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Friedrich Nietzsche

Como uno de los filósofos de la sospecha (junto con Marx y con Freud), Nietzsche desenmascara engaños, ilusiones y mistificaciones en el terreno de los valores y de la noción de conciencia. Para ello usa la genealogía (ver texto ) que aplicada al estudio de las condiciones que determinaron la aparición de los valores «bueno» y «malo», permiten a Nietzsche distinguir entre una moral de señores y una moral de esclavos; una moral positiva y una moral reactiva, respectivamente. Esta distinción se fundamenta en la noción de decadencia, que Nietzsche aplica al conjunto de la cultura occidental desde el momento en que, por obra del socratismo, del platonismo y del cristianismo (al que denomina platonismo popular), se ha efectuado una tremenda inversión de los valores, ya que han puesto la vida, lo terrenal, el devenir y lo inmanente en función de la muerte, lo suprasensible, el ser inmutable y eterno, y lo trascendente. De esta manera, se ha invertido el auténtico sentido y se ha elaborado una filosofía que es una auténtica «calumnia» (ver texto ), contra la que debe establecerse la transvaloración de todos los valores. Esta moral invertida, propia de los resentidos contra la vida, según Nietzsche, se impone históricamente gracias al judaísmo y a su producto más acabado: el cristianismo, que propicia la confabulación de los débiles que imponen la fuerza de su mayoría.

El hombre superior, el «noble», en el auténtico sentido moral de este término, es quien se ríe de los supuestos valores del mundo suprasensible; es el detentador de la moral de los señores que propugna los valores activos y afirmativos de la vida; es quien defiende la moral que dice a la vida. Es «quien concibe el concepto fundamental 'bueno' de un modo previo y espontáneo, es decir, lo concibe a base de sí mismo, y sólo a partir de él se forma el concepto 'malo'» (Genealogía de la moral). En cambio, el esclavo, el débil, el impotente, es aquél que, resentido contra la vida, le dice no y en su lugar defiende valores reactivos: la compasión, la humildad, la resignación, la obediencia, la renuncia. Esta moral del resentimiento es, pues, una moral invertida, reactiva, contraria a la moral de los señores que es la moral que no necesita ampararse en ficciones ni dioses para consolarse de la angustia que produce la debilidad de no dominar el carácter trágico de la vida (ver texto ). El sacerdote, pastor de un rebaño de esclavos, es el prototipo de esta falsa moral invertida que proclama que «los miserables son los buenos; los pobres, los impotentes, los bajos son los únicos buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los deformes son los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios, únicamente para ellos existe bienaventuranza» (ibid.) (ver texto ). Pero en la época de la muerte de Dios, el hombre todavía se degrada más, y engendra lo que Nietzsche llama el «último hombre» (ver texto ), producto más acabado del proceso nihilista de la decadencia de la cultura. Ahora bien, el nihilismo surgido de la muerte de Dios permite también la superación del hombre y el surgimiento del superhombre (ver texto ), que será quien propiamente establezca la moral de señores después de efectuar la transvaloración de todos los valores.



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