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Corriente de pensamiento derivada del pitagorismo según la cual los números son la auténtica esencia de la realidad en tanto que son principios divinos ordenadores de todo lo existente. De ahí que los adeptos a la mística de los números consideren que los descubrimientos de las propiedades de éstos nos abren las puertas a una comprensión más profunda de toda la realidad y nos conducen a una comunión con la divinidad. Así, para los defensores de esta corriente, la matemática es entendida como una ciencia que nos revela los secretos ocultos del cosmos o, incluso, el lenguaje mismo de Dios.

En la historia del pensamiento esta corriente mística se inició entre los primeros pitagóricos, influyó en Platón (ver textos ) y en el neoplatonismo, se extendió con el neopitagorismo, y penetró también en el pensamiento gnóstico, hermético y cabalístico y, en general, en la mayor parte de las concepciones esotéricas. Por su importancia posterior destacamos la influencia que tuvo en Platón quien, fuertemente influenciado por el pitagorismo, en el Timeo defendió una relación entre los poliedros regulares y los elementos (ver texto ), así como una relación entre los tipos de triángulos y la constitución del cosmos (ver texto ), regido por determinadas proporciones (ver texto ).

Para los pitagóricos, los números, además de constituir la verdadera realidad, es decir, aquella que se aprehende por la razón, no por los sentidos, nos revelan la esencia oculta de la armonía del cosmos y poseen características cualitativas. Así, hay, según ellos, números femeninos (pares) y números masculinos (impares).

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El número 5, como suma del primer número femenino y el primer número masculino (23, ya que el 1 no es ni par ni impar, según los pitagóricos), es símbolo de la vida. Además, es el número de todos los poliedros regulares posibles y el de los elementos (aire, agua, fuego, tierra y éter) considerados en el mundo antiguo. El número 10, que es el número sagrado (el número de los dedos de las manos, el número que contiene la esencia total de todos los números, según los pitagóricos), está formado por la suma de 1234, los mismos números que definen la escala musical y la armonía (1:2, 3:2, 4:3), no sólo de cualquier instrumento, sino del cosmos mismo (armonía del cosmos). Además, el 1 engendra el punto, el 2 una línea, el 3 determina un plano y la primera figura geométrica plana (el triángulo), y con 4 puntos (uno de ellos fuera del plano de los otros tres) queda delimitado un tetraedro, es decir, un volumen. De esta manera los pitagóricos sustentaban la llamada teoría del flujo de la generación de las figuras geométricas y de los cuerpos físicos.

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Los místico-pitagóricos encontraban propiedades ocultas en muchos otros números, el 7, el 12, etc... También en la Biblia y en los Evangelios, especialmente en el Apocalipsis, hay una presencia de la mística de los números, por ejemplo cuando se indica el número de «la bestia» (666) o se insiste en el número siete como privilegiado (7 lámparas, 7 espíritus, 7 sellos, etc.).

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Durante el Renacimiento se revitalizaron estas corrientes, razón por la que durante este período se dio una renovada actualización de estas tesis, de forma que las encontramos defendidas tanto en los escritos de los médicos alquimistas y magos (Paracelso, Agripa...), como entre muchos científicos, en Kepler, por ejemplo, y en muchos artistas, que consideraban la proporción a partir del número de oro o sección áurea, que pensaban que es portadora de una especial belleza porque expresa una ley divina. El número 5, puesto que es la mitad del 10 (número sagrado de los pitagóricos, al que llamaban tetraktys) ocupa un lugar privilegiado y, según muchos autores, representa una imagen reducida del número que rige todo el cosmos. Puesto que la figura humana con los brazos extendidos y las piernas separadas se inscribe en un pentágono, figura que también cumple la divina proporción, es símbolo del reflejo del macrocosmos por el microcosmos.