerte, aunque no se trata de una inmortalidad individual. Por otra parte, en un mundo eterno, todas las razones seminales se recombinan de nuevo en un proceso cíclico después de la conflagración universal o ἐϰπύροσις (ecpírosis), en una especie de eterno retorno.

En la primitiva teología cristiana, especialmente entre los padres griegos, el término pneuma designaba el Espíritu Santo. En la concepción trinitaria se defiende que Dios es una única ousía (οὺσία) con tres hipóstasis (ὑπόστασις) distintas: la primera es el Padre, la segunda o Logos (Λόγος) es el Hijo, mientras que la tercera es el pneuma (πνεῠμα) o Espíritu Santo que es el soplo divino. Este mismo término también se utilizó para traducir la palabra hebrea rûach.

Durante el Renacimiento los defensores de las concepciones mágicas y ocultistas, como Agripa, Paracelso o Giordano Bruno, siguieron empleando este término para designar el medio o instrumento por el que la divinidad ejerce su acción sobre el mundo.