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Una de las clásicas pruebas de la existencia de Dios a la que recurren autores de la época moderna, que, según los principios del mecanicismo del s. XVII, conciben a la naturaleza como una inmensa maquinaria diseñada y puesta en funcionamiento por el autor de la creación.

La estructura lógica de esta prueba es la de un argumento por analogía, inductivo por tanto, que puede adquirir la siguiente forma:

Observamos que el universo muestra un designio o un diseño estructurado

Toda máquina muestra un diseño estructurado

Toda máquina supone un ser inteligente que la ha hecho

Por consiguiente, el universo está hecho por un ser inteligente.

A este ser llamamos «Dios».

Se le puede considerar como un caso particular del «argumento teleológico», la quinta de las cinco vías de Tomás de Aquino, basada en el orden existente en el mundo. Hume y Kant impugnan su validez. Hume le dedica buena parte de sus Diálogos sobre religión natural (1779, obra póstuma). Su crítica se apoya en la debilidad de la analogía que se establece. En un argumento analógico, cuanto mayor es la semejanza entre lo que se compara mayor es la fuerza inductiva del argumento; entre una máquina y el mundo, son tantas las desemejanzas, que la conclusión es poco probable, pudiéndose concluir cualquier tipo de creador del mundo: uno o muchos, finito o infinito, material, con forma humana o espíritu (ver texto 1 y texto 2 ). Kant, por su parte, critica el argumento, al que da el nombre de fisicoteológico,por el mismo motivo de fondo con que critica todas las pruebas de la existencia de Dios, esto es, porque representan una búsqueda en vano de lo incondicionado, pero destaca que del argumento en concreto se concluye, todo lo más, la existencia de un «arquitecto del mundo», no propiamente de un «creador del mundo» (ver cita).