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Dado el origen del término cuerpo, surgido como oposición al principio vital o alma, se ha considerado clásicamente que el cuerpo de los seres vivientes es el componente orgánico de éstos, a través del cual se realiza la experiencia del mundo material, siendo él mismo objeto de experiencia. No es de extrañar, pues, que en esta misma concepción esté subyacente un cierto dualismo: la noción de cuerpo así entendida da por supuesta la existencia de algún principio vital distinto del cuerpo mismo. Tal es la concepción que ya adoptaron los órficos y los pitagóricos, seguida posteriormente por Platón, que consideraban el cuerpo como una cárcel del alma, y adoptada también por la mayoría de las creencias religiosas. Para Platón la filosofía consiste precisamente en el apartamiento del cuerpo, que es un obstáculo para el verdadero conocimiento (ver texto ). No obstante, en el Banquete afirma que el cuerpo bello aparece como el primer grado en el proceso del amor que nos ha de conducir hacia el auténtico conocimiento (ver texto ). En el mundo antiguo solamente la filosofía de Epicuro se opuso a este dualismo y defendió una antropología y una epistemología basadas en la corporeidad (ver cita).

Jean Paul Sartre
Merleau-Ponty

Este dualismo reaparece renovado con fuerza en el siglo XVII con la filosofía cartesiana, e impregna incluso el lenguaje ordinario. En este sentido suele decirse que «tenemos un cuerpo» en lugar de decir que «somos cuerpo». De hecho la filosofía cartesiana se basa en la posibilidad de pensar que no poseemos (ni somos) un cuerpo, sino que somos esencialmente pensamiento. Esta es la tesis central de la reflexión del cogito (ver texto ).

Con el fin de evitar, por una parte, aquel dualismo y, por otra, con el fin de dar más importancia al cuerpo como único medio del sujeto (que es necesariamente cuerpo) para incidir e inserirse en el mundo, y recalcar que la corporeidad es la manera de existir del sujeto -la forma de existir del propio yo, así como la manera de existir y manifestarse el otro-, la fenomenología existencial ha propuesto la distinción entre cuerpo objeto y cuerpo propio. El cuerpo objeto, el cuerpo tal como es estudiado por la anatomía o por la fisiología, por ejemplo, sólo admite relaciones exteriores y mecánicas. En cambio, el cuerpo propio o cuerpo sujeto, designa el centro de «mi» existencia, en cuanto que posibilidad de sentir, percibir y actuar en el mundo. Este cuerpo propio no puede decirse que me pertenezca, como tampoco puede decirse que yo pertenezco a mi cuerpo. La relación es tal que no puede existir diferencia entre poseedor y poseído. De este cuerpo sujeto no puede tenerse más conocimiento que el que cada uno posee, y de hecho es el que constituye mi punto de vista inmediato sobre el mundo, «punto de vista sobre el cual ya no puedo adoptar punto de vista» (Sartre, ver textos ). Desde la radicalidad de esta posición, defendida especialmente por Sartre (El ser y la nada) y Autor:Merleau-Ponty,_MauriceMerleau-Ponty (Fenomenología de la percepción, Lo visible y lo invisible, ver textos ), se articula la también radical finitud humana y nuestro ser en el mundo. Por otra parte, y coincidiendo con el llamado giro lingüístico de la filosofía contemporánea, se ha propuesto una similitud entre cuerpo y texto, de forma que podría darse una hermenéutica del cuerpo como se da una hermenéutica de los textos.