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(del latín nihil, nada) Término que empezó a ser utilizado por los románticos alemanes para referirse a las doctrinas que propugnan la ausencia de convicciones verdaderas y, especialmente, la ausencia de valores. No obstante fue William Hamilton el primero que popularizó el uso de este vocablo. En sus Lecturas de metafísica y de lógica (4 vols., 1859-1860), califica de nihilistas a los fenomenistas (como Hume) que niegan la posibilidad de conocer la existencia una realidad exterior, ya que todo cuanto conocemos son fenómenos, y lo aplica también a las tesis defendidas por algunos sofistas (como Gorgias) que niegan pura y llanamente la existencia de nada permanente en lo real. De esta manera se podría distinguir entre un nihilismo epistemológico, que sostendría la imposibilidad de conocer (lo que supondría una dogmatización del escepticismo, y una extensión del significado de nihilismo aplicable a toda forma de pirronismo), y un nihilismo ontológico, que niega la existencia de nada permanente en lo múltiple.

A. Schopenhauer

A menudo se asocia también este concepto a las filosofías de corte pesimista, como la sustentada por Schopenhauer, para quien todo cuanto existe es la manifestación de una fuerza ciega e irracional: la Voluntad. Además de sus aspectos epistemológicos y ontológicos, el término nihilismo se aplica especialmente a las tesis que niegan la existencia de valores morales. En todos estos usos el término nihilismo se ha utilizado en sentido despectivo. Solamente Max Stirner, defensor a ultranza de una filosofía individualista, la utilizó plenamente en sentido positivo. Para él el nihilismo, en cuanto que negación de conceptos como los de «humanidad», «historia», «Estado», etc., libera al individuo particular y concreto de estas pesadas abstracciones que atenazan su vida.

F. Nietzsche

Pero este término adquire su significado filosófico más importante en Nietzsche. Para este autor el término nihilismo tiene dos significados distintos:

1) Por una parte, en sentido negativo, designa el largo proceso de decadencia de la cultura occidental que se inició con el socratismo y se prolongó con el platonismo y, especialmente, con la religión judeo-cristiana. Esta decadencia es fruto de una plena inversión de valores pues, desde Sócrates, se ha puesto la vida en función de la razón en lugar de poner la razón en función de la vida. Este conceptualismo socrático-platónico se acentuó con el cristianismo, cuyos valores de sometimiento, de resignación y de culpabilidad, son el fruto del resentimiento contra todo lo vital. El fruto de todo ello ha sido la pérdida de sentido del devenir, la formación de una moral de esclavos y de una metafísica de verdugos, que tiene en los sacerdotes a sus oficiantes (ver texto ). En este sentido, el nihilismo es el cumplimiento de la esencia de la metafísica occidental decadente, y coincide con el movimiento histórico propio de la cultura occidental (ver texto 1 y texto 2 ).

2) Pero, por otra parte, el nihilismo tiene un sentido positivo encarnado en el método genealógico (ver texto ) nietzscheano que desenmascara los falsos valores y proclama que «Dios ha muerto», lo que significa que no hay propiamente un sentido, y que aquellos que habían sido considerados los valores supremos se desvaloran. Esto, no obstante, tiene un valor plenamente positivo, ya que entonces el nihilismo, entendido como la destrucción de los valores tradicionales, aparece como el estado de los espíritus fuertes que niegan activamente estos falsos valores, y prepara el camino para el advenimiento del superhombre (ver texto ). Así, pues, según Nietzsche, el nihilismo tiene dos aspectos: uno negativo, en cuanto que es la esencia de la tradición judeo-cristiano-platónica; y otro positivo, como acción negadora de los falsos valores y como reflexión sobre los motivos que han conducido a él.

M. Heidegger

En la época contemporánea, Heidegger, interpretando a Nietzsche, considera que el proceso del nihilismo surge de la separación entre el ser y el ente y del consiguiente olvido del ser, que la metafísica, la ciencia y la técnica sustituyen por el problema de la dominación del ente. Y concluye que, incluso el aspecto que Nietzsche considera positivo del nihilismo (la transvaloración de los valores) es todavía negativo, pues planteando el problema en términos de valores constituye el último eslabón de la metafísica nihilista occidental. Nietzsche, según Heidegger, sigue anclado en la esencia del nihilismo (negativo) que, olvidado del ser, pretende solamente dominar al ente, ya que, como el conjunto del pensamiento occidental, no piensa el ser de las cosas, sino su valor: su ser en cuanto valor.

Desde una perspectiva distinta, el término nihilismo se ha aplicado también a ciertas corrientes de la literatura y el pensamiento rusos de fines del siglo XIX. A partir de la novela de I. Turguéniev Padres e hijos (1862), la sociedad conservadora rusa aplicó el calificativo de nihilistas a todos aquellos que luchaban en contra de las convenciones sociales y morales, y acabaron aplicando este término a los anarquistas y socialistas revolucionarios. De hecho, en los años 1860-1870 existió un movimiento literario y filosófico que se autodenominó «nihilista», y que abogaba por la plena libertad individual frente a las normas y convenciones sociales, y contra la moral opresiva y reaccionaria.



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