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Expresión especialmente conocida a partir de la teoría evolutiva de Darwin, que designa la lucha que se produce en las especies vivas -entre ellas mismas, entre distintas especies o entre las especies y el medio-, y que determina la selección natural. Estos dos conceptos -selección natural y lucha por la existencia-, son interdependientes en la teoría de la evolución de Darwin, de forma que la selección natural, que es el concepto clave en el darwinismo, depende de la lucha por la existencia que, de esta manera, se convierte en el motor de la evolución. Darwin había constatado, influenciado por Malthus, que el crecimiento de los seres vivos es exponencial, de forma que si nada se lo impidiera, cada especie podría llenar el planeta por sí misma. Ahora bien, esto no es así, sino que se puede constatar que las poblaciones se mantienen estables dentro de ciertos márgenes. Ya que los recursos naturales que permiten la supervivencia son limitados, esto implica una dura lucha por la existencia entre los individuos de una misma población que, además, han de hacer frente a enemigos externos, lo que provoca que sólo sobreviva una parte de los descendientes de cada generación, que son los más aptos para enfrentarse a las circunstancias que los rodean. La interpretación ideológica y social de esta categoría de análisis biológico dio lugar al darwinismo social, para el que la feroz competencia económica en la sociedad es el equivalente a la lucha por la existencia biológica. Esta concepción fue especialmente criticada por Kropotkin en su obra El apoyo mutuo.

Desde otra perspectiva, Hegel, en el contexto del análisis de la formación de la autoconciencia realizado en la Fenomenología del espíritu, señala el tránsito entre la mera lucha natural por la existencia biológica hacia la lucha espiritual por el reconocimiento. Al igual que el deseo destructor del animal es negado, reprimido y sublimado en el trabajo humano, de la misma manera, el deseo vital que se proyecta hacia el otro, como hacia un objeto, se niega y se humaniza, transformándose en deseo de ser reconocido por el otro y, en este acto de reconocimiento, el hombre deja de estar aislado. Este reconocimiento es el que supera el mero estado de naturaleza. Mientras el ser natural existe solitariamente, el ser espiritual se realiza con el otro (ver cita).