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(del latín projectio, de projicere, lanzar hacia delante, salir fuera)

Este término fue introducido en el psicoanálisis por Sandor Ferenczi para nombrar un proceso de deslocalización, o un desplazamiento desde el interior hacia el exterior, que tiene como misión actuar como un mecanismo de defensa. De esta manera designa el proceso inconsciente de desplazamiento de impulsos instintivos, faltas, culpas o sentimientos, propios de un sujeto, pero que éste no puede asumir como propios, y los atribuye a otras personas, a situaciones externas o a objetos. Desde esta perspectiva Feremczi lo considera opuesto a la introyección (del latín introicio, «lanzar hacia dentro»)

S. Freud
C.G. Jung

Según el punto de vista de la economía psíquica de Freud, se trata de evitar inconscientemente una sobreexcitación interna, atribuyendo a algo exterior la causa de esta sobreexcitación. Este mecanismo de defensa aparece generalmente en las fobias y en las paranoias. Freud mismo consideraba la religión como fruto de este mecanismo de desplazamiento, por el cual la humanidad proyecta fuera de sí sus anhelos y frustraciones y atribuye a un ser exterior todos los atributos que desearía poseer. En este sentido dicha noción mantiene una cierta relación con la de alienación. Por otra parte, también aparecen formas de proyección en actitudes racistas o xenófobas en las que el racista proyecta sobre algún grupo étnico características que, aun estando presentes en él mismo, se niega a reconocer en sí mismo. Jung considera que la proyección se basa en la identificación arcaica entre sujeto y objeto, y aparece en un proceso de disolución del sujeto para identificarse plenamente con el objeto, y distingue entre una proyección pasiva, que es un proceso inconsciente automático, y la proyección activa, que aparece en la transferencia y en la empatía.

Esta noción está también en la base de la llamada psicología proyectiva y en los tests proyectivos, en los cuales un sujeto ha de interpretar dibujos u otros materiales que son ambiguos, y al hacerlo proyecta sus estados de ánimo, sus fobias y, en general, diversos aspectos de su personalidad, de forma que a través del estudio de estas interpretaciones el psicólogo puede acceder a los estados mentales del sujeto.

En las concepciones gnoseológicas sensualistas, como la de Condillac, por ejemplo, es la referencia de la sensación al objeto, o la atribución de las cualidades sensibles que tienen lugar en los sentidos a los objetos externos, de forma que mediante este acto mental de atribución se localizan en el espacio circundante las sensaciones que se producen en nuestros órganos sensoriales.