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Corriente de la antropología cultural en la que se pueden distinguir dos grandes etapas:

a) la del evolucionismo decimonónico, representada sobre todo por G.Klemm (1802-1867), L.H. Morgan (1818-1881), E.B.Tylor (1832-1917), J.G. Frazer (1854-1941); y,

b) la del neoevolucionismo que surge en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial, representada fundamentalmente por Leslie A. White, Gordon Childe, Robert Redfield, Elmar Service o Julian Steward. A su vez, el materialismo cultural (M. Harris) aparece como una reelaboración del neoevolucionismo. Ambas corrientes afirman la existencia de una evolución de la cultura.

El evolucionismo cultural aparece a mediados del s.XIX, incluso antes de la publicación de El origen de las especies de Darwin, pero el gran impacto del evolucionismo biológico junto con la influencia de la filosofía de la historia de Hegel, la ley de los tres estadios de A. Comte y la pervivencia de la idea ilustrada de progreso, dan un gran auge a las concepciones del evolucionismo cultural. Según esta teoría, la cultura avanza siguiendo unas pautas, razón por la cual se puede dividir su historia en grandes etapas. Hegel había señalado tres grandes momentos de la historia de la humanidad: las tiranías asiáticas (en las que solamente uno es libre); las ciudades-estado griegas (en las que algunos son libres, aunque persiste el esclavismo) y la época moderna (en la cual todos han de ser libres). Comte había hablado de los tres estadios de desarrollo: el estadio teológico, el estadio metafísico y el estadio científico o positivo. Pero estas ideas propias de una filosofía de la historia, como las sustentadas anteriormente por otros autores (Vico, por ejemplo), se vieron altamente reforzadas por el darwinismo, y se abrió un período de aplicación del evolucionismo a todos los rasgos culturales. Así, por ejemplo, se habló de una evolución de las religiones (del animismo, la magia y el chamanismo, al politeísmo y al monoteísmo), de una evolución desde el matriarcado de las sociedades hortícolas al patriarcado de las sociedades plenamente agrícolas, etc. Especialmente influyente fue la clasificación efectuada por L.H.Morgan entre salvajismo, barbarie y civilización, subdivididas cada una de estas etapas en tres subetapas separadas entre sí por descubrimientos técnicos importantes. Es de notar que en estas concepciones aparecen rasgos fuertemente etnocéntricos, ya que se concebía la evolución de la cultura desde la perspectiva de su «punto de llegada»: la cultura europea. Dentro del evolucionismo cultural apareció también el darwinismo social de Herbert Spencer, de fuerte carga ideológica etnocéntrica e, incluso, racista.

La concepción de Morgan expuesta en Ancien Society influyó también en el pensamiento de F. Engels (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado) y, a partir de él, en el marxismo que, aunque diametralmente opuesto al darwinismo social, seguía siendo heredero de la concepciones decimonónicas. El evolucionismo cultural marxista aunaba la influencia de L.H. Morgan con la de la filosofía de la historia de Hegel, y hablaba de una evolución (regida por el enfrentamiento entre fuerzas productivas y relaciones de producción que tenían su plasmación en la lucha de clases) a través de las etapas del comunismo primitivo, la sociedad esclavista, la sociedad feudal, el capitalismo y el comunismo moderno.

Puesto que la obra de los etnólogos evolucionistas contenía importantes errores etnográficos, y los nuevos trabajos de campo no parecían compatibles con las grandes síntesis explicativas de esta corriente, este movimiento fue sustituido por el difusionismo y el funcionalismo. No obstante, como reacción contra la falta de una auténtica sistematización y teorización de estas últimas corrientes, excesivamente centradas en estudios particulares, y la aversión de los funcionalistas a los enfoques históricos, así como una revisión crítica de los aspectos más positivos del evolucionismo decimonónico, provocó la aparición de la corriente neoevolucionista y de la ecología cultural de Julian Steward (defensor de la interacción entre los aspectos naturales -lluvia, temperatura, suelo- y culturales -tecnología, economía, instituciones). El neoevolucionismo se apoya en nuevos descubrimientos arqueológicos no explicables desde la perspectiva difusionista, tales como las semejanzas entre los desarrollos paralelos entre grandes civilizaciones poseedoras de niveles de desarrollo tecnológico parecidos, incluso separados entre el viejo y el nuevo mundo: Mesopotamia, Egipto, China, por una parte; Perú y México, por otra. A diferencia del antiguo evolucionismo, el neoevolucionismo no sustenta la inevitabilidad de la «superación» de distintas etapas, más o menos rígidamente pautadas en secuencia fijas, ya que, por una parte, influencias externas pueden producir saltos y, por otra parte, no existen unas únicas pautas de desarrollo, sino que la evolución cultural es multilineal y está influenciada por diversos factores, tanto técnicos como climatológicos, y se ve sometido también a las interacciones culturales. Especialmente relevante es la teoría de la optimización de los recursos energéticos elaborada por Leslie White (ver texto ).

Bibliografía sobre el concepto

  • Grasa, R., El evolucionismo: de Darwin a la sociobiología. Cincel, Madrid, 1986.
  • Lewin, R., Evolución humana. Salvat, Barcelona, 1994.
  • Herbig, J., La evolución del conocimiento. Del pensamiento mítico al pensamiento racional. Herder, Barcelona, 1997.
  • Maynard Smith, J., La teoría de la evolución. Blume, Barcelona, 1958.
  • VV.AA., Origen y evolución del hombre. Ministerio de Cultura, Madrid, 1984.

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