Según Tomás de Aquino, la razón divina que gobierna el mundo. Se opone a la ley humana, que sólo regula los asuntos de los hombres en cuanto forman parte de la sociedad civil, y comprende la ley eterna y la ley natural. Pero de alguna forma se distingue de éstas por cuanto la ley eterna comprende toda la ordenación racional del universo, y de la ley natural en cuanto ésta contempla el fin natural del hombre en el mundo, mientras que la ley divina se refiere propiamente al fin sobrenatural del hombre. Estas distinciones medievales procedían de la distinción hecha por Agustín de Hipona entre «derecho divino» y «derecho humano». El derecho divino comprendía la ley natural de los romanos, mientras que el derecho humano abarcaba el ius gentium y el ius civile.