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El término raza ha sido usado en biología para designar aquel conjunto de individuos que tienen una ascendencia común y comparten determinados caracteres hereditarios, que distinguen a una variedad particular en el seno de una especie. Como término es poco usado por los zoólogos, que tienden más bien a clasificar los grupos animales de una misma especie bajo el término variedad, y más empleado por los criadores de ganado, que -mediante cruces y selecciones controladas- han provocado la aparición de variedades con características morfológicas propias.

El concepto de raza surge en la Europa renacentista y no es frecuente en otras culturas. De hecho, en las narraciones de viajeros e historiadores antiguos se habla de pueblos, culturas y comportamientos distintos, más que de razas diferentes. La aplicación de este concepto al ser humano surge con la apertura de nuevas rutas comerciales con América y Asia, y con los viajes de descubrimiento y de colonización. La misma etimología del término raza es poco clara. Para unos derivaría del italiano razza, mientras que otros sustentan que procede del árabe ras, que significa grupo de descendencia.

La noción biológica de raza es científicamente más difícil de aplicar al hombre que a la mayoría de las otras especies animales o vegetales, ya que, aunque a partir de algunos criterios morfológicos, anatómicos, serológicos, patológicos o hematológicos (color de la piel, tipo de cabello, reparto de los grupos sanguíneos, etc.), se han señalado distintas razas humanas que dan lugar a razas locales debidas al aislamiento geográfico prolongado, la noción de raza pura es infundada por el hecho de que históricamente se han dado los más diversos cruzamientos.

La primera clasificación racial se debe a Blumenbach (1752-1840), que consideró cinco razas distintas (más o menos correspondientes a los cinco continentes: raza caucásica, európida o blanca o leucoderma; raza mongólica, xantoderma o amarilla; raza etiópica melanoderma o negra; raza americana o cobriza, y raza malaya o morena). Hacia 1950, Boyd clasifico también cinco razas pero, además del color de la piel, consideró frecuencias de factores sanguíneos. Posteriormente, Coon, Birdsell y Gran, atendiendo a más factores genéticos, clasificaron la especie humana en un total de treinta y cuatro razas.

Sin embargo, de la misma manera que los criterios taxonómicos utilizados para la clasificación de las distintas especies vivas ha experimentado un gran cambio con los avances en el dominio de la genética (piénsese que anteriormente se clasificaban las bacterias atendiendo simplemente a su forma redondeada, o alargada, etc., en lugar de atender a rasgos mucho más definitorios), la clasificación en razas en el seno de la especie humana también ha dejado de tener un sentido científico riguroso. Hay diferencias genéticas entre individuos mucho más significativas que las meramente aparentes del color de la piel, tipo de pelo, forma de los labios o de los ojos. De hecho, algunas de estas diferencias, más relevantes científicamente, tales como características de la hemoglobina de la sangre o el tamaño de la dentición, se distribuyen geográficamente de una manera distinta a la distribución anteriormente atribuida a las distintas razas. No obstante, el término no ha desaparecido y algunos autores lo consideran apropiado como punto de referencia y de clasificación de variedades humanas, pero siempre teniendo en cuenta que dichas clasificaciones pueden ser muy arbitrarias. Es decir, que la clasificación de Boyd (que habló de cinco razas) puede ser tan válida como las de Garn, Coon o Birdsell (que consideran treinta y cuatro razas), ya que el concepto de raza es abstracto y depende de los criterios clasificatorios utilizados. Por ello el biólogo Luigi Cavalli-Sforza declaró (en la reunión de la AAAS o Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, celebrada en Atlanta en febrero de 1995) que «la raza es un concepto bastante inútil, porque no se puede agrupar a los humanos, ya que las diferencias genéticas entre razas, excepto en casos de aislamiento geográfico continuado, son muy pocas».

A veces, se suele confundir la noción biológica de raza con la noción cultural de etnia y, dado que en la especie humana los aspectos culturales son definitorios, la noción cultural de etnia es más conveniente para designar características diferenciales. En etnología la noción de raza carece de relevancia, ya que el factor racial no es determinante de los aspectos culturales. Así, hay un número mucho más alto de culturas que de razas, de forma que culturas de razas distintas pueden tener muchos más aspectos en común que culturas diversas dentro de la misma raza. En cualquier caso, debe evitarse totalmente el error de extrapolar criterios de explicación biológicos para la caracterización de aspectos sociales.

El racismo

El racismo es la doctrina político-sociológica que afirma la desigualdad entre las razas humanas y, en base a la cual, sustenta la superioridad de una raza sobre otras. Por ello, algunas doctrinas racistas justifican la explotación económica de los miembros de una determinada raza o, incluso, propugnan la necesidad de exterminarlos. No se trata de ninguna tesis científica que pueda basarse sobre argumentos biológicos, a pesar de los intentos efectuados por los diversos «teóricos» del racismo en este sentido, ya que la misma noción de raza es ambigua e irrelevante para caracterizar las diversas comunidades humanas, que se definen fundamentalmente por sus rasgos culturales, ajenos a las características raciales. De esta manera, el racismo es una forma extrema de etnocentrismo y, generalmente, se vincula con prejuicios económicos y sociales. En muchas ocasiones la mentalidad racista denota un fuerte componente de inseguridad y temor ante «lo diferente», ante lo «otro».

En el siglo XVIII, el escritor francés Boulinvilliers fue el iniciador de las teorías racistas al sustentar que la nobleza procedía de la raza «superior» de los francos. A partir del siglo XIX, surgió la llamada filosofía de las razas y la psicología de las razas, que proclama la existencia de una relación entre raza y alma de la raza. De entre estos autores destaca Gobineau, quien sustentaba en su Ensayo sobre la desigualdad entre las razas, la «superioridad» de la raza blanca y, más concretamente, de los «arios». Esta tesis, que fue desarrollada por H.S. Chamberlain y Rosenberg, tuvo mucha influencia en los estados sureños de Estados Unidos de Norteamérica, en donde a finales del siglo XIX todavía estaba vigente la esclavitud (fue abolida por Lincoln en 1862) y en Alemania. En los Estados Unidos dio lugar a la aparición de una fuerte organización racista (el Klu Klux Klan) y a una legislación discriminadora para con los derechos de las minorías raciales no blancas. La lucha en pro de la defensa de los derechos civiles encabezada por Martin Luther King durante los años 1960, consiguió la abolición formal (aunque a menudo no real) de dichas discriminaciones. En Alemania, el racismo se convirtió en teoría política oficial con el nazismo, cuya consecuencia fue el exterminio de millones de judíos (antisemitismo) y gitanos.

Otra forma de manifestarse el racismo fue a través del darwinismo social desarrollado a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Diversas formas de racismo siguen estando presentes en todas las sociedades, e incluso algunos países lo habían consagrado en sus constituciones, tal es el caso de aquellos estados (como Sudáfrica) que sustentaba políticas de apartheid (abolido en 1994). De forma recurrente, especialmente en períodos de crisis económica, vuelve a suscitarse el tema de la fundamentación científica del racismo. Así sucedió en 1994 a raíz de la publicación en los Estados Unidos de un estudio titulado The Bell Curve, en el cual se señalaba la inferioridad intelectual de los individuos de raza negra. Ante esta nueva irrupción de tesis racistas, la inmensa mayoría de los científicos se ha pronunciado abiertamente en contra.

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