El conocimiento que la conciencia tiene de sí misma, o la representación del yo como objeto conocido por la conciencia, o el conocimiento del yo acerca de sí mismo. También el hecho de percibirse uno mismo como sujeto, o lo que se entiende como subjetividad. La mente humana no sólo es conciencia porque es capaz de representarse cosas mentalmente, sino porque es capaz, además, de reflexionar sobre lo que conoce mentalmente y sobre sí misma. A esta acción reflexiva llamamos específicamente «autoconciencia», cuya característica fundamental es la percepción de la propia identidad personal que denominamos sujeto personal o persona. El problema fundamental que se plantea en la afirmación de la autoconciencia es esclarecer el tipo de entidad a que nos referimos cuando decimos conocernos a nosotros mismos, o a nuestro propio yo; esto es, si el yo conoce realmentealgo distinto de los diversos actos mentales o psíquicos, de los cuales pueda considerarse su sujeto. ¿De qué somos conscientes cuando somos conscientes de nosotros mismos? Las respuestas a esta cuestión son tantas y tan variadas como distintas son las posiciones filosóficas en lo tocante a problemas tan centrales y discutidos en filosofía, como son la naturaleza de lo mental, la identidad personal, el yo, etc. Las dos posturas más clásicas son la afirmación del carácter sustancial y permanente del yo, frente a la sucesión y diversidad de actos conscientes, según la tradición racionalista, y la afirmación de la precariedad del yo, pensado a modo de una «corriente», «río», o «clase» de experiencias mentales, según la tradición empirista(ver texto ). Kant señaló uno de los aspectos fundamentales de esta dificultad, al afirmar: «No me conozco tal como soy, sino sólo como me manifiesto a mí mismo» (Crítica de la razón pura, B 158). Con Hegel (ver cita), Heidegger y con el existencialismo, en especial Sartre, se hace hincapié en la necesidad del otro para la constitución y la experiencia de la autoconciencia.